_
_
_
_

Edie Campbell, el nuevo astro británico

Pocos logran cinco minutos de audiencia con esta top londinense licenciada en Historia del Arte. S Moda es el primer medio español en colocar a la deseada imagen de Black Opium de YSL en una portada.

Edie Campbell
María Ovelar y Chabela García (Realización)

No es tan polémica como su compatriota Kate Moss. Ni cuenta con familiares tan famosos e influyentes como Georgia May Jagger. Tampoco tiene una larga trayectoria como Gisele Bündchen. Por eso, seguramente, no conozcan a Edie Campbell, la modelo británica de 24 años que odiaría este arranque. «No me gustan las comparaciones, las usan los malos periodistas», afirma. Touché. Pero los símiles son socorridos y permiten concebirla. Con Moss comparte personalidad, las dos son igual de peculiares. Con Georgia, buena genética, y con Bündchen, el compromiso con el trabajo.

Estamos en Londres y fuera llueve a cántaros. Campbell llega al estudio, situado en el noroeste de la capital, con el pelo mojado, una camisa azul y blanca (del revés), un cárdigan y unos vaqueros. Estrecha las manos del equipo y se presenta con un escueto «Hola, soy Edie». Es muy pálida y los mofletes se le han sonrosado. ¿Signo de buena salud? «Intento cuidarme, como bien, soy activa… Mi estilo de vida es simple, ésa es la clave. A veces nos obsesionamos con la comida y el deporte. Muchas amigas se embarcan en dietas interminables que no sirven para nada».

Top de American Vintage, pantalones de Marciano Guess, y cadena y colgante modelo Love Lock de Guess.

Santiago & Mauricio

Debe haber sido una hija modélica. El año pasado se graduó con matrícula de honor en Historia del Arte. «Me gusta lo visual; es una carrera completa, engloba historia, filosofía, música, sociología… Y no trata de dar con la respuesta correcta. Eso sí, mis notas fueron un milagro».

Y tanto, su agenda laboral echa humo: Givenchy, Loewe, Marc Jacobs… y ahora Yves Saint Laurent. La londinense es imagen de la nueva versión de Black Opium, el primer floral con café del mercado. «Me representa: es más desenfadado y masculino que otros Opium. La campaña conserva la estética icónica del pasado, esos anuncios protagonizados por Kate Moss o Linda Evangelista. Aunque en esos spots la mujer era más pasiva». No hay diseñador que se le resista, todos la desean. «El último año en la universidad fue intenso, combinar la carrera con la moda fue difícil. Hasta que me gradué, no me di cuenta de lo estresada que estaba». Mira al techo y añade. «Pero era una buena combinación. Ser modelo es caótico: no hay calendario. Las clases obligan a organizarse. Ahora soy un desastre. No sé dónde estaré mañana».

Levita de Pedro del Hierro Madrid, anillo de cristales congelados de Atelier Swarovski by Viktor & Rolf y botas de piel de Gucci colección crucero.

Santiago & Mauricio

Parece una de esas personas que no necesitan el orden para concentrarse. Es cerebral hasta la médula. Todo lo teoriza. Hasta la música, con la que tiene una relación más allá del ocio. Su novio es Otis Ferry, hijo de Brian, el cantante de Roxy Music. «Soy idealista: solo escucho grupos que ya no existen, así si sacan canciones horribles no puedo odiarlos. Sigo a conjuntos británicos de los 70, 80 y 90; imposible poner en duda a los genios. Otis siempre está investigando y buscando nuevas bandas». Aparte de en su pareja, con la que lleva casi dos años, encuentra su centro de gravedad en el deporte. Pero no en uno cualquiera: en la equitación. «Dolly [su yegua] me centra, me relaja. Con ella consigo el equilibrio que otros logran con el yoga. Estoy obsesionada con ella. Es divertida, aunque tiene mucha actitud y carácter», recalca.

Monta a caballo desde los cinco años, y lleva varios pagando lo que cuesta mantenerlo en el condado de Warwickshire, al norte de Londres. No es una aficionada, acumula varios premios. «Es la evasión perfecta, el contrapunto a la moda. Obliga a olvidar los egos y a centrarse en el caballo». Hace unos meses, sus dos mundos se juntaron. Dolly posó junto a Campbell para Lanvin. «Es vanidosa, adora las cámaras. En cuanto ve una, se queda quieta y pone ojitos. Tiene la mirada acero azul de Zoolander, es la versión ecuestre de una top». No fue su único respaldo. Su familia –hermanos, padres, abuelos…– también protagoniza la campaña. El clan lleva la moda en la sangre. Aunque, salvo su abuela y su madre, ninguno es maniquí. La primera, Joan Hicks, empezó a trabajar como modelo con 18 años, cuando se suponía que debía quedarse de brazos cruzados en casa. Su padre estaba escandalizado. «En los 50 las maniquís viajaban solas, cargaban maletas, se maquillaban y peinaban. Hoy no somos tan responsables: en esta sesión me acompaña mi agente y para venir al estudio no he movido un dedo. Un coche me esperaba en la puerta. No me malinterprete. Tengo el control sobre mi vida, pero no se espera tanto de mí».

Blazer de Thierry Mugler

Santiago & Mauricio

¿Le gustaría arreglarse usted misma para una sesión? «Dejarme sola con un secador y una brocha no es buena idea». Estamos sentadas en un sofá granate. Campbell gesticula, cruza y descruza las piernas. En la mano izquierda, cerca de la pared, sostiene una taza. El recipiente vuelca y el té moja el muro. Edie pega un salto y un grito. Y se ríe. Es esa frescura la que logra que sobresalga entre la legión de modelos. «Menos mal que no he quemado a nadie», suelta y retoma el hilo del discurso anterior. «Los sueldos eran más bajos, mi abuela cobraba un 15% de lo que se gana hoy. Las tops actuales son famosas, antes no lo eran». Sophie, su madre, fue editora de las revistas Tatler y Vogue UK, pero abandonó las publicaciones para estudiar Arquitectura. Su obra es conocida, ha ideado varios centenares de boutiques para Chloé o Yohji Yamamoto. Solía avergonzarla. «Me recogía del colegio con estilismos ridículos, como unos pantalones de tiro caído de Comme des Garçons… Yo rezaba por tener una madre normal. Ahora me divierte».

Una elección personal. No le gusta llamar la atención. No es presa fácil de los tabloides, que saben poco, aparte de que reside en Notting Hill. «Nuestra web más leída es la del Daily Mail. Pero, aunque hay mucha presión, tú decides si quieres ser famoso. Nadie salta al estrellato por accidente. Yo he escogido no serlo. No es práctico. Tal vez me limite, pero no me interesan las oportunidades que ofrece ese tipo de fama».

Campbell es imagen del primer floral con café: Black Opium de YSL (60,50 €).

No es una fiestera ni una adicta a la moda. Ni tan siquiera le complace ir de compras. «Me paso la vida viendo cómo me visten, por eso prefiero las prendas cómodas; mi perspectiva sobre el estilo es relajado». También sobre los modistos. «Su discurso es rimbombante. La mayoría dedica demasiado tiempo a razonar su obra. Hay algo reconfortante en las prendas sin concepto, en los diseñadores que idean chaquetas, vestidos y tops que son eso, chaquetas, vestidos y tops. Es una aproximación más orgánica y alejada de lo fantasioso». ¿Y qué hay de las piezas-escultura, le atraen? «Sí, pero debe haber espacio para ambas cosas». Claro que nadie está a salvo de la atracción subyugante de la moda ni de su poder de transformación. Ni siquiera los incrédulos. Campbell es una conversa. Mario Testino, amigo de la familia, la fotografió para Vogue UK cuando tenía 15 años. «No quería dedicarme a esto, no era consciente de las ventajas del sector, no lo valoraba ni entendía. Ahora sí y me encanta».

Las puertas se abrieron hace un año y medio. Pero no fue un diseñador quien les dio el puntapié definitivo para descerrajarlas. Fue un peluquero. Ya hemos mencionado que Campbell es pálida. También tiene un hoyuelo en la barbilla y los ojos azules. Si a esos atributos se añade un cabello rubio y largo (el que lucía hasta abril de 2013), el retrato es angélico. Pero si la melena se corta a lo Patti Smith y se tiñe de negro, el efecto cambia. «Guido Palau peina, pero su influencia va más allá. Con el corte logró que cambiara la concepción sobre mí. Empezaron a lloverme otro tipo de proyectos. También modificó la manera en la que me percibía. Era más yo. El pelo largo era demasiado femenino». Se lo ha vuelto a cortar y a teñir, esta vez de rubio. ¿Entonces, está de acuerdo, la imagen es poderosa? «No me gusta admitirlo, pero así es. Empeñarse en lo contrario es de cabezotas. Cada día elegimos un look; decidir que nos es indiferente ya es una elección». No es un alegato estético: la camisa con la etiqueta a la vista. A mitad de entrevista, Campbell se reclina, la toca y exclama: ¡Dios mío, pero si la llevo del revés! Esta mañana me he vestido medio dormida…».

Blazer de Thierry Mugler.

Santiago & Mauricio

Es fácil verla en un rincón, con los cascos puestos, en las semanas de la moda, o con un libro entre las manos. «Leo mucho, la ficción abre la mente. Mis autores favoritos son Thomas Mann y Kurt Vonnegut. Ahora estoy con La corneta acústica de la surrealista Leonora Carrington. Estaba casada con Marx Ernst, era amiga de Dalí y vivió en México. Su vida y obra son fascinantes. Pero era mujer, así que no se ha reconocido su labor». ¿No le parece frustrante? «Lo es, pero así es el mundo, por eso existe el feminismo. A veces pienso que no sirve quejarse y otras que sí… Pero preferiría no embarcarme en una discusión feminista». Cuando le recordamos que al menos estamos en el siglo XXI, prosigue: «Cierto, y la contienda ha sido luchada por mí. Mi familia me ha educado en la igualdad. Siempre supe que mi lugar no estaba en la cocina». Pero su sector está embarrado de prejuicios. Desfilar y pensar, para muchos, es una entelequia. «Hay modelos tontas, pero la mayoría no lo son». Medio día libre le basta para escapar a una exposición. «En París y Nueva York siempre las hay brutales y, tras un desfile, me tranquiliza la soledad de un museo; es como ir a darse un masaje».

No se está quieta en el sofá. Sus manos tampoco: a ratos, juguetea con un cigarrillo electrónico. «Me quita el ansia. Fui fumadora durante siete años». Los nervios y la motivación son su motor. Se sigue angustiando antes de subir a la pasarela. «Es sano, ayuda a superarse. Visualizar el fracaso obliga a salir corriendo en dirección contraria, con suerte hacia el éxito. Estar tenso significa que te importa». ¿Y cómo se controla? «Disimulo. Soy una experta suprimiendo emociones, hago grrrrr [suelta una onomatopeya] hacia dentro y solucionado».

Cumple con los requisitos para liderar el sector. ¿Pero tiene ganas? Después de todo, su madre cambió de registro. «La moda es fascinante, pero es un oficio y como todos puede ser tedioso».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_