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No me llames moderno: lo último en tribus son los «New Traditionals»

Entre los jóvenes británicos triunfa lo anticuado. Los nuevos tradicionales miran al pasado más obsoleto para organizar sus vidas.

traditionals

Becky es amante de los cómics y lleva el pelo teñido de rosa. A sus 25 años, las actividades post laborales más predecibles serían trasnochar por los incontables garitos de su barrio al este de Londres o dedicarse con fervor a lo último de lo último en música, arte o moda. En cambio, al dejar la oficina se junta con otras veinteañeras para hornear pasteles, dibujar al natural, encuadernar libros o hacer ganchillo.

Su proyecto, Finishing School, que toma el nombre de las escuelas que preparaban a las chicas de clase alta para su entrada en sociedad, es uno de los múltiples ejemplos de la vuelta a las costumbres más tradicionales que se respira en las ciudades anglosajonas. “Vivimos en un mundo cada vez más virtual y los hobbies tradicionales son un antídoto a una jornada laboral frente al ordenador, donde nada es tangible” explica Becky.

Ambiente de la última fiesta organizada por The Chap.

En la capital británica no es difícil toparse con alguno de ellos. Jovencitos en apolillados trajes de tres piezas y chicas con el pelo perfectamente enrulado que se juntan para tomar cócteles dickensianos o degustar té con pastas. Con un sentimiento de nostalgia por tiempos no vividos, se saltan lo retro más inmediato y se dedican a lo puramente anticuado. Se dejan crecer llamativos bigotes (nunca barbas), decoran sus casas con sillones Chesterfield y piezas de taxidermia y cocinan recuperando recetas victorianas.

La oferta de ocio dirigida a los nuevos tradicionales no hace más que crecer. Abundan espacios para aprender manualidades, como The Make Lounge, hay tortas para participar eventos como The Tweed Run, en donde los ciclistas deben ir vestidos de tweed y han abierto locales como VOC donde beber como si fuera el siglo XVII.

A primera vista puede parecer una ramificación más de la pasión por la moda vintage. Pero los new traditionals van más allá. Muestran desdén por el brillo cegador de lo moderno, rechazan lo obviamente sexual y reivindican lo hogareño y lo rematadamente clásico. En una ciudad tan preocupada por las últimas tendencias como Londres, este empeño en ignorar el presente es poco menos que subversivo.

Uno de los pioneros en descubrir las virtudes revolucionarias de lo vetusto es Gustav Temple. Este periodista admirador del estilo de Carlos de Inglaterra se cansó de no poder escribir sobre lo que realmente le interesaba y fundó su propia revista, The Chap. Lo que empezó como fanzine fotocopiado es hoy una publicación bimensual con artículos sobre sastrería y buenas maneras. “Defino lo que hacemos como anarco-dandismo” explica Temple. “El mundo actual es tan desabrido que llama a gritos una recuperación de los valores clásicos del gentleman británico. Hoy es revolucionario saludar quitándose sombrero y sonreír a los transeúntes.”

El foro que ha creado The Chap no quiere ser un gueto de hombres fumadores de pipa. Su filosofía también atrae a otras tribus fascinadas con lo pretérito como los steam-punks, a octogenarios, adolescentes y mujeres o “chapettes” que usan ropa de las décadas de los 20, 50 o 40. “En Londres se ven muchas pajaritas, tirantes, zapatos de cordones. Está de moda pero nosotros llevamos 12 años con The Chap. No me molesta que sea tendencia porque siempre agradezco ver a gente bien vestida. Me parece trágico que los cuarentones sigan vistiendo como quinceañeros. Pero a los hipsters solo los tolero si llevan bigote de verdad”.

Portadas de la revista de corte new traditional The Chap.

The Chap

Temple ha organizado actos de protesta en la Tate Modern, contra el arte contemporáneo más vacío (“que se reduce a llenar grandes espacios”) y quedadas en un McDonald's para pedir cócteles y desayunos tradicionales. “Terminaron llamando a la policía”, recuerda. Cada año organiza las las Olimpiadas Chap en Londres, donde atletas vestidos con sus mejores galas vintage compiten en batallas de paraguas o lanzamiento de sándwich de pepino.

El editor, que creció en Mallorca y vivió unos años en Sevilla, asegura que en España tenemos uno de los accesorios más codiciados por los chaps: los zapatos de rejilla. “Nosotros tenemos verdaderos problemas en verano porque no llevamos sandalias. El de rejilla un tipo de zapato muy fresco y los españoles los hacéis muy bien.”

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