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Mujeres de medalla

Desde 2012, año en el que 11 de las 17 medallas de los Juegos Olímpicos de Londres fueron conseguidas por chicas, el goteo incesante de podios se sucede. Estamos de enhorabuena.

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Patricia Cazón, Francesa Rinciari y Nirave (Realización)

Lunes, 09:53 h. La campeona del mundo acaba de finalizar la primera parte de su entrenamiento y está prácticamente sola. Con la coleta despeinada y la camiseta por fuera, recoge la infinidad de volantes esparcidos por la pista. Ver todo el suelo lleno de esas pelotitas de corcho blanco y plumas impresiona. Puede haber más de 300. Y todas acaba de lanzarlas ella. Algunas a más de 330 kilómetros por hora. Termina y coge un bocadillo de la mochila. «¿Te importa que vaya comiendo? Si no, no me va a dar tiempo», se disculpa con gracejo andaluz. Un grupo de chavales estira en la puerta de este pabellón del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, la Blume. Hay un par de codazos. Un susurro: «Oye, ¿esa no es…?». Sí. Lo es. La del bádminton. Carolina Marín. La campeona del mundo. Y la última en apuntarse a la fiesta del deporte femenino español. Porque a los Nadal, Gasol y Alonso les ha salido competencia. Y el relevo lo han tomado ellas, las mujeres.

Lo suyo ha sido una carrera de fondo. Los Juegos de Barcelona fueron los que abrieron las puertas de la gloria a las deportistas nacionales. Y el pomo lo giró la judoca Miriam Blasco sobre el tatami del Palau Sant Jordi el 31 de julio de 1992, cuando ganó la primera medalla olímpica española de la historia. Faltaba un año para que Carolina Marín naciera. Mireia Belmonte tenía 2. «Yo sólo tuve la suerte de que mi oro fuera el primero. Pero no estuve yo sola. En general, todas las mujeres que fuimos a esas Olimpiadas abrimos una nueva oportunidad», explica Miriam, 23 años después. Arantxa Sánchez Vicario, Conchita Martínez, Theresa Zabell o Mercedes Coghen también derribaron muros. «El deporte español cambió a partir de 1988. Con la llegada de las becas ADO se profesionalizó. Barcelona’92 estaba ahí y España quería obtener un buen resultado. Pero lo más importante no fueron las 22 medallas que se consiguieron. Ni las ocho ganadas por mujeres. Lo importante es que muchas, después, nos quedamos ahí. En política, o luchando, sin más, para impedir que se cerrara la puerta que habíamos abierto», continúa.

Mireia Belmonte, la mejor deportista española de la historia, lleva vestido de Antonio García.

Félix Valiente

Un 21% de las licencias deportivas que hoy hay en España son femeninas. De los 3.394.635 inscritos en 66 federaciones, 2.682.608 son hombres (79%) y 712.027 mujeres. La estadística se ha duplicado en los últimos 30 años. Pero aún queda mucho por hacer. De cada cinco nuevas, cuatro son masculinas y sólo una femenina. «El día que se hable sólo de éxitos del deporte, sin género, habrá igualdad», reseña Vero Boquete, nominada por la FIFA al último Balón de Oro. La misma que tuvo que emigrar para vivir del fútbol. A Rusia, Turquía, EE UU o Alemania, su último destino. Algo parecido les ocurre a Las Guerreras, pseudónimo por el que se conoce a las jugadoras de la selección de balonmano. Este grupo de chicas emocionó a España con su bronce en los Juegos de Londres. Eli Pinedo es una de las pocas que sigue aquí, en su club, el Bera Bera (Donosti). «Cualquiera de mis compañeras firmaría por un contrato de mil euros», confesaba un año después de la gesta. «Me siento una privilegiada». Y, como ella, sólo seis. El resto ha tenido que coger la maleta para poder vivir de este deporte. Hoy en día, Las Guerreras están divididas en seis países: España, Francia, Alemania, Macedonia, Hungría y Dinamarca. A pesar del bronce en 2012.

Los Juegos de Londres fueron los de las mujeres. Por primera vez ellas ganaron más que ellos: 11 medallas de 17. Una de las protagonistas fue Mireia Belmonte. El 1 de agosto de 2012 el mundo entero la conoció y se enamoró. Hasta esa fecha, en la historia de la natación olímpica, España sólo registraba cuatro medallas. Nina Zhivanevskaya, rusa nacionalizada, era la única mujer de la lista, con un bronce en 200 metros espalda. Pero esa era una foto antigua, lejana, de Sidney 2000. Con la llegada de Mireia todo cambió. En su etapa junior había sido campeona del mundo, pero en los Juegos se bloqueaba. Pánico escénico. Su entrenador, Fred Vergnoux, ideó un plan para que no le ocurriera lo mismo que en Pekín: le puso un psicólogo deportivo dos días por semana y la apuntó a seis pruebas, no sólo a aquellas dos en las que era especialista. Fred quería que ella se concentrara solo en nadar. Que fuera Mireia. Sin presión.

La jugadora de bádminton Carolina Marín Carolina lleva vestido de Óscar de la Renta, zapatos de Christian Louboutin y anillo de oro rosa con rubíes, de Suárez.

Félix Valiente

El primer día, en 400 metros estilos, llegó a la final, pero en las dos siguientes pruebas no. Al cuarto día, su entrenador se despidió de ella: «Mañana me voy. Tú quédate. Yo no estoy aquí para esto». «Y la picó», asegura Alberto Martínez, especialista en natación del diario AS. Al día siguiente, se enfrentó a la final de 200 metros mariposa como jamás lo había hecho en su vida. Fue la primera, todo el tiempo, y sólo en el tercer viraje, la china Jiao pudo arrebatarle el oro. «Si pienso en el momento en que conseguí esa medalla, tengo que reconocer que me sentí liberada de una cierta presión. Fue algo único», recuerda, tres años después. Y consiguió algo más. Porque ese 1 de agosto, cuando emergió del agua, el deporte femenino español habría cambiado para siempre. Su medalla fue la primera de España en aquellos Juegos. Dos días después, se haría con una plata, en 800 metros, convirtiéndose en la mejor nadadora de la historia de este país al lograr algo que nadie antes había conseguido: dos medallas en ese tipo de competición deportiva. «Tras ganar la primera tuve la intuición de que otros colegas también lograrían sus objetivos», cuenta. Y no se equivocó: marcó el paso de las siguientes. Llegaron los oros en vela de Las Chiquitas y Marina Alabau. Y la plata de Brigitte Yagüe (taekwondo) y las dos medallas de la sincro. Y los bronces de Las Guerreras, Maider Unda (lucha) y Maialen Chourraut (piragüismo). O la plata del waterpolo. Este último equipo triunfó por su unión sin fisuras y su entrenador, Miki Oca. Porque la experiencia que a ellas les faltaba ya la ponía él, campeón olímpico y del mundo. «Las llevé a la piscina vacía y les dije: ‘Imaginadla llena’. Cuando fui a Barcelona’92, salir y ver al público fue un impacto brutal. Quería que ellas se anticiparan a esa sensación. En waterpolo, si arrancas tarde, te han metido dos goles», asegura Oca. Tres semanas antes, además, el entrenador había pedido a las familias de las chicas que grabaran mensajes de ánimo. «Ninguna sabía que yo tenía ese vídeo. Me lo guardé para empujarlas si las veía flaquear». El momento llegó tras los cuartos. «Las vi con muchas dificultades ante Gran Bretaña y se lo puse antes de jugar la semifinal». Ganaron la plata olímpica. Y el oro mundial en 2013. Y el europeo en 2014.

Las gimnastas Artemi Gavezou, Lourdes Maldonado, Sandra Aguilar y Alejandra Quereda llevan prendas y accesorios de Óscar de la Renta, Aristocrazy, Swarovski, Alfredo Villalba, Suárez, Roberto Diz y Viceroy.

Félix Valiente

 «Dicen que el deporte femenino español vive su época dorada, pero no. Éste es sólo el comienzo». Habla Ana Muñoz, directora general del Consejo Superior de Deportes (CSD) y una de esas políticas que, como Miriam Blasco, no dejan de luchar en los despachos: «Cuando llegué, en 2013, el departamento Mujer y Deporte estaba dentro de Promoción Deportiva y Deporte Paralímpico y su subvención era de 320.000 euros. Casi nada». Lo primero que hizo fue crear una subdirección y subir la prestación a 1.400.000. Pero puso condiciones. «Sólo podían optar aquellas federaciones que implantaran protocolos contra abusos sexuales e incorporaran a sus juntas directivas un mínimo de tres mujeres». Y eso que, dice, ella no es partidaria de políticas de cuotas. «Pero aquí era necesario. La diferencia es tan abismal que las mujeres no habrían llegado de manera natural».

Porque, aún hoy, y con Londres a las espaldas, sigue habiendo nubarrones. Partidos de fútbol de la liga regional andaluza donde un espectador le grita a una árbitro: «¡Vete a fregar, que este no es tu sitio!». O el espacio que las noticias dedica al deporte femenino: sólo un 5,5% al año, según un estudio de la Universidad de Salamanca. O las críticas a Lydia Valentín, campeona de Europa de halterofilia en 2014 y 2015, por ser rubia y guapa, por arreglarse y pintarse, por ser femenina en una disciplina considerada de hombres. O la invisibilidad más allá de las medallas. «Londres lo cambió todo. Se habla más del waterpolo. Cuando jugamos con España, la piscina se llena. Pero hay quien nos pregunta qué hacemos el resto del año», relata la jugadora Laura López. Lo que hacen es ganarse el sitio en sus clubes. Y en esos partidos, la grada sigue igual. Familia y amigos, poco más. «Una medalla es lo más grande que a un deportista puede pasarle. Pero a mí, lo que es cambiarme la vida, sólo lo hizo el primer año», cuenta Briggite Yagüe, subcampeona olímpica de taekwondo. Hubo fiestas, galas y alfombras rojas. Pero en 2013 no fue al mundial por una lesión y su nombre se diluyó. Y eso que es la número 3 del mundo. Y es que, para que a una mujer se la vea, no le vale con ganar una vez. Tienen que ser dos. O tres.

Las futbolistas Vero Boquete, Lola Gallardo, Amanda Sampedro y Nagore Calderón llevan prendas de Max Mara y Marella.

Félix Valiente

Pero si en España hay una federación que cuenta con ellas, ésa es la de baloncesto. Todo gracias al empeño de su presidente, José Luis Sáez. «Desde que llegué, en 1998, lo tuve claro: aposté por darles facilidades a nivel económico pero también visibilidad». Diecisiete años después, los números le avalan. El baloncesto es el deporte con más licencias femeninas (144.748) y acumula 48 medallas en su historial. Las últimas fueron dos platas, ante EE UU, en 2014: una, la de la Sub-17, con una jugadora, Ángela Salvadores (a quien llaman la próxima Amaya Valdemoro), capaz de meter 40 puntos, y la otra, la de la absoluta, la campeona de Europa en 2013, que pegó en esta final a 1.413.000 personas (9%) al televisor. Y es que la retransmisión de partidos es especialmente importante, la clave del despegue, según Ana Muñoz. Cuando se produce una gran difusión de las competiciones «aparecen los patrocinadores, que ayudan a compensar la falta de recursos. Además, las deportistas españolas atraen a las marcas por razones sociológicas: encarnan tantos valores que son unas embajadoras magníficas para cualquiera firma», explica la directora general del CSD.

Ellas son como lluvia fina que va calando. «Otras las imitan», precisa Patricia Ramírez, psicóloga deportiva: «Mujeres que no se veían capaces, al verlas, entienden que sí, que se puede». Kety Moussa tiene 52 años, corre en el club VG Running y nunca ganará una medalla olímpica, pero su experiencia es ejemplo de esta situación: «Yo empecé a correr en 1991 y entonces era considerada la loca del barrio. El portero me decía: ‘¿Pero adónde vas tú sola por ahí?’. Y, ahora, mira, somos infinidad». Vicente Capitán, uno de los organizadores de la Carrera de la Mujer, puede contarlas: «Cuando comenzamos, el reto era intentar llegar a 1.000, un 10% de los participantes de la San Silvestre». Era 2004 y se inscribieron 4.000. Once años después son 107.000. «Y que cada vez haya más mujeres haciendo deporte en la calle tiene mucho que ver con nuestras deportistas. ¡Mira a Carolina Marín! Lo que ha hecho es increíble. Como Manolo Santana en tenis o Ángel Nieto en las motos. ¡Las niñas, y los niños, ahora piden jugar al bádminton!».

Las jugadoras de baloncesto Amaya Valdemoro, Leonor Rodríguez y Ángela Salvadores llevan prendas y accesorios de Álex Vidal, H&M, Swarovski y Alvarno.

Félix Valiente

Lilí Álvarez nació en 1905 y pasó a la historia por ser la primera deportista española. Fue tenista, patinadora, esquiadora, alpinista, piloto de coches y la pionera en representar a España en unos Juegos (1924). «Pues lo de Carolina Marín es parecido», insiste Capitán. Ella también ha roto moldes. Desde el 31 de agosto de 2014, cuando se proclamó campeona del mundo en un deporte, el bádminton, con apenas 7.000 licencias en España. Fue en una final agónica, ante la número 1, la china Xuerui Li, y con picos de audiencia de un millón y medio de espectadores en Teledeporte. Ese día, Carolina ya era campeona de Europa. Lo había logrado unos meses antes. Pero entonces nadie la conocía. No había focos. En Asia, donde el bádminton es religión, sí. «¡Fíjate cuánto! Cuando el ministro de Deportes de Indonesia pisó España, lo primero que hizo fue pedir conocerla», cuentan en el CSD.

Pero las mujeres españolas no sólo ganan medallas olímpicas. También son campeonas del mundo de petanca (Yolanda Matarranz), kitesurf (Gisela Pulido) o trial (Laia Sanz). Campeonas de todo en 2014. Mireia Belmonte ganó ¡53 medallas en un año! Ona Carbonell, cuatro. Las Guerreras obtuvieron la plata en Europa y la selección de gimnasia rítmica, otra vez, fue proclamada la mejor del mundo, en un deporte donde la repetición raya el infinito: «Entrenamos año y medio para un ejercicio de 02:20 minutos. Acabas aborreciendo su música…», explican. Dieciocho meses. Siete horas. Cada día, lo mismo. Y 2014 también fue el año de Ruth Beitia (lo comenzó como cada 1 de enero, pensando: «¿Me aguantarán las piernas?», y lo cerró campeona de Europa en salto de altura a sus 36 años).

La campeona de taekwondo Brigitte Yagüe lleva vestido de Ana Locking y anillo bañado en oro de Uno de 50.

Félix Valiente

Ese mismo año, la selección femenina de fútbol se clasificó para un Mundial por primera vez en su historia. El de Canadá, del 6 de junio al 5 de julio. Pero en hierba artificial y no natural. Un matiz impensable en el de chicos. Y es que el fútbol quizá sea el deporte donde más lejos se esté de la igualdad. «Ellos lo eclipsan todo», asume Vero Boquete. Las licencias femeninas suponen un 4,74% de las 855.987 totales. «Sabemos que depende de nosotras que esto siga tirando». Lo dice Lola Gallardo, jugadora del Atlético Féminas, subcampeón de Liga y clasificado para la Champions por primera vez. «Es muy importante que nosotras representemos al fútbol español y por eso nuestro futuro depende de lo que hagamos en este Mundial», señala Amanda Sampedro, también del Féminas: «Todo va muy lento, pero al menos caminamos». Su liga comenzó en España en 1988. Aún es joven. Hoy, las niñas que empiezan a practicarlo no tienen por qué ser Cristiano o Messi. Pueden ser Vero Boquete. «Y eso es más premio que un Balón de Oro», agradece. Ella, hasta los 15 no descubrió que una fémina podía ser también futbolista.

«Las mujeres no pelean por sentirse más que los hombres. Simplemente reivindican dedicarse a lo que les apetece. Ya sea ser ejecutivas, madres o deportistas», puntualiza Ana Muñoz. «Cuando me di cuenta de que algunas programaban sus embarazos en función de los ciclos olímpicos, destiné parte de los apoyos del CSD a ayudarlas a compaginar ambos deseos». Otras deportistas, como Alejandra Quereda, capitana de rítmica, conjugan entrenamientos y estudios (Medicina, en su caso). Lorena Luaces eligió ser sólo atleta. «Combinaba entrenamientos y una jornada laboral de siete horas cuando competí en el Mundial de Moscú 2013». Pero se dio cuenta de que, si quería llegar a Río 2016, debía dejar el trabajo. «Desde entonces, sólo entreno. Cada día, 30 kilómetros. ¡Me paso la vida dando vueltas al CAR!», dice. Sin que ninguna cámara la filme. Sola. Con su cabeza y con su música.

Las chicas de la selección de waterpolo visten prendas y complementos de Duyos, The 2nd Skin, H&M, Zara, Adolfo Domínguez, Alex Vidal, Ogadenia Díaz y Emporio Armani.

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«Yo, Río, aún lo veo lejos. Primero está el Mundial…», explica Carolina Marín, mientras busca la goma del pelo para volver a hacerse la coleta. «Porfa, desmaquilladme bien, que sino mi entrenador me regaña». Son las 10:47 y a menos diez debe estar otra vez raqueta en mano. Entre un pabellón y otro, a paso normal, se tardan seis minutos, así que echa a correr. Vista por detrás, parece una chica normal que no quiere llegar tarde a clase. Pero no. Carolina corre porque cada minuto que pierde es uno que no se entrena para ser la número uno del ranking. Lo tiene ahí. A 600 puntos. Y mirándola, mientras se aleja, una piensa: «Llegará. Seguro».

Las deportistas Ruth Beitia, Eli Pinedo, Lydia Valentín y Lorena Luaces visten prendas y complementos de Max Mara, Suárez, Adolfo Domínguez, Hilfiger Collection, Tous y Roberto Verino.

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