Las mujeres «ni muy gordas ni muy delgadas» reclaman su sitio: así es el movimiento ‘mid size’
Redes sociales como TikTok se afanan en visibilizar a quienes usan tallas intermedias y que tradicionalmente no han estado representadas ni en las pasarelas ni en las tiendas. Una tendencia que está empezando a cambiar.
“Ni muy gorda ni muy delgada”. La expresión que tantas veces hemos utilizado para definir anatomías ajenas –o propias– es la base de un reciente movimiento gestado en redes sociales que aboga por visibilizar a las mujeres de talla intermedia. Bautizado como mid size, el anglicismo hace las veces de hashtag de rigor en TikTok, plataforma en la que el concepto está creciendo exponencialmente. Aunque en medios especializados ya hace tiempo que se ha abierto el debate sobre esta etiqueta, es ahora cuando va cogiendo fuerza en internet impulsada por una generación dispuesta a vocear que tener una 42 no es ser talla grande. Y lo más importante: que tampoco sería ningún estigma si así lo fuera.
El movimiento, con el que se identifican mujeres alejadas de las escuálidas medidas de las modelos tradicionales (siempre inferiores a la 38) sin llegar a las proporciones de las abanderadas de la comunidad de talla grande (a partir de la 46), es necesario por muchos motivos. Hasta hace unos años, las primeras eran las únicas que tenían cabida en campañas, desfiles y revistas. Poco a poco las segundas han ido normalizando los michelines y la celulitis en las mismas plataformas. Pero, ¿qué hay de esas mujeres “ni muy gordas ni muy delgadas”?, ¿qué pasa con esas chicas a las que les queda demasiado pequeño el pantalón más grande de una marca estándar, pero tampoco encuentran su talla en la sección plus size?
“Es importante darle nombre a un concepto que antes era difuso porque el lenguaje define realidades y les da un lugar en nuestro imaginario”, explica a S Moda la instagramer y youtuber conocida como Monitily, que posó recientemente en su perfil con el mensaje “No soy un número. No soy una talla”. Para ella, sin embargo, las etiquetas no dejan de reducir de forma simplista los diferentes tipos de cuerpos. “Hay que visibilizarlos todos, pero al etiquetarlos ya los estamos haciendo diferentes o colocándolos fuera de la normatividad, cuando, precisamente, el concepto ‘intermedio’ debería ser algo plenamente normativo, ya que representa a la mayor parte de la población”, añade.
Buscando conectar precisamente con esa mayoría hasta ahora invisible –la talla media europea es la 44–, cada vez son más las marcas que apuestan por modelos con cuerpos intermedios en sus tiendas online. Si antes había que hacer un ejercicio de imaginación para visualizarse con el mismo vestido que una joven de piernas infinitas y cintura de avispa, ahora empieza a ser más frecuente poder comprobar cómo sienta determinada prenda a todo tipo de siluetas. En los e-commerce de cadenas como Zara o Mango incluso apuestan por vestir con el mismo diseño a dos modelos distintas: una con la talla más pequeña del catálogo y la otra con hechuras intermedias. “Si como consumidores premiamos a las marcas inclusivas, las firmas tenderán a seguir ese camino ya que, al final, su objetivo es vender”, opina la influencer. Modelos como Jill Kortleve, habitual de desfiles como el de Jacquemus o Michael Kors y de varias tiendas digitales, encarnan ese nuevo físico que cada vez demandan más clientes y al que las marcas están respondiendo.
Esto no quita que elegir el número –o letra– correcto cuando se está entre dos aguas siga siendo un proceso tan complejo que muchas veces termina en devolución. En el armario de las mujeres de cuerpo intermedio conviven prendas de la S con otras de la L poniendo de manifiesto el problema del sistema de tallaje: según un estudio del Instituto Biomecánico de Valencia, el 40% de las españolas tienen dificultades a la hora de encontrar su talla. La gallega Iria Lata, más conocida en internet como My Blueberry Nights, ratifica los datos . “Estoy entre la 38 y la 40, pero dependiendo de la marca o incluso de la prenda o el tejido tengo que elegir la S, la M o la L. Es una odisea para comprar online o sin pasar por el probador. Además, me encuentro con que muchos de los pantalones o camisetas que llevo son casi la talla más grande que tienen en las tiendas”, explica.
La solución, además de por universalizar y unificar los patrones y diseñar pensando en los distintos tipos de cuerpos, pasa por acabar con esa diferenciación entre ‘talla normal’ y ‘talla grande’. Así lo considera Monitily: “Para algunas tiendas eres la más grande de las tallas normativas y para otras eres la más pequeña de las tallas grandes. Si las marcas quieren ser más inclusivas deben incorporar más tallas, pero no crear esa separación perpetúa entre ‘mujeres normativas socialmente aceptadas’ y ‘las demás mujeres que no se adaptan a mi visión de la belleza pero que no me queda otra que incluirlas”, opina.
Ese argumento puede explicar precisamente los cambios que están experimentando marcas como Mango, que anunció el inminente cierre de sus tiendas de Violeta –etiqueta especializada en diseños de talla grande– para pasar a incluir esas prendas de proporciones más amplias como parte de su colección femenina estándar. La neoyorquina Chromat, que fabrica hasta la XXXL, llevó a cabo hace tres años una profunda revisión de sus patrones estudiando el cuerpo y las necesidades de más de 500 mujeres de todos los tamaños. Sin embargo, sigue siendo muy frecuente que aquellas marcas con tallas ‘especiales’ las vendan en espacios –físicos o digitales– bien separados y diferenciados. Es el caso de la estadounidense Reformation, por ejemplo, que fabrica muchos de sus famosos vestidos tanto en tallas regulares como “ampliadas”, pero vende unas y otras en distintas pestañas de su tienda online. Asos, H&M o El Corte Inglés, por ejemplo, también tienen secciones diferenciadas.
Otro problema que el movimiento mid size pone sobre la mesa es la confusión que se ha generado en torno a qué se considera talla grande. Ashley Graham (talla 44), Iskra Lawrence (talla 42) o la española Lorena Durán (también talla 42), por poner tres ejemplos, son consideradas exponentes del movimiento curvy y modelos plus size cuando, en realidad, las tres usan las dos tallas más vendidas en países como España. Barbara Palvin, cuyas medidas (82-61-94) rozan el canon de perfección tradicional fue categorizada como la primera modelo plus size de Victoria’s Secret. “Utilizar modelos con tallas intermedias para vender ropa de talla grande denota que aún existe miedo a los cuerpos gordos. Esas mujeres aparecen en las campañas como ‘gordas válidas’ o ‘gordas, pero no mucho’, que son conceptos francamente dolorosos e insultantes que perpetúan ese desprecio al cuerpo que se sale de la norma”, considera Monitily.
La propia Iria Lata ha sido incluida en algunas listas de “influencers plus size a las que seguir en Instagram” a pesar de que las tallas que usa habitualmente fluctúan entre la 38 y la 40. La gallega prefiere evitar etiquetas como mid size porque “hace unos años tenía un cuerpo y una talla diferente a los de ahora y me considero la misma persona e igual de válida”. Aunque ahora el movimiento mid size esté experimentando mayor visibilidad (en Instagram triunfan cuentas como @midsizecollective), el camino que seguirá la industria será precisamente ese: un futuro en el que se hablará simplemente de modelos o de mujeres, en general, sin añadirle ninguna clasificación en función de sus cuerpos.
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