Laetitia Casta o cómo las divas se pusieron el chándal
Hoy sorprende poco ver a una modelo en chándal, incluso sobre la pasarela, pero en aquellos años era una prenda, fuera de las áreas deportivas, destinada a los niños y a los desheredados de las zonas marginales. Ella demostró que no era necesario maquillarse ni vestirse sexy para ser exitosa y feliz.
La Copa Mundial de Fútbol de 1998 se celebró en Francia y la moda estuvo presente. El encuentro final lo protagonizaron Brasil y el país anfitrión. Finalmente nuestros vecinos se hicieron con el trofeo de oro de 18 quilates y base de malaquita que representa a un par de figuras humanas sosteniendo la Tierra. Épica por un tubo. La selección española masculina, entrenada por el popular Javier Clemente, quedó eliminada en la fase de grupos.
Este último encuentro se celebró el 12 de julio en el Estadio de Francia de Saint-Denis de París. Antes de que el árbitro anunciase el comienzo del partido se celebró un desfile retrospectivo de Yves Saint Laurent de un cuarto de hora de duración sobre el terreno de juego. El diseñador nacido en Argelia -cuando era territorio francés- celebraba cuatro décadas de carrera. Fue la primera vez que 80.000 personas presenciaron un desfile en directo y 2.000 millones lo vieron a través de 180 canales de televisión.
Katoucha Niane, Carla Bruni, Adriana Karembeu, Una Kouzmina, Astriz Muñoz o la española Nieves Álvarez fueron algunas de las 300 modelos, para las que se fabricaron el mismo número de pares de sandalias, que desfilaron sobre el césped oculto bajo una lona impresa con una imagen del firmamento. Como el cielo que se refleja en un lago. El centro del espacio lo ocupaba el gran logo con las siglas de la casa (YSL) sobre el que se colocaron las maniquís al final del homenaje. En Francia la moda no es una actividad menor. Representa el 2,7% del Producto Interior Bruto y según un estudio del Instituto Francés de la Moda esta industria genera 150.000 millones de euros y contribuye con 36.000 millones al PIB. Es más rentable que el sector aeronáutico o el automotriz. Aunque en esta ocasión quedó relegada a mera telonera de una actividad menos lucrativa. Era la segunda vez que el país organizaba este torneo de fútbol, la anterior había sido 60 años antes, y querían epatar al mundo con una exhibición de maestría de su mayor virtud. Entonces la fiebre por la cocina en directo no era la de ahora.
Antes de que 70 peinadores, 70 maquilladores y centenares de vestidores se pusieran en acción se celebró, esa misma mañana, un último ensayo general con las modelos. Entre las muchas fotografías de esa jornada de entrenamiento destacan las protagonizadas por una jovencísima Laetitia Casta vestida para hacer deporte. Tenemos que hablar del chándal de Laetitia Casta. Las divas también llevan chándal.
La maniquí francesa acababa de cumplir 20 años y llevaba cinco ganándose el pan como modelo. La descubrió un fotógrafo de la agencia Madison Motels en una playa de Lumio (Córcega), tierra natal de su padre con el que después de este encuentro casual se trasladó a París a probar suerte como imagen. Su primera campaña importante fue en 1993 para la marca Guess y el primer gran modista en invitarla a su pasarela Jean Paul Gaultier. “¡Era una belleza! Cuando la vi estaba con su padre y fue un flechazo para mí!”, contó el enfant terrible. Vivienne Westwood también la piropeó diciendo que “no creía en Dios hasta que me encontré con Laetitia Casta”.
Poco después Yves Saint Laurent la convirtió en su musa y se encargó de vestirla para sus apariciones públicas. En enero la dibujó de novia en el desfile de Alta Costura Primavera/Verano 98 y en octubre en el de Prêt-à-porter para la primavera del año siguiente. En ambos llevaba el colgante de corazón con el que el creador señalaba su prenda favorita de cada muestra.
En las imágenes que acompañan este artículo se ve a la de Normandía vestida de forma inusual: con un pantalón de deporte azul con rayas verticales de Adidas, una camiseta de licra de manga larga marina y unas zapatillas informales a juego con el resto del conjunto y con los calcetines blancos de algodón. En algunas instantáneas va señalada con un dorsal con el número 21. Posición que ocupó durante el desfile. Una imagen, a cara lavada distrayendo el tiempo con amigas, alejada de la pantalla elegante e hipersexualizada que habían creado para ella. Nunca antes se había parecido tanto a lo que era: una joven que acaba de abandonar la adolescencia.
Hoy sorprende poco ver a una modelo en chándal, incluso sobre la pasarela, pero en aquellos años era una prenda, fuera de las áreas deportivas, destinada a los niños y a los desheredados de las zonas marginales. Decía el diseñador Karl Lagerfeld, que soltaba perlas con la misma maestría que puntadas, que el chándal era una llamada de auxilio; una forma de manifestar que algo iba mal en la vida de quien lo llevaba. El kaiser tenía mucha labia francesa pese haber nacido en Hamburgo (Alemania). Hay gente que tiene declarada la guerra al confort y cree que para estar presentable hay que sufrir y que para parecer elegante hay que estar incómoda.
Resulta curioso que los franceses, con toda su flema chic, inventasen la Alta Costura pero también concibiesen el chándal. Chándal viene de marchand d’ail (vendedor de ajos en gabacho). Chandail hace referencia al jersey que vestían a finales del XIX los fruteros y verduleros parisinos. Ahora estamos acostumbrados a que las modelos, pluriempleadas la mayoría como influencers, salgan de los desfiles más adornadas que sobre la pasarela pero siguen entrando igual: con ropa ancha y cómoda que no les deja marcas en el cuerpo que después se puedan intuir sobre la tarima (aunque ahora los desfiles se hacen a la altura de la primera fila para garantizar buenas fotos para Intagram) con la ropa de la propuesta puesta.
Las imágenes de aquella mañana de Laetitia Marie Laure Casta pueden parecer baladíes y anecdóticas pero sirvieron para que algunas muchachas la tomasen como referente al entender que no era necesario maquillarse o vestirse de forma sensual para resultar interesante, exitosa y sobre todo: feliz. Porque si algo muestran las instantáneas en el Saint-Denis es la inocencia que hizo célebre a la modelo. Eso sí, candidez desnuda del misterio fingido para resultar desafiante, y por lo tanto, atractiva a los hombres, que le había impuesto la industria.
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