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Bryan Ferry, lección magistral de estilo

Es la estrella del rock que inventó la estética dandi y enseñó a vestirse a los músicos de los 80.

Bryan Ferry
Simon Emmett

Es sir desde hace solo siete meses; los que hace que la reina Isabel II lo nombró comandante del Imperio Británico. Pero cualquiera juraría que nació con el título. Porte y planta de caballero, refinamiento y joie de vivre por los cuatro costados, atuendo impecable. Una estrella del rock. Pero no de las que destrozan las habitaciones de los hoteles; Bryan Ferry es de los que prefiere redecorarlas. «Soy un apasionado del diseño de interiores, aunque estoy muy alejado del minimalismo», confiesa a S Moda. Con su exquisito sentido del gusto, era inevitable que los new romantics de los 80 lo erigieran en su árbitro de la elegancia.

Además de sus melodías, los conceptos estilísticos de su banda y de su carrera en solitario se han convertido en una de sus aportaciones más interesantes a la historia de la música. Ferry estudió Arte en la Universidad de Newcastle. Fue discípulo de Richard Hamilton, el creador de la escuela de arte pop británica, y llegó dar clases de cerámica en un colegio de Londres. Cuando fundó Roxy Music –con un anuncio en el Melody Maker, como manda la tradición– no solo se puso al frente de la banda en el sentido musical, también se encargó del vestuario, el maquillaje y el grafismo de las impactantes portadas de sus discos. Y fue el primero en contar con la ayuda de un diseñador de moda para hacerlo, Anthony Price, que ya en aquellos días tenía tienda en King’s Road. «Es encantador recordar cómo nos lo montamos entonces: no teníamos dinero ni un equipo de diseño ni nada de lo que se tiene ahora. Nuestros principales recursos eran la imaginación y los materiales baratos. Lo hacíamos todo nosotros: ya fuera componer canciones o hacernos la ropa», rememora.

Cara Delevingne viste body de Jean Paul Gaultier para La Perla y zapatos de visón de Christian Louboutin. Bryan Ferry lleva camisa de Sean O’Flynn, traje de Burberry London, corbata de Rubinacci y zapatos de Christian Louboutin.

Simon Emmett/ CLM

La primera vez que Roxy Music apareció en televisión (con su interpretación de Virginia Plain en el programa de la BBC Top of the Pops en 1972) el grupo surgió del escenario como una visión gloriosa procedente de otro planeta. «Entonces todo el mundo llevaba vaqueros y camisetas. Nosotros queríamos glamour, necesitábamos ser fabulosos. Y cruzábamos la línea, que es lo que tienes que hacer cuando eres joven», recuerda. Brian Eno se manifestaba como una especie de ave extraña posada sobre sus sintetizadores. Ferry capitaneaba el barco desde el micrófono como un caballero futurista de metro noventa. En poco tiempo las lentejuelas, la purpurina y los estampados animales dieron paso al esmoquin blanco. Era el preludio del dandi refinado. «En los 80 intenté desarrollar mis gustos, hacerlos sofisticados», explica. Con la excepción de un breve periodo de bigotito a lo Douglas Fairbanks, camisas militares y pantalones cargo, ya no volvió a quitarse los trajes de chaqueta. «Me fijaba en los músicos negros del jazz, el soul y el rythm & blues. Esa gente sí sabía cómo cuidar los detalles de su vestuario. Respiraban elegancia con esas chaquetas cuadradas y sexies. Me fijé en ellos para depurar mi estilo», explica.

Su sentido sartorial de la moda no es fortuito. «Cuando era joven trabajaba los sábados en una sastrería para sacar dinero mientras estudiaba. Creo que fue allí donde empecé a interesarme por los detalles de la ropa masculina». Los grupos de la época buscaban las referencias para su aspecto, su vestuario o sus discos en la música o en el cine. Bryan Ferry las encontraba en la pintura, en los anuncios de publicidad, en los escaparates y en las revistas de moda. «Todas los aspectos visuales de mi carrera han sido siempre muy importantes para mí. Siempre he estado muy interesado en todo lo que significara arte y diseño: de moda, de muebles, incluso de coches. En las revistas había mujeres preciosas y ropa magnífica, así que eran una fuente de inspiración».

Bryan Ferry: «Los músicos negros de jazz, ‘soul’ y ‘R&B’ de los 60 sí sabían cómo vestirse. Me fijé en ellos para depurar mi estilo».

Simon Emmett/ CLM

En aquellos tiempos, mientras las demás bandas colocaban a sus miembros en las portadas, Roxy Music prefería chicas. Modelos, en concreto. Bellas, atrevidas, majestuosas; cuanto más sofisticadas, mejor. «Me encargaba personalmente de elegirlas», confiesa Ferry risueño. También se las llevaba al huerto. Con alguna excepción, como Kari-Ann Muller, futura señora de Jagger (de Chris Jagger, hermano de Mick) y protagonista del primer disco, y las damas rubias de Flesh + Blood. Todas las demás, en mayor o menor medida, sucumbieron a sus encantos. Con Amanda Lear, la quimérica paseadora de panteras de For your pleasure, tuvo un corto affaire. «Era todo un personaje, una mujer increíble», recuerda ahora. Con la ondina azul que se asoma a la portada de Sirens, Jerry Hall, fue en serio. Durante dos años pasearon su magnífico amor por los clubes y fiestas más exclusivos del planeta. Y llegaron a anunciar su boda. Pero fue Mick Jagger quien se llevó la gata al agua. «Bryan quería hacer de mí la ama de casa perfecta de una mansión en la campiña inglesa. Parecía feliz cuando me veía hacer punto de cruz», confiesa la texana en sus memorias, tituladas Tall Tales.

El cantante de los Stones le debió prometer algo mucho más estimulante porque cuando Ferry estaba en mitad de su gira por Australia se lanzó a sus brazos. Las dos amazonas germanas del tercer LP de la banda, Country Life, venían seducidas de casa: eran fans rendidas de Roxy Music y no pusieron ninguna resistencia a la hora de mostrar sus encantos con ropa interior semitransparente en una portada para algunos histórica. «Fue lo más cercano al porno que podíamos permitirnos entonces», confiesa John Taylor de Duran Duran en More Than This, el documental de 2008 sobre la banda.

Al final, Ferry sí se quedó con la chica. Se casó con Lucy Helmore, la portada de Avalon. La única de todas que, curiosamente, no da la cara. Aparece de espaldas, con un halcón en la mano y un casco en la cabeza que remite a la imaginería artúrica. Cuando Helmore conoció a Bryan creyó que era gay porque se preocupaba mucho de su aspecto, relata David Buckley en la biografía del grupo The Thrill of it All. De esa unión, que terminó en agrio divorcio en 2003, nacieron sus cuatro hijos: Otis, Isaac, Tara y Merlin. «Estoy muy orgulloso de todos ellos y de su sentido artístico», afirma. Estuvo a punto de perderlos en 1997. A ellos y su propia vida, cuando un terrorista secuestró un avión en el que Ferry viajaba con toda su familia hacia Nairobi. «Fue una experiencia surrealista. Lo detuvieron cerca de mi asiento y recuerdo que lo único que podía pensar era que ese hombre llevaba puestos unos calcetines horrendos».

Cara luce pantalón y sujetador de látex con corpiño y jersey de cuello alto de tul, todo de Mugler; pendientes de Tom Ford.

Simon Emmett/ CLM

Lo dice alguien a cuyos videoclips acuden muchas firmas de moda actuales en busca de inspiración para sus colecciones. «La creatividad se mide por ciclos y siempre es halagador que lo que haces tú les sirva a otros». A él le gusta lo que crean en Gucci y en Dolce &Gabbana, pero se viste en Anderson & Sheppard, una sastrería tradicional que lleva más de 100 años en la zona de Savile Row. «Es un trabajo artesano que no debería perderse», explica.

Sus retoños también comparten su pasión por la moda. Con Otis e Isaac posó para la campaña de Burberry de 2006; con Tara apareció estas navidades en la de H&M. A los cuatro se los llevó en junio al palacio de Buckingham para que lo acompañaran a recibir los honores de su nuevo título de mano de la reina. «La vi brevemente. Es una dama cálida y distante a la vez, con un sentido del estilo envidiable».

En 2010 publicó su último trabajo hasta la fecha, Olympia, el decimotercero de estudio y el primero con canciones inéditas desde Mamouna, en 1994. Para la portada añadió a Kate Moss a la nómina de tops de su carrera. Y no, no cree que Roxy Music vaya a reunirse como banda en un futuro cercano, pero sí tiene por delante más de 80 conciertos programados para este año. «No tantos como los que da Bob Dylan. Acabas viviendo en el autobús de la gira, y las posibilidades decorativas son muy limitadas; como mucho, unas flores», bromea.

A su 66 años y recién casado con Amanda Sheppard, de 29, no son solo sus propios trabajos los que lo mantienen en el mapa. En 2012 lo reivindican prácticamente cada semana en alguna parte del planeta. De una exposición sobre su trayectoria en París o Berlín, con concierto y conferencia incluidos, a su presencia en la banda sonora de Los hombres que no amaban a las mujeres, para la que Trent Reznor y Atticus Ross han elegido una de sus composiciones Is Your Love Strong Enough? que reinterpreta la falsa banda de Reznor, How to Destroy Angels. Hay más. La serie de televisión Glee ya le ha rendido su particular homenaje a Roxy Music esta temporada. Love is the Drug suena de fondo mientras los personajes aseguran que les encantaría viajar al pasado para conocer a Bryan Ferry. Alguien debería explicarles que para eso no necesitan una máquina del tiempo.

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