Carmen Posadas: «El ‘look’ de severa gobernanta me queda fatal»
Afirma que tiene varios yoes y que viste según el que toque en cada momento. Huye de la seriedad estricta con grandes complementos.
La mezcla de escritora de éxito y socialité solo es concebible en alguien como Carmen Posadas, capaz de brillar al mismo tiempo en una fiesta y en las listas de libros más vendidos. Hija de un embajador, creció en media docena de países. Ahora retrata el ambiente de la vida diplomática en Hoy caviar, mañana sardinas, publicado por Planeta y escrito junto a su hermano Gervasio.
Ha escrito un libro a cuatro manos con su hermano. ¿Alguna vez le ha pedido prestado algo de su armario?
Seguro que sí, pero ahora mismo no recuerdo. Lo que sí puedo decirte es que yo le presté a Gervasio un kilt para disfrazarse de escocés.
En su libro habla de los entresijos de la vida diplomática, de su infancia y su juventud entre embajadas de varios países. ¿Eso le da a uno un plus a la hora de saber vestirse?
Se aprende a elegir bien los básicos. A tener una especie de uniforme: un pantalón negro, un vestido negro, una camisa blanca… Son prendas que puedes combinar fácilmente con un pañuelo, un chal, un cinturón o un colgante.
¿Cuál fue la primera pieza de ropa que se compró con su dinero?
Unos zapatos de tacón en los que gasté todos mis ahorros. Tenía 12 años, y no permitieron que me los pusiese. Los guardé en el armario y los miraba media docena de veces al día.
¿Cree que inspeccionando un armario se puede definir a una persona?
Con el mío desde luego que no. Tengo varios yoes, y la ropa adecuada para cada uno de ellos.
Hábleme de esos yoes.
Pues tengo el look de escritora, una mezcla de George Sand y William Faulkner, con vaqueros, chaleco de cuero y chaqueta de tweed. Está también el total black, a medio camino entre el existencialismo y el underground, y el de señorita madrileña, de camisa blanca y blazer. Este último es el que peor me sienta, por cierto.
Y ¿cómo se decide por uno u otro?
Pues en función de las personas con las que voy a salir. He aprendido a adaptar mi vestuario al lugar donde voy y a la gente con la que he quedado.
La he visto muchas veces con vaqueros.
Es que son los únicos pantalones que tengo. Eso sí, de todos los materiales y colores. Pero en mi armario no hay otro pantalón. Soy de extremos: con vaqueros o vestida para matar.
Y ¿por la noche?
Me encantan los trajes largos y tengo habilidad para customizarlos, como se dice ahora. Con una pluma o un broche puedes cambiar un vestido por completo. Me van los complementos muy exagerados.
Algo que no se pone nunca.
Los trajes de chaqueta. El look «severa gobernanta», con falda tubo y camisa con lazo, me queda fatal.
Una prenda que haya heredado.
Un traje de noche que mi madre se había hecho en una famosa casa de modas madrileña llamada Grippa. Tiene un corte muy moderno, con un hombro al aire. Me lo he puesto varias veces.
Dígame la verdad: ¿se gasta mucho en ropa?
Soy más de Zara y de rebajas. Me siento culpable si gasto mucho en ropa. Además, me he convertido en la mujer del «casi».
Explíquese.
Debe de ser la edad, pero de un tiempo a esta parte todo lo que me pongo me queda casi bien, casi sexy, casi elegante. Así que no siempre merece la pena invertir mucho si el resultado va a ser «casi».
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