Directoras en clave teatral
El número de mujeres dirigiendo sobre las tablas crece sin freno. Su forma de entender (y amar) los textos se puede disfrutar este verano en los principales certámenes de teatro clásico.
AHelena Pimenta, directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, le cambia la cara cuando recuerda el momento en que decidió dejar su plaza de profesora para dirigir teatro. «Mi hijo me dijo: “Ama, ¿de qué vamos a comer?». Han pasado más de 30 años con una trayectoria envidiable. Tuvo miedo. «El primer día. Solamente ése». Magüi Mira, Laila Ripoll, Esther Pérez Arribas y Karina Garantivá también optaron por la dirección teatral. Siguen en minoría pero cada vez son más. Solo este verano van a pasearse por los festivales clásicos una veintena de producciones conducidas por mujeres.
Salvo Pimenta, el resto fueron actrices antes que directoras. Mira por una mezcla de inconsciencia y vanidad. «José Carlos Plaza me llamó diciendo que tenía un texto maravilloso y que solamente lo podía dirigir yo. Y me lo creí. Luego supe que se lo había ofrecido antes a medio universo. Pero fue después». Corría el año 2000, y hoy, 14 montajes después, tiene dos éxitos en cartel: Katie y el hipopótamo, con Ana Belén, y En el estanque dorado, con Lola Herrera y Héctor Alterio. Con esa satisfacción lleva a Mérida Pluto, de Aristófanes, una sátira brutal sobre el mundo de la política.
Ripoll, al frente de Así es, si así fue, un texto poético y místico de Juan Asperilla que pisará Cáceres y Alcalá, es la única que ha mamado el oficio desde niña. Lo tenía claro desde que, con seis años, vio trabajar a su madre, Concha Cuetos, o cuando acompañaba a su padre, Manuel Ripoll, a los ensayos de Estudio 1. «Este oficio pasa de padres a hijos», dice. Pérez Arribas y Garantivá asumieron este riesgo casi por casualidad, así que no hubo mucho tiempo para el vértigo.
Amor por los clásicos. Ripoll, Pimenta y Pérez Arribas han elaborado el grueso de su carrera sobre ellos. De hecho, las dos últimas son filólogas. Garantivá se enfrenta a su primera dirección seria y el género le resultaba una garantía. Magüi Mira eligió Aristófanes tras recibir el encargo de Mérida: «Quería una comedia, algo ácido».
Cinco mujeres con las ideas claras, de generaciones diferentes y con trayectorias distintas. Todas repiten una idea: la importancia del trabajo en equipo. Para Esther Pérez Arribas, una máxima: «Nosotras entendemos muy bien lo que es la cooperación». Y sí, también ellas confirman haber tenido que dejarse la piel en el camino a pesar de pertenecer a un sector mentalmente más abierto («Tenemos más parcelas de libertad que en los consejos de administración», dice Laila Ripoll). Garantivá puntualiza: «En el mundo de la cultura no estamos para dar lecciones».
Les duele, pero no hablan desde el rencor cuando Ripoll, por ejemplo, recuerda que tuvo que encerrarse en un camerino para que un fanfarrón no le partiera la cara, o al rememorar que algún técnico prefería resolver cualquier duda con el conductor antes que con ella en una gira.
Se manejan en un mundo mayoritariamente masculino. Así lo expresa Esther Pérez Arribas: «Han pasado cuatro siglos desde el Siglo de Oro y todavía tenemos que estar reivindicando nuestro sitio en el teatro». Y más en el clásico, parcela en la que hay tres papeles para hombres por cada papel femenino. Garantivá ha hecho los cálculos porque forma parte de una compañía fraguada solo por mujeres, Primas de riesgo. Laila Ripoll, Helena Pimenta y Pérez Arribas prefieren valorar lo cualitativo: «El teatro clásico es reflejo de la sociedad de su época, pero hay personajes femeninos deliciosos e importantísimos», sostienen.
No comparten la idea de que haya un sello femenino, pero sí coinciden en lo que les mantiene en la dirección teatral. Y Ripoll lo resume: «Me gusta el teatro. Entero».
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