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Sexy no es sexualizada: la moda propone escotes, transparencias y vestidos lenceros (siempre bajo la mirada de la mujer)

La próxima temporada, los diseñadores quieren volver a desnudar a la mujer. Pero, con la mirada masculina por fin cancelada, esta vez será según las reglas que ahora impone ella: ‘sexy’, que no sexualizada. La erótica de la autodeterminación indumentaria femenina era esto.

De izda. a dcha.: desfiles de Loewe, Gucci y David Koma para esta primavera
De izda. a dcha.: desfiles de Loewe, Gucci y David Koma para esta primaveraImaxtree

Esta primavera la moda tiene un nuevo mensaje para la mujer: ‘send nudes‘. Ah, perdón, que es una proposición (indecente) más vieja que la tos, pero tanto carraspeo feminista nos tenía despistados. Ah, no, esperen, que en realidad hay que entenderlo como una alocución de independencia. A la autodeterminación (femenina) por el ‘sex-appeal’, esto es. «Dinámicas de poder», lo llama Emma McClendon, comisaria adjunta de exposiciones del Fashion Institute of Technology de Nueva York e ideóloga de Power Mode: The Force of Fashion, la muestra que el museo de la institución programa hasta el 9 de mayo a propósito de lo que significa vestirse. O desvestirse. «Hemos alcanzado la cúspide del ciclo sociopolítico que estamos viviendo desde 2016 y, con el cambio de década, creo que cada vez hay más gente que ha adquirido conciencia de lo poderosa que es la ropa, también en términos de sexualidad«, esgrime McClendon, que dedica un apartado completo a analizar la importancia de la erótica indumentaria en las relaciones sociales, de las piezas de calado fetichista de aquella firma francesa de lencería de los años 20 que respondía por Diana Slip (singular empresa del escritor, periodista y editor Léon Vidal) a los conjuntos ‘sadomaso’ de Vivienne Westwood (de cuando regentaba Sex, la tienda-cuna del punk británico, junto a Malcolm McLaren), pasando por los corsés de Jean-Paul Gaultier y las oscuras perversiones de Alexander McQueen y el Riccardo Tisci de Givenchy.

Ann Demeulemeester primavera/verano 2020
Ann Demeulemeester primavera/verano 2020Gettyimages

Así que aquí estamos otra vez, con la enésima revolución sexual de la moda a vueltas. La sirve caliente la temporada menos pudorosa a la hora de enseñar anatomía que se recuerde desde que la etiqueta #MeToo dominara la conversación, pronto hará tres años. Como si todos los discursos sobre misoginia, cosificación, igualdad de género, identidad y consentimiento nunca hubieran tenido que ver con el cuerpo de la mujer, la primavera/verano viene pródiga en reveladoras transparencias (Loewe, Sacai, Simone Roche, Molly Goddard, Helmut Lang, Nina Ricci, Dolce & Gabbana, incluso Valentino y la feminista Dior), troquelados y aberturas extremas (JW Anderson, Guy Laroche, ¡Off-White!) y lencería-corsetería a tutiplén, con sus inevitables referencias ‘bondage’ y ‘dominatrix’ (Mugler, Givenchy, Brooke Collection, Ann Demeulemeester, Giambattista Valli). Y también pantalones cortos muy cortos que ya hubiera querido Daisy Duke, vestidos camisón de aquellos que tanto le gustaban a la Kate Moss de los noventa y sujetadores a la vista que no se los habría saltado la Madonna más rubia y ambiciosa. Sexy, sexy, sexy, que diría Ana Obregón.

Givenchy primavera/verano 2020
Givenchy primavera/verano 2020Imaxtree

La sensualidad/sexualidad más o menos estereotipada vuelve, además, a campar a sus anchas por las alfombras rojas, en alas de eso que se ha dado en llamar ‘nearly naked’. Un ir casi en cueros que en su día –tampoco hace tanto– explotaron Kim Kardashian y Cardi B. en su pugna por ver cuál de las dos mostraba más conciencia corporal desvestidas por el viejo Thierry Mugler (erotismo y sostenibilidad en uno, oiga), ahora replicado por estrellas de todo pelaje y condición, de Zendaya encorsetada viva por Vera Wang en los pasados Emmys a Lily-Rose Depp destapada en encaje por Chanel en los recientes Baftas, sin olvidar la doble campanada de Gwyneth Paltrow con aquel tul café con leche sobre sujetador y braga de Fendi de los últimos Globos de Oro y Priyanka Chopra en la fiesta posterior con el ensamblado de ‘top’ y delatora falda traslúcida diseño de Ekaterina Kukhareva, que desde que salió de la Saint Martins londinense, en 2009, se ha hecho un nombre entre Irina Shayk, Kendall Jenner, Bella Hadid, Paris Hilton y Demi Lovato merced a unas prendas muy de poner toda la carne en el asador. Que fue lo que hizo Nadia de Santiago en los Goya 2020 con el conjunto ‘boudoir’ de Francisca Amores y la que le cayó a la chica del cable.

«A las mujeres ya no les está permitido ponerse minifalda», bramaba Hedi Slimane cuando le fueron a yugular tras estrenarse en Celine con una colección de bajos breves y plagada de vestidos ‘baby doll’, en septiembre de 2018. «Pues que sepan que pueden vestirse como quieran», remataba su alegato contra lo que consideraba un embate de conservadurismo propugnado por cierta crítica estadounidense. Como si hacer alarde (vía indumentaria) de ‘sex-appeal’ y luchar por tus derechos fuera algo inconcebible. En un escenario post-Harvey Weinstein y bajo la lupa de una nueva ola feminista, lo cierto que es que a la industria del vestir no se le ha pasado ni una desde entonces, hasta el punto de hacerle cuestionar uno de sus viejos y más queridos lemas: aquello de que el sexo vende. «La cuestión sexual ha quedado superada. Ya lo hemos vivido, ya lo hemos hecho», llegó a declarar Tom Ford, demiurgo del ‘porno chic’ a finales de los noventa junto a Carine Roitfeld y Mario Testino, cuando rasuraba pubis con la G de Gucci. Esta temporada, el texano dice que «ha llegado la hora de tomarse las cosas con calma», combinando americanas con sujetadores escurridos o ‘tops’ escultóricos como los que Claude Lalanne creara para Yves Saint Laurent en 1969, pezones remarcados incluidos. Piezas muy prácticas y llevaderas para cualquiera, claro. ¿Acaso es esta la experiencia identitaria, corporal que quiere la mujer en 2020?

Dolce & Gabbana Primavera / verano 2020
Dolce & Gabbana Primavera / verano 2020

En un giro de guion inesperado, la cuestión la responde Alessandro Michele con otra pregunta: «¿Qué pasaría si una de mis chicas intentara ser ‘sexy’?». El creador que precisamente ha definido la estética -y el negocio- del último lustro obviando el cliché sexual (la mujer objeto, erotizada por la mirada masculina, vulnerable de forma violenta en su representación a través de la ropa) recoge el guante lanzado por Ford y le da la vuelta para hablar necesariamente de sexo o, mejor, del deseo de sentirse ‘sexy’ y pasarlo bien en el proceso. Con consignas como ‘Gucci Orgasmique’ o ‘Gucci Eterotopia’ (referencia a la heterotopía, el espacio de la alteridad, la ‘prisión’, formulada por Michel Foucault) recorriendo distintas prendas, su colección no es sino una reflexión sobre la libertad: el sexo como arma de transgresión y desobediencia. Sí, la moda podrá volver a decirle a la mujer eso de ‘send nudes’, pero solo porque por fin es consciente de que lo hará en sus propios términos, en posesión de su cuerpo y de las experiencias que quiera disfrutar con él.

Bolso de la colección de primavera de Gucci
Bolso de la colección de primavera de GucciGettyimages

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