El ‘sex symbol’ se afea para subir el caché
Hasta ahora lo fácil era triunfar siendo guapo. Ahora se buscan papeles que den prestigio. ¿El coste? Destrozar la belleza que manda en Hollywood.
730.000 dólares por kilo perdido, y perdió 26. La motivación para adelgazar no era recibir 19 millones de dólares, el caché que cobra por película Matthew McConaughey, sino hacer creíble su papel de Ron Woodroof, el electricista seropositivo sobre el que recae la trama de Dallas Buyers Club, de Jean-Marc Vallée. Con este papel el actor «encabeza la carrera por hacerse con su primer Oscar», según Henry Barnes, el crítico de cine de The Guardian. ¿Busca así McConaughey ganarse el favor de la crítica? «Sin duda», según Reyes Abades, director de la empresa de efectos especiales que lleva su nombre y ganador de nueve premios Goya (el último por Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia). «Normalmente cuando los actores se caracterizan es para interpretar otro tipo de género alejado de la comedia romántica. Estos personajes también son más atractivos para una audiencia masculina», comenta Jaume Ripoll, socio fundador de Filmin, la página de streaming de cine y series.
«El galán es un rol muy cerrado, en cambio, con una película en la que aparecen maltratados físicamente consiguen más reconocimiento y aumentan su caché. Y esa transformación física es su coprotagonista, el 50% del éxito de su trabajo», continúa Abades.
Eso le ocurrió a Christian Bale cuando perdió 26 kilos para meterse en la piel (sin grasa) de El maquinista. Su dieta no le salió tan rentable como a McConaughey –385 dólares por kilo, ya que solo cobró 10.000 dólares por este trabajo–. Pero el esfuerzo tuvo su recompensa: conseguir vestirse de hombre murciélago en Batman Begins, de Christopher Nolan, con la que obtuvo un contrato de 15 millones de dólares. Quizá por eso la estrella ha decidido volver a afearse en American Hustle, de David O. Russell, en la que aparece gordo y calvo. En esta cinta, ambientada en los 70, comparte papel con Bradley Cooper, quien también oculta su atractivo. El actor ya estuvo nominado al Oscar en la anterior edición por su perturbado Pat de El lado bueno de las cosas. Y Cooper, huyendo del rol de novio encantador, ha logrado multiplicar su cotización. En 2009 cobraba un millón de dólares por largo; hoy, cinco millones y un 4% de la recaudación de sus películas (como los 10 millones extra que recibió por la segunda entrega de Resacón en Las Vegas). Tan agradecido está al maquillaje que ha reinvertido parte de su fortuna en acciones de la firma cosmética CoverGirl.
Jaume Ripoll también considera que estos papeles «marcan distancia con sus etapas anteriores». Como ocurre con Mario Casas, quien estrena registro de chico torpe y de escaso atractivo en Las Brujas de Zugarramurdi, la película de Álex de la Iglesia que se estrena el 27 de septiembre. «Los actores quieren sacar del armario a los feos que guardan. Hay actores-modelos como Jon Kortajarena o Andrés Velencoso que desean interpretar papeles alejados de su imagen habitual», afirma su representante, Antonio Rubial.
«Después de una carrera como la mía, y tras salir de un cáncer, que te ofrezcan un registro nuevo es casi como alcanzar el nirvana», afirma Michael Douglas sobre su papel del extravagante pianista Liberace en Behind the Candelabra, de Steven Soderbergh. Esta cinta tiene 15 nominaciones a los premios Emmy, en las que están incluidos Douglas, Matt Damon –su amante en la ficción– y el maquillador y peluquero Jerry Weintraub, el responsable de su espectacular transformación. «Nos pusieron prótesis en los dientes, nariz, mentón y pómulos para que se notara el paso del tiempo y del bisturí de nuestro cirujano en la ficción, Rob Lowe. Fue fascinante rodar con ese aspecto», reconoce Damon.
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