Zosia Mamet busca su sitio
La (aparentemente) inocente Shoshanna de ‘Girls’ tiene poco que ver con ella. Ser hija de David Mamet y dormir entre algodones no le han hecho perder el norte.
Lo que devuelve a Zosia Mamet a su infancia no es el olor de la papilla ni el perfume de su madre, sino el aroma de la laca y el calor de los focos. Hija del escritor y director David Mamet y de la actriz Lindsay Crouse, pasó su niñez revoloteando entre adultos que repetían las mismas frases una y otra vez. «Cuando iba con mi madre a los ensayos del teatro, me dedicaba a rebuscar pelusas y papelitos entre las butacas, los metía en un cuenco y echaba por encima todos los líquidos que encontraba en los camerinos. A esa mezcla la llamaba sopa Spoolabash e iba persiguiendo a todos para que la probasen», recuerda riéndose.
Hemos quedado en un restaurante de Bushwick, posiblemente el barrio neoyorquino con mayor concentración de modernos. La actriz llega puntual, con un gorro de lana negro y su alfombrilla de yoga bajo el brazo. Lleva una cazadora caqui de hombre que le sobra por todas partes. No es la primera vez que confiesa que la moda no le interesa especialmente. «Acabamos de mudarnos justo a la vuelta de la esquina. Muchas noches pedimos comida aquí». Se refiere a su pareja, el actor Evan Jonigkeit, a quien conoció hace un año sobre el escenario. Mientras representaron Really Really en la Gran Manzana, salieron en secreto. «Fue muy emocionante», cuenta dejando la frase en el aire y sorbiendo con pajita un agua con gas. Meses felices en los que se tatuó un corazón en la palma de la mano y llenó páginas y páginas en las revistas del corazón: Shoshanna (su personaje en Girls, esa cursi que la ha lanzado al estrellato y que en la nueva temporada por fin se suelta la melena para sorpresa de todos) se había enamorado.
Jersey de cuello alto y falda metalizada, ambos de Jonathan Simkhai; y brazalete de plata de Bond Hardware. El anillo es de Zosia.
Eric Guillemain
Siempre le preguntan por su padre. ¿Es un arma de doble filo apellidarse Mamet?
Al principio me sentía frustrada, pero luego entendí que no era nada personal. Quiero mucho a mi padre y le agradezco que me haya expuesto a tantas cosas. No puedo ser desagradecida. Lo fácil es clasificarme y será así hasta que yo sea un personaje por mí misma.
Nació en Vermont, ¿qué la trajo a Nueva York?
Efectivamente, nuestra casa está en Cabot, la tierra del queso y del sirope de arce [sonríe]. Está en medio de la nada, apenas hay cobertura de teléfono y a una hora y media al norte en coche se llega a Canadá. Allí viví un año y luego me fui a Massachusetts, donde estuve hasta los cinco años. Me encantaba. Pero luego me mudé a Los Ángeles con mi madre y mi hermana. Y lo odié: no soy una persona de la costa Oeste. California tiene muchas cosas buenas, pero Los Ángeles, para mí, está vacío. Es como si todos fueran operarios de la misma fábrica: la industria del cine. Me salieron dos películas seguidas en Nueva York y después la oportunidad de Girls. Así que me trasladé de una forma extraña: mantuve mi casa en California, pero pasaba unos ocho o nueve meses al año aquí. Y un día me dije: esto es estúpido. Así que vendí mi piso en Los Ángeles.
Empezó a actuar sin pasar por ninguna escuela.
Eso es. No fui a la universidad. Tengo mucha suerte de haber sabido siempre lo que quería hacer. Me encanta aprender, leo muchísimo, pero me gusta hacerlo a mi manera. Siempre me sentí constreñida por la escuela. Sacaba buenas notas porque no quería suspender, pero lo odiaba.
¿Está desilusionada con el sistema educativo estadounidense?
A mí el instituto me hizo perder nivel. Es algo muy triste que creo que les pasa a muchos jóvenes americanos. El otro día hablaba con un amigo de lo bueno que sería mirar a Europa en el tema de la formación profesional. Aquí hay mucha gente matándose por algo que no les va a proporcionar recompensa alguna, ni emocional, ni intelectual, ni económica. La universidad es fantástica para muchas personas, pero no para todos. Los títulos están sobrevalorados socialmente. Se ha instaurado una especie de vergüenza en torno a tener un trabajo corriente, aunque muchos serían felices así.
Vestido de Emporio Armani; collar y pulseras, todo de Uncommon Matters.
Eric Guillemain
¿Y qué le dijo su familia?
Mi padre es un defensor de aprender a través del trabajo, sin necesidad de ir a una escuela de actores. Yo no las desdeño; creo que hay muy buenos profesores y técnicas. Al principio me sentía una impostora. Me decía: no he estudiado y no tengo conocimientos para aplicar. Pero luego asumí que había crecido tras bastidores, viendo cómo trabajaban los actores profesionales, y eso no lo dan las academias. Además, mi padre no nos dejaba ver la televisión, pero nos dio una buena educación cinematográfica.
¿Qué más marcó su infancia?
Tuve mucha suerte. Mi familia organizaba cenas y yo me escondía en el hueco de la escalera a escuchar las conversaciones. O jugábamos a las cartas. Todos me hacían mucho caso, tenían mucha paciencia con esa niña que siempre estaba en el medio [se ríe]. Cuando era adolescente, mi padre me llevó a tomar algo con unos amigos y me encontré charlando con un hombre mayor, que hablaba muy alto y con el que mantuve algo así como un duelo dialéctico, cosas de la edad. ¡Resultó ser Gore Vidal! Pero una de las noches más mágicas que recuerdo fue en casa de Sue Mengers, la primera mujer agente en Hollywood, un mito. Estábamos mi padre, Sidney Poitier, Michael Cane, sus respectivas esposas y yo. Mengers se drogaba en una esquina y yo charlaba con Michael Cane sobre el universo, porque es lo que estaba estudiando en el instituto.
¿Se siente una privilegiada?
Mucho.
Hace un par de años David Mamet anunció que se había vuelto conservador, republicano. Provocó un revuelo tremendo, sobre todo por los golpes que le asestó a la izquierda y su defensa incondicional de las políticas de Israel. ¿A usted le interesan esos temas?
La verdad es que no, y me siento culpable por ello. Él se involucró mucho y se le señaló. Me vi rodeada por aquello y mi reacción fue escapar. Además, estar implicado en política requiere mucha energía. No quiero ser de esas personas que hablan sin saber. Se necesita un tiempo y un esfuerzo que ahora no quiero dedicarle.
¿Cómo vive el hecho de ser un personaje público?
Ya no me preocupa qué pensarán de mí. Mi padre me aconsejó que no leyera nunca las críticas porque las buenas nunca serían lo bastante buenas y las malas serían las únicas que se me quedarían grabadas. Intentar agradar a todos resulta agotador. Obviamente no quiero ofender a nadie y no voy a pisar una alfombra roja con una camiseta que diga algo grosero.
Precisamente a muchos les chocó lo que contó en la alfombra de los Emmy este año. ¿Realmente una mujer en el metro le dijo que ponía las mismas caras que usted en Girls cuando su marido le practicaba sexo oral?
[Se ríe] De verdad, eso me ocurrió. La gente siente que nos conoce y puede ser muy cruda. En otra ocasión, hace un año, una chica me paró en la calle, muy brusca y me dijo: «A mi novio y a mí nos encanta Girls y cada vez que la vemos practicamos sexo después». Y justo luego hizo una mueca triste y me preguntó: «Por cierto, ¿cuándo vuelve la serie?».
Chaqueta de cuero, vestido de seda y cinturón, todo de Saint Laurent Paris.
Eric Guillemain
Las escenas de sexo en la primera temporada fueron muy comentadas y criticadas. ¿Cree que la televisión estadounidense peca de políticamente correcta?
Sí, no considero que hiciéramos nada malo. Enseñábamos el sexo de una forma menos elegante, pero me resulta interesante esa reacción. Creo que en EE UU existe un sentimiento de culpa y vergüenza acerca de nuestros cuerpos, de la comida, de la forma en que comemos. Va más allá de la televisión. Está todo muy lejos de lo natural y de cómo se vive en otras partes del mundo. Los europeos disfrutáis más en ese sentido.
¿Prefiere trabajar en cine, series o teatro?
Me gusta todo. He tenido la suerte de participar en series de televisión con calidad cinematográfica. El teatro me apasiona. Lo interiorizas y, cuando está listo, lo sueltas todo al público, de principio a fin, cada noche. Quiero volver a subirme al escenario, pero es muy complicado compaginarlo con Girls.
La serie describe cómo es ser joven, no tanto en Estados Unidos como en Nueva York. Un oasis en muchos aspectos, pero que también puede ser muy duro, ¿no le parece?
Sí, es una ciudad ruidosa y agresiva. Los neoyorquinos son duros, no son de los que te desean que tengas un buen día si te cruzas con ellos. Para quienes intentan abrirse camino, a veces es como darse cabezazos contra una pared. Pero existe un sentimiento de comunidad, todo el mundo está intentando salir adelante, como embarcados en una lucha contra los elementos.
Sus mensajes en Twitter a veces tienen un toque surrealista. ¿Es usted así o sigue representando a Shoshanna, su personaje en Girls?
No, soy yo [carcajada]. Yo soy así.
¿Le preocupa alimentar su imagen en las redes sociales?
La verdad es que no. Empecé a usarlas solo para promocionar mi grupo de música [The Cabin Sisters].
En una ocasión dijo que el feminismo se había malinterpretado. ¿A qué se refería?
No me definiría como feminista. El feminismo tal y como se concibe hoy nos ha jodido mucho. Las mujeres que decidieron que la forma de conseguir lo que querían era odiar a los hombres se hicieron un flaco favor. Apoyo la igualdad, pero también creo que los géneros son importantes y que existen por una razón. Las chicas que simplemente quieren tener hijos y disfrutarlos reciben muchas críticas, como si su actitud fuera negativa o carecieran de ambición. A mí no me parece mal. Pensar que una mujer es inferior es claramente un problema.
¿Qué proyectos tiene entre manos?
Estoy terminando una película con Thomas Mann y Jeremy Jordan, y otra con Jessica Biel. Y me he comprometido para otras tres más. Además, estamos esperando el rodaje de la cuarta temporada de la serie, y también estoy grabando mi primer álbum. En otoño me gustaría volver a las tablas.
¿Y más adelante?
Estoy escribiendo mi primera novela. Me encantaría producir cine y seguir en la música. Pero también soy un ser humano sencillo. Mi novio y yo queremos mudarnos al campo y tener una granja.
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