Ariane Ochoa: «En el surf femenino ha primado más la imagen que los logros»

A Ariane Ochoa (Bilbao, 23 años) el amanecer suele encontrarla introduciéndose en las aguas de la playa de la Sopelana, en la costa del País Vasco. Allí se desplaza cada mañana –desde su residencia de alto rendimiento en Getxo– para entrenar antes de que el lugar se llene de bañistas. Allí se deja la piel por su sueño y principal objetivo deportivo: clasificarse para los Juegos Olímpicos de París 2024, después de quedarse fuera de Tokio, en la última prueba del mundial de El Salvador. Y son precisamente las aguas de Sopelana las que le sirven de terapia para superar el bache y centrarse en lo siguiente: «Ha sido duro porque había puesto mucho esfuerzo en ello y me veía clasificada, pero la estrategia no funcionó en esas condiciones. A veces, aunque estés muy bien preparada, el mar es imprevisible y no te permite mostrar tu potencial. He analizado todo lo que falló y he hecho autocrítica, pero ahora tengo ganas de darle la vuelta a las equivocaciones y ya solo pienso en París. Tengo rabia buena que me empuja hacia ello. Soy joven, estoy muy motivada y poseo la calidad para conseguirlo».

Las cosas han cambiado mucho desde que Ochoa empezó a surfear con cinco años en los campamentos de verano de Hendaya, donde veranea desde que era niña. «Los comienzos fueron muy graciosos y espontáneos. Mis padres no tenían nada que ver con el surf así que perseguíamos a coches con tablas encima para descubrir nuevos sitios donde coger olas. Al final nosotros éramos de Bilbao y no conocíamos tanto. Fue todo exploración y preguntar a la gente. Poco a poco, empezamos a investigar cómo funcionaban las pruebas, las mangas y yo tomé la decisión de competir». Toda esa espontaneidad ha dejado paso a una carrera profesional que es ya un referente en el deporte español. «Que el surf haya pasado a ser deporte olímpico ha supuesto un antes y un después. En este momento tenemos los medios y las infraestructuras que necesitábamos para conseguir cosas grandes».

Ahora que el surf por fin ha obtenido el mayor reconocimiento como disciplina deportiva, a las surfistas les toca seguir peleando contra el machismo que ha rodeado el deporte desde sus inicios. «Las mujeres sufistas siempre nos hemos tenido que hacer un hueco en el agua. No nos lo ponían fácil ni siquiera cuando lo hacíamos por hobby. Solo cuando comprobaban que eras buena dejaban de robarte las olas. A nivel de premios la cosa se ha igualado mucho en los últimos años y ya no hay una diferencia salarial tan llamativa, pero era habitual, y todavía pasa, que a las chicas se las ponga a competir en el momento del día en que las olas son peores. Además, siempre se ha relacionado mucho el mundo del surf con las imágenes de chicas en bañador. Al final se vendía más un físico que a una mujer luchadora y deportista. Las marcas sí se fijaban más en los resultados de los chicos. Sin embargo, con las chicas primaba más la imagen que los logros».

Desde hace tres años, Ariane Ochoa ha encontrado en Oysho un patrocinador que ha sabido entender lo valioso que era su potencial como deportista. «Lo que más me gusta de trabajar con Oysho es que han buscado un gran proyecto de mujeres con un perfil deportivo similar, que estaban peleando duro por crecer. Me encanta la idea de pertenecer a una marca que piensa así. También me gusta mucho la ropa, su buen gusto y la alta calidad de los materiales. Con sus prendas voy siempre muy bien equipada».

Ochoa tiene que colgar la llamada por Zoom, los duros entrenamientos la esperan, pero antes explica qué es lo que le engancha tanto de este deporte y por qué decidió vivir por y para las olas del mar: «Me reconforta todo lo que hay que trabajar para avanzar muy lentamente. Aunque pueda parecer frustrante, a mí me motiva mucho. Soy muy luchadora y extremadamente competitiva y en el agua me siento libre».