7 motivos por los que Colette ya era un icono feminista hace 100 años
El estreno del nuevo ‘biopic’ de la escritora francesa protagonizado por Keira Knightley ha vuelto a poner de actualidad la fascinante vida de la artista que destruyó todas las barreras de género que se encontró en su camino.
Es probable que la célebre escritora pusiera el grito en el cielo si supiera que en 2018 es calificada como un incontestable “icono feminista”. Pese a erigirse como enemiga acérrima de estas (“se merecen el látigo”) o de las sufragistas que reclamaban que ella también pudiera votar (“no son inteligentes”), Sidonie-Gabrielle Colette bien se empeñó en demostrar todo lo contrario con sus actos. La vida de la autora francesa, que revolucionó la escena sociocultural del siglo XX, disfrutó de una libertad sexual casi sin precedentes y luchó contra el esclavismo profesional patriarcal, llega ahora a la gran pantalla como un personaje a reivindicar en los tiempos del #MeToo. “En cierto sentido no conocemos nuestro propio pasado. La historia nos ha dado a algunas mujeres increíbles y deberían ser impartidas. No sabemos quiénes fueron nuestras heroínas”, afirma la actriz británica Keira Knightley (Piratas del Caribe), encargada de darle vida en el ‘biopic’ Colette. Atendiendo la demanda de Knigthley, recopilamos algunos de los hitos profesionales y barreras de género que –deliberadamente o no– se encargó de destruir.
Luchó por recuperar la autoría de sus primeros trabajos como escritora fantasma
Colette era una joven provinciana que llegó a París a finales del siglo XIX siendo todavía menor de edad y de la mano de su marido, el crítico musical y escritor Henry Gauthier-Villars, quince años mayor que ella. Su pareja, conocido popularmente como Willy, era un vividor y un mujeriego, muy popular en las noche parisinas de la clase pudiente, que firmaba textos a costa del trabajo de un taller de escritores fantasma o ‘negros’, y entre los que no tardó en incorporar a su propia esposa. Así fue como este se apropió de la serie de novelas Claudine, todo un éxito editorial y que Colette escribió basándose en los recuerdos de su infancia. Es el relato de una estudiante de instituto especialmente consciente de su identidad sexual que conmocionó a la sociedad francesa. Willy esclavizó a su mujer, llegando a encerrarla para que escribiera en jornadas de hasta 16 horas. El matrimonio solo se rompería a raíz de las infidelidades de Colette con otras mujeres, que molestaban especialmente a su pareja. En 1909 se divorciaron y la escritora emprendió una dura batalla legal para recuperar la autoría de sus textos.
Su promiscuidad profesional solo está a la altura de la sentimental
La separación de Willy hizo que el prestigio y la influencia de Colette descendieran varios escalones entre la clase alta, pero también supuso una oportunidad para probar otros ambientes de la escena gala y reinventarse en todos los aspectos. Comenzó una relación sentimental y profesional con la que había sido su amante, la marquesa Mathilde de Morny, apodada como Missy. Ambas protagonizaron una obra en el Moulin Rouge llamada El sueño de Egipto, en la que sus personajes (momia y arqueóloga) se besaban y que supuso un escándalo sin precedentes. Hasta el público presente produjo un altercado en la platea. Además de novelista y dramaturga, Colette también trabajó como bailarina, cabaretera, cronista de guerra o crítica literaria, teatral, cinematográfica y de moda.
Gozó de una vida sexual sin ataduras
En 1911 Colette se casó por segunda vez. Lo hizo con Henry de Jouvenel, editor del periódico Le Matin y padre de su única hija, también llamada Colette. Con Jouvenel la escritora recuperó el prestigio perdido y se consolidó como una de las grandes firmas de la escena cultural del siglo XX. La publicación de Chéri, una de sus obras más celebradas y que narra el affaire entre una cortesana de mediana edad y un adolescente, fue toda una premonición. A los 47 años Colette comenzó una relación con su hijastro de 16, Bertrand de Jouvenel, que acabó con el matrimonio. La pareja no ocultó su amor, pese al desafío social que suponía tal diferencia de edad entre una mujer adulta y un hombre mucho más joven. A los dos maridos y las decenas de amantes (hombres y mujeres) que tuvo Colette, se le uniría un tercero en 1935: el joyero Maurice Goudetek, 17 años menor que ella.
Dejó un sello indeleble en el mundo de la moda
Además de trabajar como cronista de moda en el periódico de su segundo marido, el éxito arrollador de las cuatro novelas de Claudine tuvo una gran influencia en la industria. Con el nombre de la protagonista se acuñaron sombreros, cuellos, perfumes, corbatas o lociones. Colette fue también una de las primeras que se atrevió a llevar pantalones en público, algo prohibido para las mujeres en aquel entonces, y mantuvo una cercana amistad con Coco Chanel. Hasta la concept store más famosa del mundo, la emblemática tienda parisina Colette que cerró sus puertas el pasado año, se llamó así también en parte por la admiración de su fundadora hacia la escritora.
Fue la descubridora de Audrey Hepburn
Montecarlo, 1951. Colette, invitada por su amigo personal el príncipe Rainiero, descansa unos días en el lujoso Hôtel de Paris por recomendación médica. El descanso es solo físico, porque el cerebro de la escritora lleva dando vueltas desde hace semanas a la posible protagonista del estreno teatral que prepara para Broadway de su obra Gigi. Un día baja a almorzar y se encuentra el salón cerrado temporalmente por el rodaje del filme Montecarlo Baby. Colette se niega a marcharse e interrumpe la grabación de una escena en la que se topa con una actriz desconocida, muy delgada, que la deslumbra. Es Audrey Hepburn, con 22 años. “Voilà, c’est Gigi”, cuentan que dijo la autora. El resto es historia.
Convirtió el cine en un entretenimiento también para mujeres
Como sostiene la revista AnotherMag, el trabajo de Colette como crítica cinematográfica gozó de un estilo deliberadamente femenino para llevar a las mujeres a las salas. “Utilizó metáforas domésticas para abordar los asuntos que ignoraban sus colegas masculinos, como cuando alabó a Mae West admirando el hecho de que “no se casa al final de la película, no muere o no coge la carretera hacia el exilio”, escribe Holly Isard.
Fue la primera novelista en ingresar en la Academia Goncourt…
… Y la primera mujer en presidirla entre 1949 y 1954. Otra de las anécdotas fascinantes sobre su vida es que Colette ocupó en la academia la silla que dejó vacante un buen amigo: el actor y dramaturgo Sacha Guitry. En plena II Guerra Mundial, su tercer marido, de origen judío, es detenido y conducido hasta un campo de concentración en Compiègne. Colette utilizó sus influencias para intentar sacar a Goudetek de allí y solo gracias a la mediación de Guitry fue liberado dos meses después. Una vez fallecida la escritora siguió rompiendo barreras de género al convertirse en la primera fémina en ser despedida con honores de Estado por la República.
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