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Los grandes magnates del lujo que prometieron donaciones para Notre Dame no han pagado aún

Las aportaciones más modestas, sin embargo, sí han llegado. ¿Qué está pasando?

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Getty Images
Clara Ferrero

Cuando el cielo de París aún estaba teñido de gris tras el grave incendio que sufrió Notre Dame el pasado 15 de abril, los franceses más acaudalados ya estaban poniendo la chequera encima de la mesa prometiendo jugosas sumas de dinero para contribuir a su restauración. El grupo LVMH, conglomerado que aglutina firmas como Louis Vuitton, Givenchy o Dior capitaneado por Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia y de Europa, fue el primero en comunicar que donaría 200 millones de euros a la causa. Su generosa aportación abrió la veda. La familia Bettencourt Meyers, propietaria de L’Oréal, igualaba la cifra y los Pinault, dueños del grupo Kering y, por tanto, de marcas Saint Laurent o Balenciaga, prometían la mitad: 100 millones de euros. Aunque otras empresas ajenas al sector del lujo hicieron lo propio (la petrolera Total, por ejemplo, aseguró que donaría otros 100), los titanes franceses de la moda y la belleza se coronaron como los salvadores de la catedral. De momento, tres meses después de la catástrofe, los donantes aún no han desembolsado lo prometido.

Tal y como publicaba El País, mientras que las ofertas de donaciones superan los 850 millones de euros, hasta la fecha el dinero recopilado no llega al 10% de esa cantidad. Aunque sí han llegado aportaciones más modestas, «los grandes donantes no han entregado nada. Ni un céntimo», aseguró un funcionario a la prensa, según recoge el diario británico The Guardian, que ha bautizado esta historia como La Parábola de los ricos esfumados. La publicación asegura que, a pesar de haber intentado contactar con las organizaciones y sociedades a través de las cuales los millonarios franceses iban a efectuar sus aportaciones, no han recibido respuesta.

Al parecer, uno de los motivos de este retraso podría ser que los donantes están esperando para elegir a qué acción concreta quieren destinar su dinero dentro del proceso global de restauración. «Es como si el proyecto de reconstrucción de una obra maestra del siglo XII fuera un desayuno bufé en el que cada uno puede elegir lo que quiera», critica sagaz el columnista de The Guardian Aditya Chakrabortty.

La falta de consenso y planes sobre cómo ejecutar la reconstrucción, que hasta ahora estaba en el aire, también podría haber influido. Sin embargo, Francia cuenta ya con una ley elaborada exclusivamente para regular lo que han bautizado como “la obra del siglo”. La normativa, que se aprobó el pasado 16 de junio, busca cumplir con el plazo propuesto por el presidente Emmanuel Macron: reconstruir Notre Dame en cinco años. La capital francesa espera recibir un aluvión de turistas dentro de un lustro puesto que se celebran los Juegos Olímpicos París 2024. Además, el ministro de Cultura francés, Franck Riester, apuntó que esta ley era necesaria para estar “a la altura” de las multimillonarias donaciones, «para recibirlas, alentarlas y garantizar a los cientos de miles de donantes que su dinero no acabará en otro sitio más que en Notre Dame», por lo que quizá ahora que existe una regulación legal los euros empiecen a llegar por fin.

Mientras tanto, 150 trabajadores que están asegurando y protegiendo la catedral, una tarea que todavía se prolongará varios meses, y que es necesario remunerar. También resulta primordial limpiar la zona del plomo del tejado del edificio que se volatizó durante el incendio y que supone una amenaza tóxica con la que es necesario acabar antes de entrar de lleno en la fase reconstrucción. Algunos empleados que trabajan en el proyecto consideran que los donantes prefieren que su dinero vaya a parar a la restauración de espacios concretos de Notre Dame, antes que destinarlos, en la sombra, a pagar sus sueldos. «Los multimillonarios tendrán acceso exclusivo a los planes de reconstrucción de un símbolo nacional y pueden vetar el proyecto, porque si no les gusta pueden retener las donaciones. El dinero siempre es el voto más poderoso, y ellos lo tienen», apunta Chakrabortty. Además, estos magnates se benefician del 66% de deducción fiscal amparado por las leyes francesas; una cantidad que para pequeños donantes de hasta 1.000 euros la nueva ley ha ampliado al 75% (el grupo Kering hizo pública su intención de renunciar a esta reducción de impuestos).

La implicación cultural del lujo

El dinero invertido en la catedral, al menos en teoría, por los magnates del lujo no es una excepción. Las firmas cada vez muestran mayor interés por colaborar en la conservación de monumentos y patrimonio cultural. Fendi, por ejemplo, sufragó la restauración de la Fontana di Trevi en Roma aportando más de dos millones de euros y otra firma del mismo grupo LVMH, Bulgari, restauró la escalinata de la Plaza de España de la capital italiana con otro tanto. Ambas acciones se tradujeron en gran publicidad para las firmas. Sobre todo, cuando la primera desfiló en la histórica fuente para celebrar su 90 aniversario visibilizando, imágenes impactantes mediante, su implicación en la remodelación. Las firmas pertenecientes a uno de sus grandes competidores, en conglomerado Kering, tampoco se quedan atrás. Bottega Veneta lanzó en 2015 una campaña para proteger varias joyas arquitectónicas japonesas y la joyera Boucheron, por poner otro ejemplo, está detrás de la restauración del edificio que acoge su sede en la Place Vendôme de París. Ahora solo falta por comprobar si también cumplirán su compromiso con la gran joya del gótico europeo.

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Sobre la firma

Clara Ferrero
Es redactora en S Moda, revista en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera. También es cocreadora de 'Un Podcast de Moda', el primer podcast en castellano especializado en la temática. Es licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, y especialista en Comunicación de Moda por la Universidad Complutense.

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