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Europa ama a Brasil

Gucci se lanza a su conquista con una muestra itinerante que encapsula su historia (y su valor).

Europa ama a Brasil

Trasladar un museo al otro lado del océano es una declaración de intenciones (y una forma de marcar territorio). Ésa es la maniobra que ha empleado Gucci para mostrarle a Brasil –punto clave en su mapa de expansión– «su esencia, su moda y su legado», explica Frida Giannini, directora creativa. En una exhibición de poder, la firma recreó en el centro comercial JK Iguatemi de São Paulo, meca de peregrinación de los compradores de lujo en Latinoamérica, su galería florentina, un emblema en forma de archivo, creado en 2011 dentro del Palazzo della Mercanzia para celebrar el 90 aniversario de la casa.

La inauguración, el 29 de mayo, fue un despliegue de medios. Se celebró con una cena exclusiva –actuación de la reconocida cantante nacional Gal Costa incluida– que reunió a la aristocracia brasileña y a las altas esferas de la moda internacional: la condesa Georgina Brandolini, el presidente y CEO de Iguatemi Carlos Jereissati, la supermodelo Toni Garrn, la socialité brasileña Fernanda Abdalla, la actriz Camille Belle… La muestra, que duró solo tres semanas y ya está rumbo a Moscú, atrajo a más de 9.000 personas.

Uno de los vestidos, perteneciente a la colección de p-v 2006, expuestos.

Cortesía de Gucci

«Todo el mundo conoce Gucci en Brasil, pero no mucha gente sabe cuáles son sus raíces», cuenta aS Moda Josu Aboitiz, director de relaciones públicas de Europa y mercados emergentes del gigante italiano. Con el nombre de Forever Now, el lema con el que la marca resume su filosofía –mirar al futuro teniendo siempre presente el pasado–, la exposición narra la historia de la casa, dedicando un espacio a cada uno de sus iconos. Desde el viaje –encapsulado en los baúles y maletas que han recorrido el mundo acompañando a la jet set– al bolso Bamboo –con su inconfundible asa de madera– o el motivo Flora –que nació como un pañuelo, un encargo especial de Rodolfo Gucci para la princesa Gracia de Mónaco, y cada primavera renace para estampar los diseños de la firma–.

Pero el plato fuerte, servido especialmente para un público que se rinde ante el lujo, es la cuidada selección de vestidos de la línea de alta costura: Gucci Première. Una colección que, a pesar de tener solo cuatro años de vida, ha conquistado la alfombra roja y los armarios más selectos del mundo. Y Brasil, epicentro de un mercado que no deja de expandirse, no ha sido una excepción para rendirse ante esta línea.

Bolso de la línea crucero 2013.

Raphael Briest

Explotar el filón. El país sudamericano está en el punto de mira de la exclusividad. La razón es sencilla: «Desde que empezó su auge económico, en 2010, ha demostrado ser un buen consumidor de artículos de alta gama», afirma el Financial Times. Una realidad especialmente tangible en São Paulo: allí se concentra el 70% de este mercado.

A los paulistas les gusta comprar. Ni siquiera los impuestos sobre las importaciones –que inflan los precios hasta un 50% en comparación con los de EE UU o Europa– les echan para atrás. «Junto al último bolso it, el acompañante de cualquier mujer estupenda comiendo en el restaurante de moda de la ciudad son una o dos bolsas con el nombre de una firma internacional», escribe Suzy Menkes enThe New York Times. Gucci, Cartier o Rolex son algunas de ellas.

El pañuelo que dio origen al motivo Flora, en 1966.

Raphael Briest

En estos años, la peregrinación de las marcas ha sido masiva. Y los centros comerciales, su puerto de entrada. Allí se desarrolla la cultura del lujo. «Son parte del estilo de vida de los brasileños con dinero», afirma Jorge Grimberg, analista de Stylesight, una de las principales consultoras de mercado de la industria. Dos razones de su éxito: comodidad y seguridad. Pero el reclamo exclusivo es la verdadera clave. «No basta con tener las mejores tiendas. Hay que agasajar al cliente», dice Carlos Jereissati. De servicios de personal shopper y salas de cine vip a desfiles y exposiciones. Como la de Gucci. «Es lo que mantiene la lealtad de los compradores», afirma.

Una de las piezas seleccionadas por Frida Giannini para la exhibición.

Raphael Briest

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