¿Harías el amor con un androide?
Según los expertos en robótica e inteligencia artificial, los robots sexuales invadirán nuestras camas en 2050. ¿Estamos nosotros preparados para recibirlos?
Hace algunas décadas, cuando la tecnología se perfilaba como la artífice de la sociedad del ocio, los robots eran esos seres artificiales que nos librarían del trabajo sucio y que nos proporcionarían incontables horas libres para aprender, disfrutar, descansar y dedicarnos a nuestros pasatiempos favoritos. Un poco más tarde, descubrimos que la utopía no sólo no se cumplió, sino que las máquinas quitaron el trabajo a la mitad de la población y se lo incrementaron a la otra mitad, con lo que empezamos a verlas con algo más de desconfianza. Pero los androides, que no son tontos, empiezan a cambiar de estrategia y, visto que el panorama laboral es cada vez más negro, las condiciones de trabajo más austeras y los salarios más bajos, han decidido reemplazar a los humanos, no es sus tareas más ingratas, sino en la más placentera de todas: el sexo.
Si hacemos caso al Pew Report on Robots, un estudio llevado a cabo por el Pew Reserch Center, el pasado agosto, titulado AI Robotics and the Future of Jobs, que incluye visiones de expertos sobre los avances en inteligencia artificial y robótica, y su impacto en nuestros trabajos y empleo, nuestras preocupaciones no deberían dirigirse hacía si los humanoides nos hacen la cama y se quedan con nuestro despacho sino que lo que debemos temer realmente es que nos la deshagan con nuestro partenaire y se queden tan frescos.
Las conclusiones del estudio no son nada novedosas a nivel laboral. Los avances en tecnología y robótica nos librarán de los trabajos más pesados y puede que también nos priven, contra nuestra voluntad, de algunos que nos pagaban las facturas, pero al mismo tiempo crearán nuevas profesiones y, sobre todo, redefinirán la idea que hasta ahora hemos tenido del término trabajo y de lo que se espera de un asalariado o profesional liberal. El estudio empieza a ponerse interesante cuando Stowe Boyd, de la compañía Gigaom Research, dice que para el año 2025 “los robots sexuales serán algo habitual, a pesar de que puedan ser fuente de desprecio y divisiones”. Y continúa argumentando que estas maquinitas lujuriosas “serán vistas por sus detractores, tal como ahora muchos identifican a los selfies, como un signo de todo lo malo que ocurre en el mundo”.
Stowe Boyd no es el único que predice este enorme tsunami en la sexualidad planetaria. Ya antes David Levy, campeón de ajedrez y experto en inteligencia artificial, se había explayado a gusto al respecto en su libro Amor y sexo con robots (2008, Paidós), donde auguraba que en 2050 habría androides diseñados para satisfacer nuestras necesidades sexuales y afectivas. No estamos hablando de una obra de ciencia ficción. Este autor es la única persona que ha ganado el premio Loebner –competición anual para determinar que chat software es el más realista– en dos ocasiones (1997 y 2009).
David Levy ha vuelto a la actualidad por su colaboración con Adrian David Cheok, profesor de computación ubicua –integración de la informática en el entorno de la persona– en la London City University. Como cuenta un reciente artículo de la revista Newsweek, Cheok ha desarrollado un sistema llamado Kissinger que permite dar besos a distancia con la sensación física incluida, gracias a un set de labios artificiales y sensibles que trasmiten el beso desde una boca real a la de alguien que disponga de esta aplicación. El último modelo de Kissinger se ha diseñado para smartphones, y se cree que estará disponible en el mercado a mediados de 2015.
Levy, de 69 años, y Cheok, de 42, trabajan actualmente en el desarrollo de un proyecto llamado I-Friend, un software muy sofisticado que incluye emociones, personalidad y estados de ánimo. Según afirma Levy en el artículo, “puede configurarse con cualquier fin que el mercado requiera. Puede ser, por ejemplo, un juguete, un animal, una criatura de otro planeta o un avatar web, apto para discutir sobre una empresa y sus productos o hacer las veces de un novio/a virtual”. I-Friend estará también equipado con un cuerpo caliente, labios que se muevan, habla y órganos sexuales inteligentes. Los primeros robots sexuales serán algo primitivos, pero irán perfeccionándose con el tiempo.
Firme partidario de estos artefactos, Levy, comenta a Newsweek: “Creo que los robots sexuales supondrán un gran boom en la sociedad. Hay millones de personas ahí fuera que, por una u otra razón, no pueden establecer este tipo de relaciones. Pero habrá que esperar hasta mediados del presente siglo para referirnos a un androide al que la gente pueda ver como un compañero, amante o posible esposo”.
¡¡¡Esposo/a!!! Gritarán muchos. Pues no se crean, los sondeos que se han hecho al respecto revelan que nuestra actitud hacia estos amantes artificiales es mucho más tolerante de lo que pudiéramos imaginar. Según una encuesta llevada a cabo en el Reino Unido, y supervisada por el profesor Martin Smith, de la Middlesex University, el 46% de las 2.000 personas encuestadas estaría a favor de mantener relaciones sexuales con un robot y no verían con malos ojos a quienes lo hicieran. El pasado año, el Huffington Post junto con la firma de estudios de mercado YouGov, realizó otro estudio al respecto entre 1.000 adultos de EEUU. El resultado fue que el 9% de los participantes estaban dispuestos a irse a la cama con un ser artificial. Claro que, entre muchos, surgía la duda de si eso podía considerarse una infidelidad o no. El 42% creía que sí; el 31%, que no –¿se puede ser infiel con el vibrador?– y el 26% no lo tenía muy claro.
Parece que, a medida que pasan los años, la gente se muestra más partidaria de tener un compañero de hojalata, como en El Mago de Oz. La pregunta entonces es ¿estarán ellos preparados, o querrán aparearse, con los humanos?
Antonio Cala Hurtado es licenciado en informática, en la especialidad de Sistemas Físicos por la Facultad de Informática y Estadística de la Universidad de Sevilla, además de tener otras diplomaturas que lo convierten en un experto en computación, inteligencia artificial y robótica. Hurtado ha dado clases en diferentes universidades y ha trabajado para el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Este experto tiene amplia experiencia en el desarrollo de robots para ayudar a niños con autismo, con parálisis cerebral o a ancianos dependientes. “Es un tema muy amplio en el que interviene no sólo la rama de la inteligencia artificial o la robótica sino la filosofía, la psicología o la ética”, cuenta Hurtado. “Nosotros hemos constatado que la relación que se establece entre un ser humano y un androide es diferente a la de alguien con un software o un videojuego. La primera es más humana, porque tendemos a identificar el robot con otra persona y eso hace que se generen una serie de sentimientos. En los experimentos que hacíamos con niños con trastornos mentales o de conducta, en los que se diseñaron unos robots que los pequeños manejaban con joystycks, vimos cómo generaban sentimientos de interacción, sociabilidad, compañerismo. Existen ya robots de compañía y terapéuticos, como el japonés Paro –en España comercializado con el nombre de Nuke–, con la forma de bebé foca y diseñado para interactuar con grupos de personas dependientes”.
Sin embargo, Antonio Cala no cree que estos androides puedan sustituir nunca a los humanos porque no pueden tener sentimientos. “A día de hoy, se pueden imitar los mecanismos físicos y biológicos –tacto, vista, oído, la capacidad de ver la dimensión de un objeto, incluso el olfato–, pero no cualidades propiamente humanas como la intuición, creatividad, solidaridad, empatía o los sentimientos. La máquina puede anticipar que la persona está triste, se encuentra mal o va a ponerse enferma, mediante unos parámetros biológicos que tiene grabados en su programa. Gracias a eso ya hay robots que cuidan a personas mayores y que pueden predecir, por ejemplo, un infarto, pero eso no es intuición, aunque luego nos lo venda así la publicidad. Claro que para los partidarios de la idea de que los sentimientos no son más que una derivación de reacciones químicas, los robots podrían llegar algún día a igualar a los humanos”, comenta este experto.
El primer androide sexual, Roxxxy, se dio a conocer al mundo en Las Vegas durante la Exposición del Entretenimiento Adulto (ANV) en 2010, y causó sensación a pesar de tener muy pocas prestaciones, comparadas con lo que la tecnología puede ofrecernos en un futuro inmediato. Roxxxy pesaba 54 kilos, medía 1,73 m de estatura, tenía órganos sexuales y esqueleto articulado, aunque no se podía mover de forma autónoma y costaba entre 6.000 y 8.000 €. Los clientes podían personalizar su modelo, seleccionando por Internet el color de la piel, cabello e incluso sus medidas; y eligiendo entre cuatro personalidades diferentes: Wild Wendy, de carácter aventurero y extrovertido; Frigid Farrah, reservada y tímida; Mature Martha, maternal y S&M Susan, la dominante.
En la actualidad, muchos japoneses prefieren irse a la cama con muñecas hinchables de última generación y aspecto casi real, que con seres humanos. Yo misma cambiaria ahora mismo mi pequeño vibrador Sakura por muchos mastuerzos con los que me he topado. ¡Imagínense si además tuviera una anatomía, discutiera de literatura y arte moderno y le gustara ir al cine! Claro que también es cierto que lo más excitante del sexo no es sólo la fisiología, sino su carácter de aventura, con lo que finalmente llegaría un punto en que nos cansaríamos de esos amantes perfectos. Imagino entonces a los fabricantes creando robots que tengan gatillazos, falta de deseo, que sean unos chapuzas con el sexo oral, con prontos inexplicables y hasta que sean bipolares, para darle más emoción al asunto. Con lo cual estaríamos de nuevo en el principio de todo pero, ¿no es eso la historia, avanzar en círculos?
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