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¿Es un embarazo como el de Shiv Roy un escollo para una mujer CEO?

¿Nos penaliza a todas por igual tener hijos?¿Es realmente la maternidad un impedimento para subir a lo más alto?

Sarah Snook at the season 4 premiere of "Succession" held at Jazz at Lincoln Center on March 20, 2023 in New York City. (Photo by Nina Westervelt/Variety via Getty Images)
Sarah Snook at the season 4 premiere of "Succession" held at Jazz at Lincoln Center on March 20, 2023 in New York City. (Photo by Nina Westervelt/Variety via Getty Images)Nina Westervelt (Variety via Getty Images)

Aún se siente el vacío –duelo, disgusto, estupor– y el reguero de adrenalina dejado por el trepidante episodio final de la cuarta y última temporada de Succession (HBO). En él, Siobhan Roy, candidata a heredar Waystar Royco, el holding mediático paterno, se ve relegada a esposa del nuevo CEO, el servil Tom Wambsgans, en vez de convertirse ella misma en CEO, puesto al que aspiraba. La escena en la que su mano se posa sin ganas sobre la mano tendida de Tom –ahora te tengo, pareciera decir–, ya ha pasado a ser imagen icónica, memética instantánea de la expectativa frustrada de Shiv. Como mujer empoderada dentro del sector mediático y financiero, ¿era este el máximo logro al que podía aspirar? ¿O es el mejor modo de sobrevivir? Porque esa mano también sella una alianza tácita entre ellos, máxime ahora que ella está embarazada. Un final magistral, complejo, muy lejos del brindis al sol que hubiera significado un final más “feminista” y triunfal para ella. 

Detengámonos un momento en ese detalle: Shiv va a ser madre. ¿Ha sido su embarazo un escollo determinante para optar al puesto de CEO? En algún momento de la trama se insinúa que sí. Pero, ¿es la maternidad una traba para llegar a lo más alto de la élite empresarial? ¿Hubiera frenado su ascenso en la vida real? De techo de cristal para abajo el mercado laboral nos penaliza por ser madres – según diversos informes oficiales la bajada de nuestros ingresos se estima en un 11% durante el primer año tras el primer nacimiento, caída que puede alcanzar el 33% en la década posterior, porcentaje que se va incrementando al sumar más hijos. En la carrera hacia los puestos de dirección se quedan muchas, ya lo sabemos, solo 1 de cada 4 puestos directivos es mujer. Pero ¿qué les sucede a las que llegan, como nuestra querida Shiv, a las ternas finales? ¿Es el hecho de ser madre la última barrera para ocupar las cúpulas? Ahí fuera, lejos de la ficción, las Shivs del mundo sí que andan teniendo hijos. Bastantes, de hecho. Los datos nos dicen que, si bien el número de CEOs en las listas de las empresas de mayor facturación es escaso, casi todas las que llegan lo hacen sin renunciar a su maternidad. Por ejemplo, en el contexto de la empresas del Ibex 35, las únicas cuatro mujeres que ostentan cargos de presidencia o de consejeras delegadas de empresas todas son madres: María Dolores Dancausa (Bankinter, 3 hijos), Ana Botín (Banco de Santander, 3 hijos), Beatriz Corredor (Redeia, 3 hijas), Marta Ortega (Inditex, 2 hijos). Sabemos que tener tres hijos en España es un privilegio. Tener un tercer hijo en el país con una de las natalidades más bajas de Europa casi se podría considerar montar una familia numerosa. Del último listado de Forbes España de los 50 mejores CEO confirma los extremos: entre ellos solo hay cinco mujeres, a las que se suman a Beatriz Corredor, María Dolores Dancausa y Ana Botín, ya citadas anteriormente, Sol Daurella (Coca-Cola, 2 hijos) y Marta Álvarez (El Corte Inglés, 2 hijos). El 19% de las mujeres españolas de más de 45 años no tienen hijos, una de las tasas más altas de la UE, pero más baja que UK e Italia. ¿Estamos ante una paradoja sociológica?¿Acaso la renuncia a la maternidad tampoco afecta al 1%? 

En el contexto europeo y anglosajón del norte global, los datos también confirman tal hipótesis: se puede ser CEO y madre, de hecho, casi pareciera una premisa. Mary Barra (General Motors), Abigail Johnson, (Fidelity Investments), Julie Sweet, (Accenture), todas ellas madres de mínimo dos, así lo atestiguan. Casos paradigmáticos serían los de Susan Wojcicki, CEO de YouTube, madre de cinco, Emma Walmsley, CEO de GlaxoSmithKline, madre de cuatro o Úrsula Von der Leyen, representante del poder político desde la Presidencia de la Comisión Europea, madre de siete. ¿Les puntúa entonces la maternidad lejos de penalizarlas? Sandra Obiols Francés, socióloga e investigadora de la Universidad de Valencia, actualmente centrada en el análisis de los procesos de precarización por razón de género frente a los desequilibrios en el reparto del trabajo de cuidado, nos da un poco de luz al respecto: ‘La mayoría de ellas son mujeres que se mueven en entornos muy conservadores donde tener varios hijos es considerado positivo. Nos podríamos preguntar si es también una manera de neutralizar posibles críticas por dedicarse a una función históricamente masculina. Un modo de reforzar su feminidad’. Entornos conservadores donde no existe necesariamente un cuestionamiento acerca de la familia ni una deconstrucción feminista de lo que significa ser madre y trabajadora. Entornos que premian ser una mujer de familia además de consejera delegada. Entornos donde no ser madre puede llegar a ser sospechoso, o al menos motivo de justificación. ‘Otro de los prejuicios en torno a la maternidad en la cultura empresarial es el sesgo del dilema de la doble atadura (double bind), según el cual no ser madre también se percibe como “raro”, y la “falta de instinto maternal” genera desconfianza”, señala la coach gender Silvia Adriasola, de la consultora Empowerment School. Haber cumplido el mandato familiar tradicional supone entonces el más alto token simbólico de la respetabilidad. Pareciera que estas mujeres hubieran resuelto la cuadratura del círculo sabiendo cumplir las exigencias relacionales clásicas de la feminidad con las de los logros laborales típicamente masculinas. ¿Se zafarán también de otras tensiones implícitas al ejercicio de la maternidad contemporánea? ‘La diferencia reside entre renunciar a tener hijos y renunciar a la maternidad, entendida como experiencia más allá de sumar criaturas al mundo, que cuiden, eduquen y disfruten otros’, apunta Usúe Madinaveitia, coach especializada en conciliación, creadora de #mamiconcilia, y que acompaña a directivas a gestionar su estrés. ‘Desconocemos las historias de renuncia a su maternidad, que las lleva a no a tener hijos, que hay detrás de estas mujeres’. La ambivalencia sí podría haber traspasado los muros de los consejos de dirección. ¿Cuáles son las tensiones entre maternidad y poder a esta escala? ‘En un cargo de responsabilidad a esa escala se espera disponibilidad 24/7 y en la maternidad a fin de cuentas también. Sin embargo, nadie debería ser imprescindible ni en un ámbito ni en otro’, apostilla Usúe. En esta línea, Silvia Adriasola considera que, aún desde el privilegio, estas mujeres pueden cambiar la percepción de la maternidad como entrega total. “Requiere enfrentar un histórico mandato personal y social. Una maternidad que se libere de ese yugo de “sacrificio”, “culpa”, y nos saque de lo que Marcela Lagarde llamaría la “zona de cautiverio” que la cultura homosocial nos asigna, sería un acto absolutamente emancipador: ejercer una maternidad y paternidad libre de estereotipos de género, corresponsable, que no perpetúe los mandatos y donde la mujer no sienta culpa por priorizarse”. El problema es quiénes pueden permitírselo.  

En el penúltimo capítulo de la serie –soberbio Iglesia y Estado– el amenazante tech bro Lukas Matsson se acerca a Shiv momentos antes del inicio del funeral de su padre, haciéndole un explícito gesto de “tu bombo” como impedimento implícito a su posible designación como CEO. Ella, acostumbrada a esquivar el fuego cruzado de la misoginia, zanja la cuestión rezumando ironía y hablando de sí misma en tercera persona: ‘Es una de esas zorras duras. Se cogerá 36 horas de permiso de maternidad. Responderá mails mientras se recupera. El niño nunca la verá’. No es baladí que la alusión expresa de este miedo venga de un parvenu, de alguien no familiarizado con los códigos de clase de Shiv. En el mundo de los Roy –no olvidemos que su madre, Caroline, es una lady británica–, ser madre nunca ha sido un problema. Los trabajos maternos se han subrogado siempre. La crianza no es un conflicto porque la llevan a cabo otras. ‘Al ver las cinco mujeres CEO incluidas en la lista de los 50 mejores CEO de Forbes España, pienso en que, posiblemente, la mayoría de ellas proceden de entornos en los que tener hijos no sugiere ningún problema o impedimento: varias de ellas provienen de las familias más ricas de España y de tradición empresarial —son élite—; otras han heredado el negocio familiar y solo una de ellas —Beatriz Corredor— parece haber hecho uso del “ascensor social” —posiblemente con “puerta giratoria mediante”— para alcanzar su posición. Imagino que todas estas mujeres son mujeres acostumbradas a disponer de ayuda en sus crianzas y, seguramente, sus familias también la tuvieron, así que su normalidad pasa por apoyar la crianza de los hijos  —que externalizan o, más bien, internalizan— en otras mujeres que se encargan de sus cuidados mientras ellas trabajan’, apunta Victoria Gabaldón, fundadora de MaMagazine, revista trimestral sobre maternidades en diversos ámbitos. 

Una escena posterior en el mismo episodio, entre Shiv y Caroline, lo deja claro: este privilegio de que su hijo no sea un impedimento en su carrera es heredado. ‘Yo ni lo veré, es la tradición familiar’, vuelve a remachar Shiv, no exenta de resentimiento, ante la sorpresa de la madre ante su embarazo. Crecer rodeada de tatas y salus te hace interiorizar que las cosas son así, que la madre por excelencia es una madre que delega, aunque delegar para triunfar no sea en absoluto exclusivo del 1%: la mujer que desarrollar una carrera profesional exitosa en competitivo mundo corporativo contemporáneo con frecuencia no puede ser una madre presente, independientemente de si puede costear a la cuidadora de sus vástagos con más o menos facilidad económica o con más o menos sentimiento de culpa. Para Sandra Obiol el hecho de delegar no implica que trabajen menos: ‘Obviamente tienen una posición de privilegio. No sólo por los recursos económicos que tienen, sino por la posibilidad que seguramente tendrán de gestionar su jornada laboral. Hay como acomodaciones a las normas sociales. Pueden ser maternidades intensivas pero con las que se negocia. No paso tanto tiempo con mi hijo como debería pero paso mucho tiempo eligiendo los mejores colegios, las mejores actividades, las mejores cuidadoras…’.

La investigadora y activista pro equidad Laura Sagnier lleva también años analizando las tensiones que la desigualdad laboral produce económica y emocionalmente en la vida de las mujeres en los entornos de dirección –ella misma fue directiva durante seis años, antes de caer en un burnout de libro que le obligó a alejarse del trabajo–, y si hay algo que han dejado patente sus investigaciones, es que: ‘La maternidad es muchísimo más fácil cuando tienes dinero’. A mayor nivel económico, se abandona menos el trabajo, y al acceder a cargos mejores, se puede tener toda la ayuda necesaria en casa’. Desde el punto de vista de Sagnier, necesitamos que estas mujeres abanderen la causa de la corresponsabilidad y la conciliación, tal y como hace Susan Wojcicki, CEO de Youtube. ‘Pero ellas viven una realidad ficticia, que no se parece en nada al día a día de las mujeres, estas mujeres son muy importantes para la causa pero son ejemplos muy irreales. Su trabajo podría ser transformador desde sus lugares de poder si entendieran bien que la vida de las otras mujeres no son como las suyas. A veces he escuchado a mujeres de mucho privilegio que no han conocido la maternidad real –aquí menciona el libro Maternidades precarias de Diana Oliver–. ¿Cómo van entonces a comprender las tensiones que conlleva?”. De todos modos, Laura se atreve a apostar a la carga mental, lo que ella denomina la losa de hormigón, la siguen llevando ellas, como una suerte de dobles CEO. “Apostaría a que la organización de lo que pasa en la casa y en los hijos la gestionan ellas”. 

Siguiendo con la cuestión de clase y abriendo el foco a los demás personajes de la serie que miran desde abajo a Shiv, observamos que las directivas intermedias de Waystar Royco no son madres. Gerri no tiene hijos, Cyd no tiene hijos, Karolina probablemente no los vaya a tener. O al menos, no son presentadas como madres. En su mundo no hay sitio para los cuidados, no hay mención a las maternidades. Sin duda entre las guionistas de la writer’s room de Succession tiene más presencia la gravedad de las losas de hormigón y los sesgos inconscientes de género de la cultura empresarial hacia la maternidad que los brillos despejados de los techos de cristal de Shiv, y eso se nota en los conflictos que dibujan. Georgia Pritchett, guionista y productora ejecutiva de la serie, quien se ha significado en múltiples ocasiones contra la desigualdad de género del mundo audiovisual, reconoce cómo tuvieron que empaparse de toda una serie de códigos de la vida cotidiana de las élites, ignota para el pueblo llano. Al fin y al cabo son guionistas asalariados escribiendo sobre la vida de los ricos. La última vuelta de tuerca del género Eat the rich sería contarnos quién y cómo cuidan al hijo de Tom y Shiv. Me gustaría ver a Georgia Pritchett contándonos los conflictos de una maternidad –tan desconocida para nosotros como el resto de su mundo– privilegiada al otro lado del techo de vidrio templado. Quiero ver ese spin-off antes de asumir que a Shiv Roy lo último que le ha penalizado ha sido su incipiente embarazo.

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