Por qué se han tardado 17 años en hacer un documental sobre Yayoi Kusama
La directora de ‘Kusama: Infinity’, que se ha podido ver en Madrid Fashion Film Festival, explica cómo descubrió a la artista japonesa.
“En muchos momentos, conseguir hacer esta película fue un viaje doloroso”, admite Heather Lenz, orgullosa al ver estrenado el documental Kusama: Infinity después de 17 años de trabajo. Lo presentó a principios de año en el festival indie de referencia, Sundance, y ha sido una de las piezas proyectadas durante la cuarta edición de Madrid Fashion Film Festival (14 a 17 de octubre), del que S Moda es media partner.
Hoy día la figura de la artista japonesa Yayoi Kusama (Matsumoto, 1929) es un misterio y un icono: vive en un psiquiátrico desde 1977, el MoMA la reconoce como “una parte vital de la escena neoyorquina desde final de los cincuenta a principios de los setenta, con un estilo distintivo con aproximaciones asociadas al expresionismo abstracto, el pop art o el arte feminista”. Sus infinity rooms llenas de espejos y lunares de todos los colores y tamaños copan Instagram, Louis Vuitton colaboró con ella para una colección cápsula en 2012 y este verano lanzó una línea de monopatines disponible en la tienda del MoMA.
Pero cuando Lenz la descubrió y se vio deslumbrada por su obra no era un personaje tan popular. “Empecé a interesarme por ella en los noventa y el primer borrador del guión para el documental lo hice en 2001”, relata la directora. Pero le costó convencer a los inversores de que la vida de Yayoi Kusama merecía ser contada: “Al igual que Kusama, esta película fue una adelantada a su tiempo. Para ponerlo en perspectiva: desde que presenté la idea, todo el mundo me preguntaba por qué quería hacer una cinta sobre una ‘extranjera’. Hasta hace muy poco no se ha visto verdadera diversidad en las pantallas”.
El otro gran problema al que se enfrentó fue el de decidir hacer una película sobre una mujer artista: “Estudié Historia del Arte, y en clase solo estudiábamos a un puñado de mujeres artistas por cada mil artistas masculinos. Cuando descubrí a Yayoi Kusama vi que sus contribuciones al mundo del arte estadounidense no habían sido reconocidas, apreciadas o comprendidas adecuadamente. Entonces ella no era la superestrella que es ahora, por lo que no fue fácil convencer a la gente de que era un tema digno para una película”.
Tuvo que poner mucho empeño en sacar adelante el documental: “Karen Johnson, mi productora, ha trabajado conmigo desde 2004 en este proyecto y ambas hemos hecho muchos sacrificios para que vea la luz. Dicen que la ignorancia es una bendición. ¡Si hubiéramos sabido todo a lo que nos íbamos a enfrentar probablemente habríamos huido al principio!”. Persistieron, pese a las dificultades económicas, acentuadas por los años de crisis económica. “Cuando los mercados colapsaron en 2008 estábamos muy endeudadas por la película y fue muy complicado sacar el proyecto adelante. Las artes generalmente se consideran frívolas e indignas de la financiación de la que otros temas documentales considerados ‘más serios’ disfrutan naturalmente”, lamenta.
Antes de rodar Kusama: Infinity, Lenz había dirigido dos cortos, Intertwined Lives y Back to Back. Trataban sobre hermanos gemelos el primero y sobre bicicletas el segundo. ¿Qué la llevó a buscar un nuevo campo y apostar por una artista? “Yayoi Kusama es una artista brillante, pero hoy en día creo que lo que la hace más atractiva es su tenacidad. Se atrevió a soñar a lo grande. El camino no fue fácil, pero ella nunca se rindió. Su historia es muy inspiradora. Además, es una de esas personas que hacen que el mundo sea más emocionante y menos aburrido; también hay magia en eso”.
Además, con sus performances se convirtió en un símbolo feminista y es una pacifista convencida. “Creo que su activismo viene porque creció durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo que dejar la Secundaria para trabajar en una fábrica militar. Durante la guerra de Vietnam, cuando vivía en Nueva York, organizó happenings contra el conflicto. En mis conversaciones con ella, a menudo ha expresado que su gran deseo es la paz mundial”, explica la directora. Su primera cita tuvo lugar en 2007. Lenz recuerda que para preparar esa esperada reunión aprendió “protocolo japonés y los rudimentos de conversación básica” en el idioma, pero al salir del ascensor Kusama le dio la mano “siguiendo las costumbres occidentales” y se dirigió a ella en inglés.
Esos encuentros le sirvieron para poder contar la historia de “una artista internacional, de la que se ha dicho que llevó Oriente a Occidente cuando se mudó de Japón a Estados Unidos y luego hizo lo contrario cuando volvió a casa”. En esos años, Yayoi Kusama se convirtió en una de las artistas femeninas vivas más cotizadas, rompiendo récords en las subastas, y en inspiración para el mundo de la moda. “Diseñó ropa en los sesenta, y más tarde Marc Jacobs se inspiró en su obra y colaboraron en una línea para Louis Vuitton. Su trabajo es llamativo y tiene un espíritu vibrante y un gran estilo, por lo que es fácil ver por qué la industria de la moda se rinde ante ella”, apunta la directora.
Esa relación con la industria de la moda y el diseño es solo una de sus facetas, algo que Lenz tuvo que tener en cuenta al realizar el documental, cuya concepción fue cambiando a lo largo de los 17 años que pasó trabajando en él, conforme la fama de Kusama crecía. “Algunas partes de la historia son idénticas a la forma en que las imaginé al principio y otras cambiaron. Cuando empecé, imaginé el final de la historia en la Bienal de Venecia de la década de 1990, cuando Kusama fue elegida como primera mujer seleccionada para representar a Japón. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y su carrera avanzaba, vi que ese final ya no tenía sentido. Ahí es cuando me concentré en una versión diferente, en cómo se ganó aceptación en su país de origen y en su ciudad natal, combinándolo con cómo logró su éxito actual. El objetivo era encontrar un final atemporal, que no quedara desfasado al instante”.
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