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¿Por qué iban a ser los novios de Rosalía autores de sus canciones?: la eterna sospecha sobre las compositoras

No se han librado ni Björk, ni Beyoncé ni Taylor Swift. Cuando un nombre masculino aparece en los créditos, se cree que son ellos los auténticos creadores de un tema.

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Cuando Rauw Alejandro y Rosalía empezaron a salir, ella ya llevaba año y medio trabajando en su álbum Motomami, según explicó hace unos días a la presentadora Martha Debayle. El cantante aparece en los créditos de dos canciones del disco, aunque su contribución fue mínima. Concretamente, aportó la palabra “naki” al coreadísimo estribillo de Chicken Teriyaki –“pa’ ti, naki, chicken teriyaki”– y eliminó un segundo de batería de Bizcochito.

Con elegancia, Rosalía vino a decir que había acreditado a su novio por pura deferencia, de la misma manera que si la madre de una amiga suya, según contó, aparece un día en el estudio a hacer una visita y dice algo que le hace pensar, saldrá también como coautora en el disco. “Yo pongo a todo el mundo, aunque hayan hecho un 1%, o un 0,01 % de lo que sea, porque esa es mi ética como músico. Pienso siempre que las cosas son un esfuerzo colectivo”, dijo la cantante.

Se trata de una práctica generosa, pero arriesgada, especialmente para una mujer compositora, como bien sabe la propia Rosalía. Hace año y medio, en una conversación con Pharrell Williams grabada para los premios Billboard Latin, denunció que el algoritmo –y quien lo programa– actúa de manera machista y margina a las mujeres artistas cuando hay una canción con múltiples autores e intérpretes, como suele ocurrir en el pop actual. Puso de ejemplo lo que le sucedió con el tema Relación. Aun hoy, si se busca ese tema en Spotify, aparece descrita como una canción de “Daddy Yankee, J. Balvin y Sech”, a pesar de que Rosalía es la artista principal en ese remix. “Luego hay artistas grandes que tienen muchos números y al algoritmo le interesa que ellos estén como main artists y ella como featured. Eso hace que ellos tengan todo el beneficio mecánico las proveedoras digitales y que ella no lo tenga”, señaló en esa misma conversación con Williams. Y añadió: “Las mujeres tenemos que estar siempre demostrando, luchando por lo que nos pertenece, poniéndolos a prueba continuamente”.

Al principio de su carrera, Rosalía también tuvo que escuchar en más de una ocasión que sus mejores canciones eran obra de su entonces pareja, C. Tangana, que aparece acreditado en ocho de los once temas que tiene El mal querer, incluida Poder, en la que canta esto: “a ningún hombre consiento que dicte mi sentencia, solo Dios puede juzgarme, solo a él le debo obediencia. Ya que fuiste carcelero, yo era tuya compañero, hasta que fuiste carcelero”.

La norma en la era del hiperpop es que todas las canciones tengan múltiples autores. Billboard se encargó de compactar esos datos en 2020 y constató que de las 283 canciones que habían ocupado el número uno de su lista mundial desde que empezó el milenio, solo 13 tenían un solo autor. Algunas de ellas hits de alcance mundial, como Happy del propio Pharell Williams o Fallin, de Alicia Keys, que son ahora la excepción. Otro estudio de 2018 que publicó la revista Music Business concluyó que para escribir un temazo, uno de esos hits ubicuos que suenan tanto en los pasillos del Mercadona como en las bandas sonoras de las películas de dibujos animados, se necesita una media de nueve autores. Sicko Mode, un tema de 2018  Travis Scott con Drake como invitado (featuring) tiene acreditados hasta 30 autores. Eso se debe, como se explicaba en este artículo en GQ, a que ahora se tiende a contar a los productores y arreglistas entre los compositores –es decir, si los Beatles estuvieran ahora en activo, la mayor parte de sus canciones constarían como obra de Lennon /McCartney / Martin, añadiendo al productor de casi todos sus discos– pero también a la naturaleza de la música urbana actual. Ese tema de Travis Scott incluye un sample de Notorius B.I.G. que a su vez sampleó otros tres temas de hip hop, de manera que los autores de todas esas canciones se añaden a la larguísima nómina de compositores.

Aunque esa sea lo habitual ahora, la sospecha sobre la autoría y la autenticidad  suele caer sobre las mujeres compositoras, igual que tantas veces pasó con las autoras literarias, de Mary Shelley a Charlotte Brönte. En 2019, la escritora Zara Lisbon dijo que Ariana Grande es solo “un dibujo animado y una creación” y la comparó desfavorablemente con Taylor Swift, porque ésta, dijo, sí escribe sus canciones. Grande reaccionó de manera inusitada al ataque de una autora muy poco conocida con menos de 2.000 seguidores en Twitter, quizá porque la hirieron en su orgullo, y se dedicó a publicar notas de voz y pantallazos de las conversaciones que tiene con los productores de sus temas, en los que suele aparecer como coautora, para demostrar que ella sí interviene en el proceso. Grande ha escrito también canciones para otras artistas, como Normani.

Ni siquiera Swift, que se hizo famosa como una adolescente con guitarra que cantaba temas muy personales, ha quedado lejos de esa sospecha. Hace dos meses, Damon Albarn pudo comprobar la furia de los swifties, incluido el presidente de Chile, Gabriel Boric, cuando dijo que la autora de folklore no escribe sus propias canciones. Cuando le hicieron notar que sí, apostilló: “las coescribe. No es lo mismo coescribir que escribir”. A veces, los rumores vienen de la propia industria. La cantante y compositora Renee Shi Wisdon, que ha creado temas para Drake y Rita Ora, dijo en 2014: “No creo que Beyoncé haya escrito ni una sola de sus canciones”.

La propia Rosalía, que ha hecho hincapié durante la promoción de Motomami en el durísimo trabajo que hay detrás de su disco, en lo mucho que se ha partido los cuernos para sacarlo adelante respondiendo solo a su visión personal, reflexionaba sobre eso en su entrevista con The New York Times, poniendo el énfasis en su autoconfianza: “Me da igual cómo de pequeña sea tu contribución, te voy a poner en los créditos. Así de segura me siendo como músico”. Dijo “musician” en inglés, pero hablando en castellano Rosalía siempre habla de sí misma como “músico”. “Sé que esto me perjudica a la hora de enfocarme como productora, porque en el momento en que la gente ve un hombre y una mujer en la lista, asumen…ya sabes. He visto como le pasaba hasta a Björk, he visto como muchas mujeres pasaban por esto”.

En realidad, en este caso no hay mucho peligro de que alguien sospeche que Rauw Alejandro escribió Chicken Teriyaki o Bizcochito. El puertorriqueño ha asumido el papel de groupie principal de su pareja desde que se publicó el álbum. “Motomami es un mood, los sonidos y las melodías están en otro nivel. No hay ni latino, ni gringo con ese sonido y nivel de produ…lo dejó ahí”, tuiteó al poco de publicarse el disco. Cuando una usuaria de la red social volvió a sacar la idea de que C. Tangana es la mente pensante detrás de El mal querer, Alejandro redobló su mensaje: “Y lo más cabrón es que el 95% de toda esa creación solo fue ella. She is a genius. A complete artist”. Y le dedicó a su chica los emojis del 100 y el cerebrito. La cosa se zanjó en un tono muy motopapi: “Ellos hateando, nosotros facturando”. Y en bitllets de cent.

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