La vuelta gloriosa de Jennifer Aniston, la mujer a la que todo el mundo adora
La actriz regresa a la televisión con ‘The Morning Show’, la primera serie de la plataforma de streaming de Apple, mientras trata de despojarse de una vez por todas de la sempiterno imagen de mujer desdichada.
“¿Sabéis qué? América me quiere. Y, por lo tanto, América es mía”. En el tercer episodio de The Morning Show, Alex, la presentadora estrella de un exitoso programa de televisión matutino, deja claro quien manda. Lo hace delante de la clásica caterva de ejecutivos trajeados que desde siempre se han visto con el derecho de dictar cuándo una mujer es muy vieja para dar las noticias, para protagonizar una película taquillera, para aparecer en la portada de una revista, para formar una familia o para seguir siendo considerada “la novia de América”. Por eso el genial desplante del personaje resuena en la cabeza del espectador como si fuera su propia intérprete, Jennifer Aniston, la que se reivindicara ante todos aquellos que trataron de marcarle el paso de su futuro y fallaron de forma sistemática en el intento. Porque América, y el resto del mundo, la adora. La vuelta de Aniston a la televisión, quince años después de salir del piso que compartió durante una década con otros cinco amigos, no puede ser más gloriosa.
Han sido los ‘idólares’ de Apple los que han conseguido que la actriz que diera vida a la inolvidable Rachel Green de Friends decida sumar otro papel televisivo a su historial. The Morning Show es la serie que abandera el lanzamiento de Apple TV +, la plataforma con la que el gigante tecnológico pretende entrar en la guerra del streaming por todo lo alto y que Aniston protagoniza y produce junto a su íntima amiga –y hermana en Friends–, Reese Witherspoon. Ambas interpretan a dos presentadoras de televisión que rivalizan por tomar las riendas de un programa de máxima audiencia después de que su mediático presentador (Steve Carell) sea despedido por un escándalo de acoso sexual. La interpretación de Aniston ha sido calificada por la crítica como “portentosa”, “hipnótica” e “increíble”, alejándose deliberadamente de la imagen amable que el público tiene de ella. “Aquí tenemos a Aniston, de vuelta en el medio que lanzó su carrera, pero esta vez diciéndole ‘que te jodan’ a la novia de América que hay en su interior”, sostiene Vulture.
Esa expresión precisamente, la de “novia de América”, acompaña a Aniston desde que apareciera en el primer capítulo de la sitcom hace ahora 25 años. Shirley Temple, Debbie Reynolds, Julia Roberts o Meg Ryan… Ninguna de ellas consiguió mantenerse durante tanto tiempo en el corazón del espectador medio, pudiendo presumir de ser la única gran estrella internacional de Hollywood que se alzó como tal sin la necesidad de protagonizar un taquillazo cinematográfico o haber recibido una nominación al Oscar. Su vigencia y carisma traspasa generaciones, como demuestra ahora la tremenda repercusión de su recién inaugurada cuenta de Instagram.
Aniston batió todos los récords históricos de la plataforma al conseguir un millón de seguidores en apenas cinco horas y ya supera los veinte millones. Su última película, Criminales en el mar, también se situó como la más vista de la historia de Netflix en su primer fin de semana con más de treinta millones de visualizaciones. Es una fija en la lista anual de Forbes de las actrices mejor pagadas de Hollywood –gracias sobre todo a su caché como embajadora publicitaria–, sigue copando las portadas de revistas de moda y Friends es el tesoro por el que pujan las plataformas debido a su vigencia en las pantallas de los espectadores. Un científico incluso llegó a acuñar con su nombre a unas neuronas relacionadas con la memoria selectiva. ¿Quién quiere una estatuilla en su salón cuando puede tener una neurona llamada como ella?
Pero a pesar de las múltiples evidencias de su éxito, a Jennifer Aniston sigue acompañándole una imagen pública de ‘pobre mujer’ que arrastra desde su mediática ruptura con Brad Pitt. Los titulares sobre la “novia de América” pasaron a anteponer el adjetivo “desdichada” de ahí en adelante, reduciéndola a un arquetipo novelesco que poco o nada se corresponde con la realidad y pese a lo mucho que insista en la plenitud de su vida actual. Primero fue la prefabricada rivalidad con Angelina Jolie, que forzó a la opinión pública a decantarse por la chica buena convertida en víctima (#teamAniston) o por la bomba sexual rompehogares (#teamJolie) e incluso hoy se sigue teorizando sobre una posible reconciliación con Pitt. Después llegaría su divorcio del actor y guionista Justin Theroux (The Leftovers), cuando los fans parecían descansar por fin tras décadas de soltería –para ellos– insatisfactoria. Entre medias, lamentos por una carrera en Hollywood que no cumplió con las altas expectativas marcadas y la sempiterna pregunta sobre por qué no tiene hijos y si eso la convierte en una mujer más vacía que el resto. Aniston llegó incluso a publicar una carta en la que evidenciaba su “cansancio” ante el escrutinio que sufría por parte de los medios.
“Lo que determina la felicidad en la vida de alguien no es el ideal que se creó en los años 50. Ese relato no lo escuchas aplicado en los hombres. Esto es parte del machismo: siempre es la mujer la despechada, la desconsolada y la solterona. Nunca es al contrario, y la pena es que muchas veces eso viene de las propias mujeres”, reflexionaba la californiana durante una entrevista con la edición estadounidense de la revista Elle. Su caso es paradigmático de las constricciones sexistas que todavía siguen persiguiendo a las celebridades de sexo femenino. Si la descendencia o vida amorosa de, por ejemplo, compañeros como Matthew Perry o Matt LeBlanc, parece no preocupar demasiado a la opinión pública, ¿por qué sí la de Jen? “Si una mujer existe fuera del rígido esquema social, por elección propia o involuntaria, tiene que soportar la perplejidad, el escrutinio, el ridículo e incluso directamente la animadversión por parte tanto de hombres como, tristemente, de otras mujeres que tienen miedo de convertirse en ellas o tratar de validar sus elecciones vitales”, añade Barbara Ellen en una columna de The Guardian.
The Morning Show es su forma de seguir marcando distancias con cualquier estereotipo de tristeza que pueda acompañarle y rebatir a los plañideros mediáticos. A los 50, es la prueba fehaciente de que la edad que solía suponer la defenestración profesional ahora puede suponer una etapa de plenitud, al igual que demuestran compañeras de generación como Jennifer Lopez o Cate Blanchett. “El poder me parece muy sexy hoy en día, así como la inteligencia femenina y los capaces y creativas que son”, asegura. Aunque dice recibir con extrañeza y rechazo piropos envenenados como “Estás fantástica para la edad que tienes”, lo único cierto es que, al menos en el aspecto profesional y personal, el halago nunca fue más atinado.
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