Uvas para la piel: así consiguió Caudalie conquistar la cosmética pese a las primeras reticencias ante su innovación
La firma, que basa su eficacia en los antioxidantes de las pepitas de las uvas, cumple un cuarto de siglo. Hablamos con Mathilde Thomas, su creadora, del reto de innovar en cosmética y triunfar.
No resultó fácil para Mathilde Thomas, fundadora de Caudalie, que presume de poseer un olfato privilegiado, contagiarse de la covid. Califica la experiencia como una auténtica pesadilla. «Durante tres meses podía oler, pero de manera diferente. He tenido la suerte de no sufrir ningún síntoma grave», nos cuenta. Por fortuna, ya lo ha superado.
Con este sentido tan desarrollado, se esperaría que se dedicase al negocio familiar, los vinos. Pero este don la arrastró a la cosmética. «De adolescente me di cuenta de que reconocía las fragancias que llevaba mi madre. Mi primer contacto con la industria fue una beca de un mes en Cacharel en Madrid, para el departamento de desodorantes».
Pocos años después se plantaría el que sería el germen de su actual imperio. Desde principios de los años noventa, tanto Mathilde como su ahora marido tenían en mente desarrollar un proyecto cosmético. Los padres de ella, conocedores de sus deseos, les comentaron en 1993 que un equipo de investigación de la Universidad de Farmacia de Burdeos estaba interesado en visitar diferentes viñedos, y los animaron a que les invitasen al suyo. «Un miembro estaba preparando una línea de suplementos para mejorar la circulación sanguínea basada en los polifenoles, sustancias que se encuentran en las semillas de las uvas, en la superficie, con un gran poder antioxidante».
Sorprendidos por el descubrimiento, preguntaron cómo ningún gran grupo había aprovechado este conocimiento para incluirlo en el tratamiento para la piel. Ahí entró el profesor Joseph Vercauteren, director del laboratorio de la facultad. «Nos explicó que estas moléculas eran muy inestables y dentro de una fórmula la teñían de rojo y se oxidaban rápidamente, y que para conseguir 10 kilos de polifenoles se necesitaba una tonelada de semillas». Se aliaron con él y se pusieron manos a la obra hasta que consiguieron estabilizarlas para incluirlas en sus productos. Nacía así en 1995 Caudalie.
Ser pioneros les dificultó la entrada al mercado. Querían empezar en farmacias, donde sabían que les entenderían. «Íbamos a presentarnos una a una, y les parecía interesante, pero como no teníamos inversión para promocionarnos y ellos muchas marcas que vender, nos invitaban a volver cuando pudiésemos pagar publicidad». Recurrieron a las que llevaban alumnos de Vercauteren. «Le respetaban y sabíamos que lo cogerían». Cuando a finales de los noventa se desató la crisis de las vacas locas, el sector, que usaba colágeno animal, empezó a mirar hacia alternativas vegetales. «En ese momento íbamos por delante». Ahora, otras compañías aprovechan estos avances para sus gamas, por lo que Mathilde se siente orgullosa.
Esta forma de trabajar, directa en el terreno como hizo con las farmacias, la ha mantenido estos 25 años. «Nos fuimos a Nueva York de 2010 a 2015 y a Corea del Sur de 2015 a 2018 para conocer bien esos mercados, expandirnos y mantenernos independientes». En la actualidad, América y Asia suponen un tercio de sus ventas a nivel mundial.
En 2018 volvieron a Francia para comenzar lo que bautiza como la revolución Caudalie: llegar a ser una marca cada vez más eficiente, que no genere residuos y se comprometa con el planeta. «No existe una definición cerrada de qué significa ser ‘eco’. Nosotros tenemos el objetivo de que todos nuestros envases sean de plástico 100% reciclado o reciclable y reutilizables para 2022. Además, colaboramos con organizaciones como Second Life, con la que hemos recogido 600 toneladas de plástico este año en las playas de Indonesia que transforman en combustible o materiales de construcción para la comunidad. No lo vemos como un gasto, sino como una inversión de futuro» .
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