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¿A la séptima va la vencida? La campaña para que Glenn Close por fin gane un Oscar

Se le escapó con Atracción fatal y Las amistades peligrosas. A los 71, la actriz aspira al premio gordo por su papel de sufrida esposa de un escritor.

Glenn Close ha estado nominada muchas veces pero nunca se ha llevado el Oscar.
Glenn Close ha estado nominada muchas veces pero nunca se ha llevado el Oscar.Getty

Hacia el final del tráiler de La buena esposa, el personaje de Glenn Close dice: “No puedo aguantarlo más. No puedo hacerlo otra vez. No puedo soportar la humillación”. Y parece que la actriz, además de decírselo a su marido en la película, Jonathan Pryce, se lo está gritando también a la Academia de Hollywood: no me nominéis más, maldita sea, si no pensáis darme el Oscar.

A la actriz de 71 años, que sí tiene tres Emmy y tres Tony, se le ha escapado la otra estatuilla en seis ocasiones. La primera ya en 1983, cuando optó al premio a la Mejor actriz secundaria por El mundo según Garp. Y de nuevo al año siguiente por su papel en la terapia grupal para baby boomers que fue Reencuentro. Mucho más debió escocerle en 1988, cuando todo indicaba que se la premiaría por un papel de los que trascienden el cine y saltan a la sociología de salón, el de la amante despechada Alex Forrest en Atracción fatal. El filme, que ha aguantado entre mal y fatal el paso del tiempo –añadió una pátina de psicopatraña muy ochentas al mito machista de toda la vida de la destrozahogares– arrasó en taquilla e hizo de Close y de Michael Douglas dos de las caras del “cine adulto” de la década, pero ni así le valió el premio gordo. Cher se lo arrebató por su reconociblemente encantadora interpretación en la comedia romántica Luz de luna.

Tan solo un año más tarde, la intérprete debía pensar que esta vez sí. Papeles tan carnosos como el de la condesa de Merteuil en Las amistades peligrosas no se presentan muy a menudo en una cerrera. Pero tampoco. Jodie Foster, que había estrenado Acusados, se impuso sobre ella, y sobre Meryl Streep, Melanie Griffith, y Sigourney Weaver. La última vez que Close pasó por el trance fue más reciente, con Albert Nobbs, en 2012, la historia de una mujer que se hace pasar por hombre en la Irlanda de finales del siglo XIX para poder trabajar como mayordomo en un hotel. Ya entonces la campaña previa a los premios se basó en un “es la hora de Glenn Close”, pero el esfuerzo se topó con varios obstáculos, entre ellos que la película no era gran cosa y parecía algo tímida para una década que demanda relatos LGTBQ más osados. La actriz, que se había empeñado muy, muy a fondo para llevar a cabo la película –interpretó el papel en 1982 en el teatro y tardó más de una década en poner en pie el filme en el que hizo de estrella, productora y hasta compositora– tuvo que ver como su némesis Meryl Streep ganaba por su imitación de Margaret Thatcher en un biopic de poca volada.

¿Qué es diferente ahora? La buena esposa sí está alineada con los tiempos, a pesar de que transcurre en 1992 y está basada en una novela de Meg Wolitzer que se publicó en 2003. Se cree que, tras estrenarla el año pasado en el festival de Toronto, Sony Classics decidió guardársela durante un año en el cajón precisamente por no entrar en una batalla por el Oscar a la Mejor actriz que ya parecía tener el nombre de Frances McDormand grabado. Y lo que ha pasado en el ínterin es que estalló el #MeToo y el movimiento Time’s Up, además de cierta revuelta en la industria por la igualdad salarial, un clima mucho más propicio para acoger una película sobre una mujer que dejó de lado su carrera por atender las necesidades de su marido. Éste es Joe Castleman, un escritor narcisista y adúltero, construido con elementos prestados de Philip Roth, Saul Bellow y Norman Mailer, al que se le concede el Nobel de literatura –en la novela se trata del ligeramente menos prestigioso y ficticio Premio Helsinki–. “¿Tiene usted una ocupación?”, le preguntan a la protagonista, Joan, en una de las interminables cenas de gala que se suceden en honor de su marido. Ella responde: “Sí, soy una kingmaker”, la que quita y pone rey. En otra escena, Castleman bromea ante un grupo de hombres: “Mi mujer no escribe, gracias a Dios. Si no, sufriría de continuo bloqueo del escritor”.

Imposible no acordarse al ver estas escenas en el famoso párrafo que Mario Vargas Llosa dedicó a su entonces esposa, Patricia, en su discurso de aceptación del Nobel en 2010. Con la voz quebrada por la emoción, loó a su “prima de naricita respingada”. “Sin ella –dijo– mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico (…) Ella lo hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas y es tan generosa que hasta cuando cree que me riñe me hace el mejor de los elogios: ‘Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”. Esta última frase provocó grandes risas y aplausos entre la concurrencia. Joan comparte con Llosa (que se liberó de sus funciones, maletas incluidas en 2015, cuando se separó del escritor) esa lista de tareas y algunas más que el guión, que tiene sorpresa, revela antes que la novela.

A pesar de todo el ruido de Oscar que acompaña a La buena esposa, que se estrenará en España a mediados de octubre, predecir estatuillas en agosto es un deporte de alto riesgo. Close podría toparse en el camino con Viola Davis dirigida por Steve McQueen en Widows, con Melissa McCarthy, que interpreta a una escritora venida a menos en Can you ever forgive me, o con Lady Gaga, que protagoniza la última versión de Ha nacido una estrella, con un debutante Bradley Cooper detrás de la cámara. Sería la segunda vez que una estrella del pop le quita un Oscar.

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