Las zapatillas más suaves del planeta son cómodas, sostenibles (y con precio razonable)
Tus próximos sneakers serán de lana de oveja, muy cómodas y frescas en verano. La revolución del calzado deportivo sostenible pasa por evitar los materiales sintéticos y apostar por la máxima sensación de comodidad.
‘Ben, Lila, Mary, John, Travolta…. Estas son solo cinco de las 3.000 ovejas que esquilamos, una a una, para crear nuestros zapatos’. Así se presenta Baabuk, una startup zapatera suiza con filosofía de moda sostenible. Surge hace tres años con una única misión: producir calzado 100% de lana (salvo la suela que es de goma natural, piel o neumáticos reciclados). A día de hoy cuentan con slippers, botas y sneakers. Su fuente de inspiración son las cálidas botas valenki rusas y se fabrican de forma artesanal. “La lana rara vez produce alergias y es un material muy abundante. Es ligera, repele las manchas y, al final de su vida útil, es biodegradable”, señalan sus creadores, una pareja de emprendedores que ha sacado adelante cada modelo a través de crowfunding. De hecho, aún hoy es posible hacer el pedido de un modelo fuera de stock (señalan las existencias con números negativos y su producción puede demorarse un par de meses, los necesarios para contar con una cantidad razonable para ponerse a fabricar). Los precios oscilan entre los 69 y los 120 euros. La londinense Mahabis ha desarrollado unas peculiares slippers de lana con suela de quita y pon, para que las cambies según vayas a salir a la calle o permanecer en casa sin manchar el parquet (75 euros). Este modelo llamado ‘Classic’ es solo apto para bajas temperaturas, cuando el mercurio asciende recomiendan el ‘Summer’, de malla transpirable.
El calzado de lana es el último grito en moda sostenible. Libre de fibras procedentes del petróleo. “Siempre hay una forma más sostenible de trabajar. Por eso buscamos dar nuevos usos a materiales que ya existen de forma natural en vez de tirar de los sintéticos”, declara Tim Brown, creador de Allbirds. Este ex jugador de la selección nacional de fútbol de Nueva Zelanda andaba fascinado por los más de 29 millones de ovejas que pueblan su país y se preguntaba cómo “un recurso sostenible tan increíble nunca antes se había aplicado a la industria zapatera”. En 2014 tras colgar las botas (las de fútbol), se apuntó en la London School of Economics y propuso un crowfunding para fabricar su primer modelo de zapatillas de lana. Las llamó Three Over Seven. La moción tuvo tanto éxito que en apenas cuatro días había recaudado 70.000 dólares australianos (algo más de 42.000 euros). Suficiente para producir 500 pares.
La cosa iba en serio, así que se asoció a Joey Zwillinger, un ingeniero experto en biotecnología y materiales renovables. Buscaban un calzado amigable con el planeta y con las ovejas, sí, pero esta vez iban más allá. Querían que no recociera el pie cuando el calor aprieta. Al cabo de dos años de investigaciones (y gracias a la entrada de generosos socios capitalistas, todo hay que decir) nacía Allbirds y con ella su (hasta ahora) único modelo de zapatilla de lana: la Wool Runners. Lisa, sencilla a más no poder. Tejida con una única pieza de lana merina sobre una suela de goma, plantilla de lana y poliuretano de ortolita (fabricado a partir de aceite de ricino, 100% renovable) y suela de caucho natural. En cuatro colores planos, minimalista a tope, pero con un aspecto incuestionablemente cómodo. “Creemos que menos en más. No incluimos logos innecesarios ni ningún otro tipo de detalles. Hemos diseñado el zapato más simple y cómodo posible, usando materiales naturales premium, pero sin el precio premium”. No le falta razón. En un negocio donde se lanzan modelos cada vez más enloquecidos y a precios ciertamente estratosféricos, una zapatilla pensada para el pie y con materiales de calidad por apenas 64 euros resulta una suculenta tentación. La tienda virtual se estrenó a principios de marzo y en medios como Time o Wired ya la califican como ‘el calzado más suave del planeta’. La mala noticia es que, por ahora, solo distribuyen a Estados Unidos y Nueva Zelanda.
Pero, ¿cómo logran enfundar el pie en una prenda de lana y que no se desintegre en una tarde veraniega cualquiera? “Trabajamos con lana merina, pero las fibras no tienen nada que ver con las de los jerseys de invierno. Las desarrollamos en Italia y su diámetro mide el 20% de un cabello humano. Esto da lugar a un hilo totalmente distinto, transpirable y que, a diferencia de la lana convencional, regula la temperatura y la humedad”. En otras palabras: calentitas para el frío, frescas para la canícula estival y, al no acumular sudor, poco apestosas. Por si fuera poco, se adaptan al pie como un guante, se pueden llevar sin calcetines y, sí, se lavan en la lavadora (someter las deportivas convencionales al lavado a máquina es letal). Y un detalle de marketing admirable: si en los 30 días posteriores a la compra el cliente no queda satisfecho, las devuelve y tan amigo.
En un mercado creciente como el del calzado deportivo, alimentado por el furor del athleisure y bendecido por la filosofía sostenible, apostar por la zapatería de lana no parece un negocio descabellado. Solo falta que algunas it girls y famosas de postín se las calcen (e instagrameen, por supuesto) para que se convierta en una tendencia masiva. Para entonces los ugly shoes estivales ya serán historia.
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