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La modernidad de Steve McQueen, el icono que nunca pasará de moda

Una exposición en París recoge su figura como icono de estilo y recuerda que estamos ante una estrella inusual, rebelde y carismática como pocas.

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Cordon Press

Han pasado treinta y cinco años de su desaparición pero a diferencia de otras estrellas de Hollywood también difuntas y traspasadas, la figura de Steve McQueen no ha dejado de agrandarse en todo este tiempo. Más allá de sus películas, de títulos como La gran evasión, El caso de Thomas Crown o Bullit –tres producciones que cimentaron la carrera del actor– el mito McQueen ha acabado identificándose con un estilo, una forma de vida hecha a partes iguales del placer del riesgo y la figura de la estrella rebelde, carismática y anticonvencional. Un reconocimiento que le ha consagrado y concedido el título –sin rivales ni competencia– como el rey de lo cool. Por excelencia y goleada.

No ha hecho falta que el diseñador Tommy Hilfiger resucite el look que el actor impuso en la pantalla y en la vida o que una estrella de la nueva generación como Ryan Gosling aparezca como uno de sus más firmes herederos, la figura de Steve McQueen ha conseguido traspasar con éxito la prueba del paso del tiempo y las modas con la misma intrepidez y audacia que pilotaba un Jaguar, un Ferrari o una moto Triumph tratando de escapar de un campo de concentración alemán en la Segunda Guerra Mundial. O exhibiendo look impecable vistiendo una gabardina por las calles de Nueva York en Amores con un extraño (Robert Mulligan, 1963).

‘El caso de Thomas Crown’ (1968)

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Ahora bajo el título de Unseen McQueen en París en Galerie de l’Instant se presentan las imágenes que captó el fotógrafo Barry Feinstein, que fue amigo del actor, a mitad de los años sesenta y que devuelve al mito e icono de estilo en plena forma. Feinstein revela el perfil en acción de la estrella durante el rodaje de unas películas talismán, el thriller policiaco Bullit (Peter Yates, 1968) donde interpretaba un frío y a la vez estilizado policía de San Francisco que los títulos de crédito del diseñador Pablo Ferro y la música de Lalo Schiffrin ayudarían a inmortalizar como una de las producciones emblema de la década de los sesenta.

Basta revisar las imágenes de películas como Bullit con McQueen conduciendo su Mustang por las calles de San Francisco o sobre un Buggy por las playas de la costa de Massachusetts en El Caso de Thomas Crown –en compañía de Faye Dunaway– para constatar esa modernidad imperecedera del estilo McQueen que sigue seduciendo a las nuevas generaciones. En cazadora Harrington y vaqueros o embutido en un elegante traje de sastrería Steve McQueen reune esa combinación, siempre deseada, de simplicidad y sofisticación sin que nada chirríe o quede fuera de lugar. McQueen colabora en esa reinterpretación del héroe moderno que un actor surgido de la Nouvelle Vague como Jean-Paul Belmondo ha dado forma al otro lado del Atlántico con la pelicula A bout de souffle (Jean-Luc Godard). Belmondo respira la locura juvenil del nuevo héroe y a la vez anti-héroe romántico. McQueen le imprime acción y estilo made in U.S.A.
 

Fotograma de ‘La gran evasión’.

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Durante el rodaje El caso del Thomas Crown, la única película donde el actor abandonó por unos momentos su look más sport para vestir un guardarropa acorde con el millonario y ambiguo protagonista, McQueen se encarga de revisar personalmente cada una de las piezas del vestuario donde se mezclan refinados trajes a medida Príncipe de Gales y equipos para jugar al polo. Otro tanto con el vestuario creador por la diseñadora Theadora Van Runklen, que ya había dejado su huella en la pelicula Bonnie and Clyde, para la otra protagonista, una sofisticada investigadora de una empresa de seguros protagonizada por Faye Dunaway que interpreta junto a McQueen la partida de ajedrez más erótica de la historia.

La pantalla se convierte para McQueen en un espejo de su vida y de ese nuevo héroe, seductor, intrépido y de atracción algo vidriosa. En su pasado familiar se acumulan una infancia dura, madre alcohólica, estancias en reformatorios, adolescencia problemática, unos fantasmas que quizás el actor quiere ahuyentar exigiendo a los productores que llenen su camerino de maquinillas de afeitar eléctricas, montones de camisetas y pantalones vaqueros que envía en secreto al reformatorio Boy’s Child, uno de los centros donde había pasado parte de su infancia y adolescencia.

Del joven internado en un reformatorio al estatus de estrella mejor pagada de Hollywood y los pódiums de las carreras de coches como patio de recreo, Steve McQueen recorre ese sueño americano que la pantalla tantas veces nos ha proyectado. La figura de un actor que iluminó el nuevo héroe contemporáneo con sus luces pero también con sus sombras y que acabó creando un estilo que medio siglo después sigue sirviendo de manual de referencia.

Unseen McQueen puede verse en París en Galerie l’Instant del 16 de junio al 16 de septiembre.

Sus refinados trajes a medida Príncipe de Gales se han quedado grabados en nuestra memoria.

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Si hablamos de un hombre cool, McQueen gana por goleada.

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San Francisco, una moto y Steve McQueen. ¿Qué más se puede pedir?

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Con la gran Natalie Wood.

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