El extraño fenómeno del club de los asesinos ‘rompecorazones’
El (supuesto) terrorista de Boston acaba de obtener un estatus similar al de estrella del rock con su portada y extenso reportaje en la edición estadounidense de Rolling Stone. ¿Periodismo de verdad o tendencia inexplicable?
“Quiero ver mi cara sonriente en la portada de Rolling Stone”, cantaban Dr. Hook & The Medicine Show allá por 1973. La última persona en conseguir exactamente eso (aunque su concepto de sonrisa no sea muy ortodoxo) ha sido Dzhokhar Tsarnaev, sospechoso de la masacre de Boston y, probablemente, una de las personas vivas más polémicas en Estados Unidos. Las reacciones han sido casi instantáneas: el alcalde de la ciudad ha criticado que una revista cultural se atreva a ascender a un terrorista a la categoría de celebridad, mientras que cientos de usuarios han inundado su página de con comentarios encolerizados. Allí, sus editores se defienden: “Nuestros corazones están con las víctimas (…) El reportaje de portada que publicamos esta semana se engloba dentro de las tradiciones del periodismo y el compromiso constante de Rolling Stone con ofrecer una cobertura seria y meditada de los asuntos más importantes de la política y la cultura nuestros días”.
Es un asunto complejo: Tsarnaev pertenece al mismo grupo demográfico que los lectores de la revista, y el enfoque que se le ha dado a la historia no puede resultar más pertinente (qué ocurrió para que uno de los estudiantes más prometedores de su generación cayera presa del islamismo radical y decidiera matar a inocentes). Desde luego, no es la única portada controvertida de Rolling Stone en su dilatada historia: la famosa foto de Annie Leibovitz en la que un John Lennon desnudo abrazaba a Yoko Ono, el casi-topless de Janet Jackson en septiembre de 1993, los protagonistas de la serie ‘True Blood’ cubiertos de sangre… Sin duda la revista ha sabido siempre dar de qué hablar con sus imágenes de cubierta.
Hay una portada en concreto que ha suscitado comparaciones con la del último número. En junio de 1970, el mismo día que empezó su juicio por los asesinatos múltiples en las casas de Sharon Tate y el matrimonio LaBianca, la mirada insondable de Charles Manson apareció en los quioscos de todo Estados Unidos gracias a Rolling Stone. Fue un artículo antológico sobre alguien a quien se definía como “el hombre vivo más peligroso”, una opinión que muchos comparten ahora sobre Dzhokhar Tsarnaev. Pero el reportaje iba más allá del perfil de personaje y se adentraba en las consecuencias sociológicas de la ola de crímenes mansioniana: en el momento en que La Familia se sentó en el banquillo, el sueño del movimiento hippie acababa de firmar su propia acta de defunción
La portada de Manson y Tsarnaev tienen en común el atractivo físico de sus protagonistas. Un vistazo rápido a la foto escogida para el asesino de Boston nos podría hacer pensar en un miembro de Arctic Monkeys o en el vocalista del último grupo revelación de Coachella. En lugar de eso, es sospechoso de la muerte de tres personas, incluyendo a un niño de ocho años. Manson, por su parte, se pasó la mayor parte de los 70 y 80 recibiendo cartas de admiradoras en su celda de Folsom. De hecho, la mayor parte de sus seguidoras eran mujeres jóvenes, prácticamente adolescentes, que atribuían a su magnetismo cualidades casi sobrenaturales
Pero si hablamos de asesinos con atractivo más allá de los barrotes de la prisión, no tenemos más remedio que referirnos a Ted Bundy. Violador, secuestrador, asesino y necrófilo, el Monstruo de Vermont mató a más de 35 mujeres entre 1974 y 1947, aunque el número concreto de víctimas nunca terminó de estar claro. Una de las últimas abogadas encargadas de su defensa lo definió como “la mismísima definición de maldad sin corazón”. Aún así, Bundy no dejó de recibir cartas y visitas de admiradoras mientras esperaba a que se cumpliera su sentencia de muerte. Finalmente se casó con una de ellas, Carole Anne Boone, una antigua compañera de trabajo. Tuvo una hija suya en 1982. Bundy finalmente se sentó en la silla eléctrica siete años después.
A una escala mucho menor, otros asesinados relacionados con la música también han sido famosos por la atracción que despertaron en un gran número de mujeres. Ahí está Mark David Chapman, el asesino de Lennon; o Richard Ramirez, a quien el guitarrista John 5 (colaborador de Marilyn Manson y Rob Zombie) dedicó la canción ‘Noche acosador’. Puede que tenga que ver con nuestra innata fascinación por el lado oscuro de la fama y la condición humana. Las reacciones que ha suscitado la polémica portada, desde las fuertes críticas en las redes sociales hasta encendidas defensas del periodismo que mete el dedo en la llaga, demuestran que la conexión entre celebridad y criminal sigue siendo uno de los temas calientes en nuestra sociedad.
Las portadas de Charles Manson y Janet Jackson.
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