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Cómo afecta la prohibición de la purpurina al maquillaje

Esta semana ha entrado en vigor el reglamento de la Comisión Europea que prohíbe la venta de este elemento decorativo con el objetivo de reducir los microplásticos que contaminan los océanos.

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«El objetivo no es prohibir la purpurina, sino reemplazar la purpurina de plástico por otra más respetuosa con el medio ambiente que no contamine nuestros océanos». Así de sencilla y directa es la explicación que la Comisión Europea da en su página web para justificar el fin de la venta de la purpurina tal y como resultaba más habitual encontrarla hasta ahora. «Reglamento sobre la restricción de los microplásticos» es el nombre con el que se conoce el Reglamento (UE) 2023/2055, aprobado el pasado 25 de septiembre y que ha entrado en vigor este 17 de octubre, para «restringir las micropartículas de polímeros sintéticos en sí mismas o añadidas intencionadamente a mezclas». Esta medida, como subraya la institución comunitaria, no implica la desaparición de este elemento decorativo, sino que marca el inicio de su transformación: [la prohibición de la venta] «solo se aplica a la purpurina hecha con plástico no biodegradable e insoluble. Las purpurinas biodegradables, solubles, naturales o inorgánicas no se consideran microplásticos y pueden seguir vendiéndose».

Por el momento, la purpurina plástica decorativa y de manualidades o la incluida en juguetes y textiles (salvo algunas excepciones, según matiza la Comisión) ya no se puede comercializar; debe ser sustituida por alternativas biodegradables sin microplásticos. De hecho, en industrias como la cosmética, la investigación en el apartado de sostenibilidad en los últimos tiempos transita ese camino, para conseguir brillos libres de esas partículas contaminantes. «Se ha avanzado mucho en el campo de las purpurinas y hoy podemos tener estos acabados y calidades en productos biodegradables», señalaba en esta reciente entrevista con S Moda Diane Kendal, maquilladora de Rabanne. Algunos productos cosméticos que incluyen la purpurina ‘tradicional’, anterior a la nueva normativa, cuentan con una moratoria para su comercialización, lo que la Comisión Europea denomina «periodo transitorio» en un apartado del reglamento en el que señala que «la purpurina plástica suelta utilizada como producto cosmético, así como los cosméticos que contienen purpurina, gozan de periodos transitorios específicos y pueden seguir vendiéndose» hasta determinados momentos, según en qué categorías estén incluidos: uno de esos plazos es hasta el 6 de octubre de 2027, otro el 16 de octubre de 2029 (para los cosméticos sin aclarado, precisan) y un último plazo hasta el 16 de octubre de 2035, «para maquillaje y cosméticos para labios y uñas». La Comisión recalca que, en todo caso, «a partir del 17 de octubre de 2031 hasta el 16 de octubre de 2035, para seguir vendiéndose, los productos de maquillaje, labios y uñas deben llevar una etiqueta que indique que contienen microplásticos».

Tras presentar este reglamento para la restricción de microplásticos el pasado septiembre, la Comisión explicó que se trataba de una medida urgente, dado que «se calcula que cada año se liberan en la UE 42.000 toneladas de microplásticos añadidos intencionadamente a los productos». Estas partículas contaminan muchas veces los mares y océanos (Greenpeace estima que entre un 21% y 54% de todas las partículas de microplásticos del mundo se encuentran en la cuenca del Mediterráneo) e incluso llegan a incorporarse en los alimentos. «Las nuevas normas evitarán la liberación al medio ambiente de aproximadamente medio millón de toneladas de microplásticos», subrayaba la Comisión en septiembre para confirmar con cifras la importancia de la nueva medida. Evitar la presencia de estos elementos sintéticos en los alimentos es, destacaba entonces el organismo, una de sus prioridades: «Una vez en el medio ambiente, los microplásticos no se biodegradan y no pueden eliminarse. Se acumulan en los animales, incluidos los peces y los mariscos, y, por tanto, los seres humanos también los consumen por medio de los alimentos (…) Su liberación continua contribuye a la contaminación permanente de nuestros ecosistemas y cadenas alimentarias».

La mayor parte de la purpurina que se comercializaba hasta la fecha está creada con una combinación de aluminio y tereftalato de polietileno (PET), un material resistente a la biodegradación, y según explican en Today Glitter (compañía de biopurpurina nacida en Miami), el inventor de este brillante producto fue el ganadero y maquinista estadounidense Henry Ruschmann, que en 1934 diseñó en Nueva Jersey una máquina mezcla de trituradora de papel y de madera que podía moler el plástico hasta convertirlo en purpurina. Con el inicio del fin de la venta de las purpurinas plásticas marcado por la Comisión Europea se espera «una reducción del 70% de las emisiones de microplásticos, lo que en los próximos 20 años equivaldría a evitar la emisión al medio ambiente de aproximadamente medio millón de toneladas de estos productos», explican en la web del despacho de abogados Garrigues.

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