Siete razones por las que deberías hablar de pornografía con tus hijos
El acceso al porno es fácil, gratis y rápido. En sociedades donde la educación sexual es una asignatura eternamente pendiente, los más pequeños encuentran en el cine X una enciclopedia virtual y gráfica donde explorar el mundo del sexo.
Evitar que los adolescentes vean pornografía a una edad cada vez más temprana es una batalla perdida, por eso muchos educadores y hasta gente relacionada con esta industria optan por la idea de desmitificarla hablando de ella. Erika Lust, directora de cine porno feminista, ha creado el proyecto The Porn Conversation, una serie de recursos para ayudar a los padres a dar un paso más en las conversaciones de sexo con sus hijos y a hablar abiertamente de pornografía con ellos. Para Lust, la misión de su iniciativa es brindar a los adultos y educadores la oportunidad de ayudar a los adolescentes a tomar decisiones inteligentes e informadas con respecto a la pornografía.
Como apunta el estudio de la Universitat de les Illes Balears, Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes (2019), firmado por Lluís Ballester, Rosario Pozo y Carmen Orte, “el programa de Alfabetización porno (2016-2017) es una experiencia, en el marco de un estudio piloto liderado por Emily Rothman, profesora adjunta de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Boston, quien ha dirigido muchos estudios acerca de la violencia en las relaciones interpersonales, así como del uso de la pornografía por parte de los adolescentes. Rothman ha diseñado un currículum que evita asustar a los jóvenes haciéndoles creer que la pornografía es adictiva o que arruinará sus vidas y sus relaciones, además de pervertir su libido. Por el contrario, ella se ha centrado en el hecho de que la mayoría de los adolescentes ven pornografía, la seguirán viendo y será imposible evitarlo; por lo tanto, adopta el enfoque de que enseñarles a analizar lo que ven es mucho más efectivo que solo desear que los adolescentes vivan en un mundo sin porno”.
“La pornografía puede estar bien como herramienta, como estímulo sexual, pero es un mal modelo de aprendizaje”, señala Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “por eso es muy importante que padres y educadores hablen de ese tipo de películas con los adolescentes y comparen lo que se ve en pantalla con lo que sucede en el mundo real”. Aquí van siete razones para convencerte de que, aunque sea un mal trago, tienes que sentarte con tu hijo adolescente para hablar de porno.
1. Porque con el porno saben toda la teoría antes que la práctica
El sexo es una de las pocas cosas de las que no tenemos referencias directas. De pequeños vemos a nuestros padres trabajando, divirtiéndose o discutiendo, pero no vemos a nadie practicando el sexo, lo que recubre esta actividad de todo tipo de misterios y leyendas urbanas. La pornografía convierte a los más jóvenes en voyeurs de cosas que nunca han experimentado por sí mismos y, por lo tanto, de asuntos que no tienen la facultad de criticar.
Es como si un marciano llegarse a la Tierra y lo primero que viera fueran esas películas chinas en las que los protagonistas, expertos en artes marciales, vuelan parcialmente. Es muy probable que el alien se hiciera la idea de que los humanos pueden ejecutar ese tipo de movimientos. “Yo diría que es como si alguien que no tiene nociones de conducción se pusiera al volante de un coche después de ver Mario Kart”, señala Noemi Domínguez, sexóloga y psicóloga del gabinete de psicología Lo bueno si breve, en Barcelona. Domínguez da charlas sobre sexualidad en los colegios y recuerda cómo “cuando se trata el tema de la pornografía y se les dice que es algo así como la ciencia ficción del sexo los chicos exclaman: ¡pero eso está pasando y es de verdad, no son efectos especiales! Y aunque les comentes que son actores, que la película se ha rodado con muchos cortes y en muchas horas, y que hay hasta dobles, su percepción es que lo que están viendo es, cien por cien, real”.
2. Porque se acostumbran a estímulos muy intensos
“Crecer con las imágenes de alto voltaje, propias del porno convencional (hay otras pornografías más sutiles, pero generalmente no son gratuitas, ni las primeras que aparecen en los buscadores) es altamente determinante en una edad en la que se está construyendo el deseo”, apunta Francisca Molero. “Si se habitúan a esos estímulos, poco frecuentes en la vida real, se sentirán luego frustrados en sus futuras relaciones. Esto ocurre a menudo con los adultos, cuando pasan por una época sin pareja en la que recurren al porno para masturbarse, y aprenden una pauta de comportamiento que luego no funciona en el mundo analógico”.
En cierta manera el abuso del porno, esa capitalización del sexo, desensibiliza, pide siempre más, se vuelve consumista y eternamente insatisfecho. La pornografía, como la economía, debería decrecer.
3. Porque el porno comercial atribuye gustos generalizados y por géneros
Lo que más gusta a los hombres es el sexo oral (y si se les mira a la cara mientras se ejecuta, mejor que mejor), las mujeres también disfrutan si se les toca los genitales fuertemente o con el sexo anal. Son algunas conclusiones a las que podría llegar un alienígena, sobre los gustos sexuales de los humanos, si viera porno. Aunque esto no siempre es así en la realidad, son verdades incuestionables en las películas X, “¿Qué ocurre si a un adolescente no le gustan, especialmente, ese tipo de prácticas? Pues que será raro y hará todo lo posible por encajar en el molde, para ser cool y molar a sus parejas”, cuenta Noemi Domínguez.
“A mi consulta han llegado chicas jóvenes preguntándome qué podían hacer para que el sexo anal les dejara de doler y les emperezara a gustar”, recuerda Francisca Molero, “pero igualmente, hay chicos que se autodiagnostican con eyaculación precoz sin motivo porque no aguantan tanto como los actores de las cintas porno”. La pornografía es la que dicta las prácticas que son tendencia y que debemos realizar para estar al día, porque ser tachado de moña en la adolescencia es peor que la peste.
4. Porque erotiza la violencia
Como apuntaba el estudio de la Universitat de les Illes Balears, “según la investigación, realizada sobre datos de EE UU, titulada The impact of Internet pornography on adolescents: A review of the research (Owens, Behun, Manning, Reid, 2012), la exposición a material pornográfico en la red en edades tempranas es causa y consecuencia de la creencia de que la mujer es un objeto sexual, distorsiona la realidad de lo que es el sexo y, en varones con tendencia a la agresividad sexual, ésta se ve claramente aumentada (…) Así mismo, el informe anterior concluye que aquellos adolescentes que consumen pornografía de contenido sexual violento tienen significativamente más probabilidades de vincularse a agresiones sexuales”.
“Manadas’ y ‘violaciones’ son las búsquedas más habituales en las webs porno”, comenta Domínguez, “hay una asociación brutal entre mi excitación sexual (la del hombre) y el sufrimiento o el sometimiento del otro (la mujer). Se erotiza el poder, el miedo y la vulnerabilidad de los más débiles”.
El porno ha evolucionado y cada vez exige imágenes más impactantes. Si comparamos el de ahora con el de los años ochenta, vemos que prácticas como el bukake (donde una serie de hombres se turnan para eyacular sobre una persona, generalmente mujer y en actitud de víctima), que apenas aparecían antes, son ahora habituales. El sexo grupal es una práctica que ha arraigado entre los adolescentes, porque engulle o disimula la inexperiencia o timidez de alguno de sus miembros, que se refugia en la fuerza del grupo.
5. Porque el porno no habla de consentimiento, no gestiona la frustración ni los contagios
Todo lo que ha tenido que pasar para que dos o más personas tengan sexo consentido y todo lo que puede ocurrir después de la relación, si esta no se ha llevado a cabo de forma sana y responsable, desaparecen en el porno, que vive solo en el presente continuo.
En el universo de las películas X todo transcurre de forma feliz y fluida, como si los participantes tuvieran el poder de adivinar los pensamientos y deseos del otro. “Las relaciones sexuales que ilustra la pornografía son siempre perfectas, todo el mundo disfruta, nadie se daña ni está en desacuerdo a la hora de hacer determinadas cosas. Todo transcurre de manera irreal y utópica, incluso sin consenso”, señala Francisca Molero. “Pero en la realidad esto casi nunca ocurre. A menudo hay que cambiar de plan o de práctica porque a alguien le resulta molesta o poco placentera, hay que preguntar determinadas cosas y llegar a acuerdos, hay que utilizar preservativo, hay que evitar la secuencia ‘penetración anal-vaginal’ porque puede desembocar en infecciones. Este tipo de películas no contemplan las ETS, ni los gatillazos, ni la frustración cuando los planes no salían como estaba previsto. No se trata de meter miedo a la gente con las consecuencias indeseadas de la actividad sexual (como desgraciadamente se ha hecho con la poca educación sexual que ha habido hasta ahora), pero estos aspectos también existen y hay que tenerlos en cuenta”.
6. Porque resta creatividad a las relaciones y supone un tratado de anatomía comparativa
Las películas para adultos muestran una coreografía que la gente tiende a imitar, especialmente los más inexpertos que no cuentan con referencias reales. Esto hace que las relaciones tiendan a adoptar el mismo esquema (besos, sexo oral, penetración, sexo anal, eyaculación del varón); de manera que las que no lo sigan o no cubran todos los puntos parezcan incompletas o de tercera división. Un poco menos de imaginería sexual nos haría más creativos en la cama, más fieles a seguir nuestros propios instintos o gustos personales y más irreverentes con el guion que la pornografía ha escrito ya para nosotros.
Los cuerpos que se ven en el porno mainstream responden también a una estética muy limitada. Ellos son musculosos, bronceados, con tatuajes y un enorme miembro; mientras ellas son delgadas con enormes pechos y sin vello púbico. Ante esta falta de variedad, la anatomía comparativa es inevitable y muchos adolescentes pueden salir mal parados en esa errónea pero inevitable equiparación.
7. Porque en el porno no hay sensualidad ni erotismo
La obsesión del porno comercial por la mecánica del sexo deja fuera al erotismo, la sensualidad, los afectos. “Los más jóvenes tienen asumido que esto ocurre en las películas X”, comenta Noemi Domínguez, “pero no es algo que les resulte chocante porque consideran que los sentimientos en las relaciones sexuales se dan únicamente con la pareja. Si uno tiene sexo con alguien al que no le aten lazos sentimentales, dan por sentado que será algo frío y mecánico”.
Desgraciadamente, esta errónea visión del sexo le debe mucho a la pornografía. “Aunque queramos no podemos desligar el placer físico de un cierto grado de afectividad, incluso aunque el acto sexual se haga con completos desconocidos”, apunta Francisca Molero. Pero las nuevas generaciones se posicionan en los extremos, según subraya Domínguez. “Por un lado, los que tienen pareja disfrutan, o deberían disfrutar, de los innumerables beneficios del amor romántico con todas sus expectativas de placer; mientras que los que no han encontrado aún a su media naranja deberán contentarse con un sexo desprovisto de afecto, sensualidad o erotismo y enfocado únicamente a la autosatisfacción. Un sexo consumista, donde la cantidad importa más que la calidad”.
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