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La razón por la que te enganchas a las listas de lo mejor (y peor) del año

Nuestra mente tiende a destacar los mejores momentos, aunque estos no siempre coinciden con los que nos proponen las redes sociales

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Todo el mundo lo ha hecho alguna vez. Cuando suenan las campanadas, entre los gritos, los atragantamientos y los comentarios de la familia, a nuestra mente vienen los momentos que, por algún motivo, nuestra mente selecciona como los más significativos de ese año. Un viaje, una celebración, una pérdida, un logro conseguido, un momento de paz, un placer sencillo, así incluso hasta doce imágenes que nuestra mente recopila antes de despedir al año que se va.

Algo que ha pasado de ser un sentimiento único y personal, a ser, como todo en esta vida, una imagen compartida y difundida. De eso ya se han encargado las redes sociales, que ya ni si quiera nos dejan seleccionar nuestros propios momentos, sino que en pro de facilitarnos la vida nos hacen su propio resumen de lo que se deduce es nuestro “The best of”, en este caso, del 2016. Vídeos de Facebook, collage de fotos, o incluso, archivos multimedia de los medios de comunicación que te resumen en un minuto o menos las noticias que han sido más destacadas de estos últimos 365 días. Como si la vida fuera una trayectoria musical, parece que nos hemos vuelto adictos a los recopilatorios.

¿Pero por qué nos gustan tanto los resúmenes del año? “Al cerebro le gusta mucho ordenar y clasificar, por eso cualquier clasificación que indique los mejores momentos del año va a atraer su atención”, explica el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, que insiste en que “si además introducimos un componente ordinal como por ejemplo, las 10 mejores deportistas del año, o los 10 hombres mejor vestidos del 2016, etc., el cerebro no podrá resistir la tentación. En el fondo al cerebro le gusta crear sus propios algoritmos para tomar decisiones y conocer qué actitudes o personas dieron resultado. De una manera natural tendemos a actualizarnos fijándonos en el pasado”.

El neuropsicólogo insiste en que aunque no haya ningún estudio que certifique que nos da más por hacer un balance personal en Nochevieja, sí que es cierto que “las personas recuerdan sus aciertos y sus errores y hacen balance de su vida cada cierto tiempo, tienden a fijarse metas más positivas y repetir menos errores”. Respecto a la construcción de estos recuerdos, sí que hay algo más de evidencia científica, y es que Álvaro Bilbao aporta que “existe una tendencia natural del cerebro a clasificar, tomar referentes externos a nosotros y aprender del pasado”.

Sin embargo, el psiquiatra Sergio Oliveros, cree que también hay un componente sociocultural. “Los recopilatorios nos gustan por la misma razón que nos gustan las redes, nos permite hacer ‘como si’ recordáramos, de la misma manera que en ellas hacemos ‘como si’ nos relacionáramos”.

¿Cómo selecciona nuestra mente los recuerdos?

Según el psiquiatra, nuestra mente sí que hace su propia selección de mejores momentos, pero no según los me gustas que hemos recibido, sino según otros mecanismos cerebrales. Normalmente recordamos aquello que nos ha sorprendido, nos ha hecho sentir intensamente o nos ha amenazado”. De hecho, “este año se ha descubierto que la memoria retiene lo sucedido una hora antes y una hora después de un suceso importante. El resto lo elimina por la noche. Eso es útil para la supervivencia porque guarda en el disco duro de la memoria lo que me pudo llevar al peligro para evitarlo en el futuro y lo que me permitió salir de él para guardarlo en mi biblioteca de recursos. Es evidente que el robot de Facebook no sabe nada de esto”, matiza Oliveros

No hay que olvidar que los mecanismos de la mente son complejos, y que muchas veces los recuerdos son más construcciones de nuestra memoria que hechos objetivos. Por eso, nuestro recopilatorio personal puede ser diferente según nuestra personalidad y el momento que estemos atravesando. Tal y como lo relata Álvaro Bilbao, “la memoria genera sus propias interpretaciones de lo que ha ocurrido y las crea en base a nuestra forma de ser y de pensar. Una persona romántica interpreta sus recuerdos en clave de aventura, una persona práctica lo recuerda en clave de objetivos conseguidos. También tendemos a recordar más eventos felices si estamos contentos y eventos tristes si estamos enfadados o preocupados”.

Aunque en estas fechas solemos querer quedarnos más con los recuerdos felices, y es que muchas veces la mente, por pura supervivencia y bienestar, tiende a recordar lo más positivo. Según el experto “la memoria tiene una tendencia natural a recordar en positivo. Gracias a ello tendemos a crear una imagen positiva sobre nosotros mismos”. Por ello, si en este año queremos hacer balance de nuestras relaciones personales, también debemos tener en cuenta que “a veces recordamos aspectos negativos, pero más bien sobre los demás. En ese sentido el cerebro es injusto, recuerda bien nuestros aciertos y mal nuestros fallos y, sin embargo, recuerda mejor las afrentas de los demás y regular sus aciertos”.

La influencia de las redes sociales

Si bien la memoria siempre ha tenido sus mecanismos, los factores externos también la condicionan, y es que los recopilatorios de las redes y de los medios no nos pasan desapercibidos, y muchas veces condicionan nuestra forma de destacar esos recuerdos. Sergio Oliveros insiste en que “dentro de la información que recibimos cada día a través de nuestra experiencia, la vida moderna nos conecta a un flujo de información que antes no teníamos”, pero además, “aunque las redes sociales analicen los ‘me gusta’ que tuvo la foto o la elijan al azar, su acierto es recordarnos que tal recuerdo nos resultó digno de ser compartido, por eso nos vuelve a agradar verlo”.

¿Pero realmente el recopilatorio que las redes elaboran para nosotros debe ser nuestro auténtico ‘The best of’? Oliveros cree que no, ya que “contemplar fotos de hechos que hemos olvidado, no es más que un mero entretenimiento sin contenido, en la mayor parte de las ocasiones”. Por eso, su propuesta es que nuestro recopilatorio no sea una elección aleatoria, sino que “sea na reflexión sosegada, con tiempo y tranquilidad, sobre lo que ha supuesto el año que pasa (aciertos, errores, encuentros, ideas, etc.) y una planificación llevadera y realista de lo que nos gustaría cambiar en el siguiente”. ¿Pero y si realmente no nos viene a la mente nada significativo? Pues también deberá ser un motivo para reflexionar, ya que según el psiquiatra “si nuestra memoria aparece en blanco es posible que en ese año no nos hayamos expuesto emocionalmente y hayamos vivido como autómatas, algo que cada vez es más frecuente. Ese debería ser nuestro primer hallazgo y también nuestro primer plan de cambio”.

Por su parte, Álvaro Bilbao también aporta su propia receta, que pasa por “recordar una lista de aquellas situaciones difíciles que conseguimos superar”. Pero también, “aquellas personas a las que conseguimos ayudar; aquellos momentos en los que realmente estuvimos relajados y disfrutando; aquellas personas que nos hicieron sentir bien y aquellos objetivos que conseguimos alcanzar y, por último, recordar aquellas personas que nos perdonaron o conseguimos perdonar y olvidar todas las afrentas que no perdonamos durante el año y que quizás no nos dejan avanzar”. Así, su conclusión es que “si pudiéramos hacer esta lista el 2016 sería recordado como un año muy positivo”.

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