Por qué Victoria Federica no es un icono de estilo (ni tiene por qué serlo)
Algunos medios encumbran a la hija de la Infanta Elena como «nueva it girl» nacional. Analizamos los motivos por los que el título resulta desmesurado e innecesario.
La camisa morada que demuestra que es una ‘it girl’, las claves de su estilo o cómo mezcla lo clásico y lo moderno con acierto. Victoria Federica, segunda hija de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, provoca con cada una de sus apariciones un sinfín de titulares como estos en la prensa especializada nacional. La ya bautizada por los medios como «princesa grunge» despierta, desde hace unos meses, el interés de las revistas de moda como si de una actriz, modelo o influencer se tratase. Sus looks son analizados con lupa y desgranados en galerías fotográficas y noticias. Si lleva el pelo por dentro del abrigo es interpretado como una incomparable declaración de estilo. Si se pone una tobillera de caracolas en verano como cualquier adolescente se relaciona con el furor que la bisutería de conchas despierta en Instagram. Si lleva pendientes grandes, como dictan las pasarelas, automáticamente es tachada como nueva gurú de las tendencias. Pero, ¿de verdad Victoria Federica de Todos los Santos de Marichalar y Borbón es un icono de moda? Es más: ¿tiene sentido que una chica de 18 años, ajena a la industria y que aún está buscando su estilo personal y experimenta con distintas mezclas, sea tildada de it girl?
«Por la edad que tiene, Victoria Federica está construyendo su propia identidad a la hora de vestir, probando e intentando diferenciarse. Se nota que hay cierta intencionalidad en sus looks, que no se pone lo primero que ve en el armario, pero es demasiado joven y, desde luego, es muy pronto para adjetivarla como it girl», explica Paula Delgado, estilista de S Moda. «Es cierto que puede servir de inspiración para cierto sector de jóvenes que se sientan identificadas con su estilo, mitad clásico, mitad despreocupado con un punto hippy, pero quizá el fenómeno tenga más que ver con el interés que despierta por quién es que por lo que se pone», añade. Vamos, que si la nieta del Rey emérito fuera una chica de 18 años probando suerte como influencer en Instagram probablemente jamás llamaría la atención por encima del resto de jóvenes de su edad. Ser la quinta en la línea de sucesión al trono la convierte en personaje susceptible de despertar el interés nacional pero, ¿es necesario encumbrarla como icono del buen gusto?
Su armario es una mezcla de prendas cómodas como corresponde a cualquier chica de su edad (sudaderas, alpargatas, camisas amplias, pantalones pitillo) y una ristra de pulseras que dan buena cuenta de su paso por festivales de música (tampoco falta en su muñeca los colores de la bandera española). Las concesiones a las tendencias son escasas y se materializan principalmente en pendientes llamativos y alguna prenda un poco más especial como la camisa morada que lucía en una de sus últimas apariciones. Nada revolucionario ni fuera de lo normal. Es cierto que demuestra interés por la moda (se ha dejado ver en algún desfile) y no se separa de un bolso negro de Chanel –el modelo clásico acolchado valorado en más de 5.000 euros–, pero probablemente no sería difícil encontrar en cualquier calle de nuestra geografía chicas de su misma edad con estilismos tanto o más inspiradores (lo del bolso de Chanel ya es otro cantar).
«Podríamos decir que su estilo es boho chic. Todos hemos experimentado alguna vez con esa forma de vestir, más aún durante la adolescencia. En su caso se mezcla con un punto clásico que recuerda a su madre y algunas referencias al lujo como este bolso», explica Delgado. Traducido al lenguaje de la calle probablemente su armario sería calificado como ‘pihippie’, que no es otra cosa que mezclar elementos propios de los ‘niños bien’ con otras prendas y accesorios más despreocupados, relajados y cómodos. Su padre, Jaime de Marichalar, le regaló un par de zapatos de Manolo Blahnik para su dieciocho cumpleaños y dicen que podría ser él quien le aconseja acerca de sus elecciones estilísticas. Dada su afición por las mezclas de color atrevidas y los fulares llamativos, no resultaría raro que quisiera transmitir a su hija su interés por experimentar con la moda. Otra cosa será cómo interprete la joven sus consejos y lecciones.
Dejando a un lado el vitalicio debate sobre si la prensa debería o no perseguir a una chica de 18 años por el mero hecho de nacer en una determinada familia, no hay duda de que como miembro de la realeza Victoria Federica despierta curiosidad e interés. Las revistas del corazón y el papel cuché siguen de cerca sus primeros romances y sus tardes de toros rodeada de amigos y posibles conquistas. Las publicaciones de moda rastrean su trayectoria y repasan sus looks, pero analizando lo que se pone y cómo lo lleva no parece que haya motivo suficiente para otorgarle el título de icono de estilo. Tampoco hay necesidad: ya existen otro tipo de personajes, más afines a las tendencias y la moda, para nutrir este contenido y ostentar el sambenito de it girl. Incluso dentro de la monarquía europea nombres como Kate Middleton, Meghan Markle o la propia reina Letizia son consideradas iconos. Sus maneras de entender la moda pueden gustar más o menos –al final todo esto es subjetivo–, pero lo cierto es que agotan prendas y lucen estudiados looks con una clara intención y un estilo pulido y trabajado a lo largo del tiempo. Victoria Federica solo es una chica que acaba de alcanzar la mayoría de edad tratando de buscar el suyo. ¿Por qué empeñarse en fabricar una Carlota Casiraghi nacional de manera artificial y a toda costa?
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