Cuando Marisol cantó en japonés y otros temazos que explican a Pepa Flores
Una nueva biografía presta atención a la discografía de la ex niña prodigio, tan interesante como maltratada. Por algunos de sus álbumes descatalogados se piden fortunas.
Se ha escrito mucho sobre Marisol. Y hay que decir que casi siempre bastante mal. Su historia es tan, tan buena —niña prodigio del franquismo transmutada en comunista; Brigitte Bardot que acaba haciendo un Greta Garbo — que se presta a la metáfora fácil. Y aun así, un libro serio sobre ella sigue siendo noticia, porque de algunos aspectos de su vida no se ha hablado lo suficiente. Luis García Gil, que ya había publicado biografías de Serrat, Aute y Joaquín Sabina entre otros, firma Marisol Pepa Flores. Corazón Rebelde (Editorial Milenio), un ensayo biográfico que presta atención a su interesante pero seguramente mal gestionada carrera musical. Una de la que siempre se habla en condicional compuesto: “Podría haber sido nuestra Mina”, “nuestra Françoise Hardy”.
El libro de García Gil, que no oculta ya en el prólogo que escribe con mirada de fan, no abunda en los aspectos más conocidos de la historia de Pepa Flores, su infancia pública, su toma de conciencia política, etcétera, pero sí sirve para ver qué se pensaba de ella en cada momento de la historia de España y todo lo que se proyectó sobre su figura. Nadie se resistió a escribir sobre ella, los mejores y los peores, y casi todos naufragaron en una prosa que hoy identificaríamos como cipotuda. Umbral quiso narrar su historia definitiva y no lo consiguió (“Pepa Flores asesina a Marisol, con el cuchillo de desescamar besugos”). Juan Marsé, firmando como Samuel Cramer, la retrató en la revista Bocaccio como “chavala de caderas de intemperie, de voz olorosa de manzana constipada y grávido busto misterioso” y se erigió en portavoz generacional: “deseo por real decreto popular: travellings en redondo sobre sus cinturas entregadas, en picado sobre sus hombros de pan, encadenados y fundidos en su talle fino…”. Manuel Vicent especuló que “debe ser terrible que a una niña le apunten las tetitas en la rebeca bajo al mirada espesa de un país entero, estar consciente de que treinta millones de contribuyentes miren cada mañana en su memoria el crecimiento de tu culo”.
Maruja Torres, que la entrevistó muchas veces, tuvo con la Pepa Flores ya roja un conocido enfrentamiento en las páginas de El País. Escribió: “Marisol, a la que nunca he conocido fuerte, sino pasando de la tutela de un hombre a otro (…) cree ahora que Andropov es Santa Cecilia tocando el arpa”. Y, ella, cosa rara, le contestó diciéndole que “Franco la hubiera felicitado”.
Pepa Flores no fue Vanessa Redgrave, como ella igual hubiera querido, ni Brigitte, ni Mina, ni Françoise, Pepa Flores fue Marisol, que es mucho. Obsesiona a varias generaciones de españoles y con éstas canciones se la entiende mejor:
Yorishou Tokiwa. (“Me conformo”).
En 1966, Marisol estaba en plena yeyeización y se le organizó un viaje a Tokio, donde tenía algunos fans. Según Hola, que dedicó ocho páginas al evento, “lució un kimono azul, del color de sus ojos”. De ahí salió esta versión en japonés de la balada Me conformo, que había cantado dos años antes en la película La nueva Cenicienta. También se llevó un tema, Wakaite Subarashi, que grabó en español, con el título de Yo a ti también.
Tu nombre me sabe a yerba
El primer encuentro de Marisol con Serrat, uno que podría haber dado mucho más juego, se lamenta el autor del libro, Luis García Gil: “Se podría fantasear con todo un elepé de canciones de Serrat interpretadas por Marisol. Hubiera sido un éxito, un bombazo. Cantando a Serrat, Marisol se revelaba como Pepa Flores”. La cantante la interpretó en playback en un programa peruano y más tarde en las Galas del Sábado de TVE que presentaban Joaquín Prat y Laura Valenzuela, una manera subrepticia de colar a Serrat en la tele estatal después de su veto por intentar cantar en catalán en Eurovisión. “Hay quien quiere ver aquí una muestra de la complicidad que ambos tenían en este momento, de los rumores del romance que ambos vivían, de la posibilidad tan–jugosa– de que aquella canción naciera pensándose en la propia”. Seguramente no hubo nada de eso, pero sí un intento de Pepa Flores por buscar un repertorio más maduro.
Mi pequeña estrella
La película Búsqueme a esa chica fue un crossover de poderío popero español. Marisol se cruzaba con el Dúo Dinámico en el contexto del boom turístico, ya que los tres interpretan a artistas que se buscan la vida tocando en las playas por unas monedillas centroeuropeas. La película se estrenó en 1964 y Manolo y Ramón (aquí Tony y Mario) representaban ya la modernidad yeyé, mientras que a Marisol, que todavía era en el subconsciente colectivo “la niña de Tómbola”, le tocó representar la raíz andaluza. El tema “yeyés contra canción española” era, al fin y al cabo, un debate tan interminable como inocuo alentado por las ondas franquistas. Aun así, Marisol tiene en la película este tema protorockero con una coreografía deliciosa. “Marisol toca las palmas pero ya no son palmas de zambra y jaleo”, asegura García Gil. Es también uno de los primeros encuentros con el que será casi su compositor de cabecera en la siguiente década, Augusto Algueró.
Aquel verano.
De Summer Days a la misma Harvest Moon, la historia del pop no se entiende sin las canciones sobre el fin del verano, un tema especialmente recurrente entre los grupos españoles de la época. Juan Pardo escribió para Marisol su propia canción de amores enterrados en la orilla. La produjo Mike Vickers, arreglista británico que trabajó con bandas como The Hollies y que definió el sonido de otra oda a la nostalgia de los 20 años, Comment te dire adieu, de Françoise Hardy. Según el periodista musical Álvaro Alonso, en Aquel Verano se perciben los inicios de lo que se podría llamar “sunshine pop” español.
Everybody’s Talking
Así como su versión de Hey Jude de los Beatles no pasa de curiosidad fallida, la adaptación del tema de Harry Nilsson para Cowboy de medianoche es un triunfo. Marisol “se la lleva a su terreno”, como se dice en los talent shows, y exhibe el poderío de su garganta. El tema formó parte de un especial de TVE dirigido y maquinado por Valerio Lazarov, 360 grados en torno a Marisol (Peret, Carmen Sevilla y Julio Iglesias también tuvieron los suyos), de visionado absolutamente obligatorio. Consistían en unas varietés donde se mezclaban proto-videoclips de realización entre naïf y genial, con el sello de la casa Lazarov, invitados más o menos aleatorios –en el de Marisol aparecían Tip y Coll, el bailarín Antonio, Tony Ronald y Mari Carmen y sus muñecos–, y entrevistas. A los artistas se les pedía que cantaran algunos de sus éxitos, versiones y temas inéditos. El de Marisol se rodó en Cádiz en diciembre de 1971 y se acompañó de un disco de tirada reducida por el que hoy se piden más de mil euros. Todo lo que hacía Lazarov por entonces llevaba una carga de osadía y eso se traduce hasta en la inclusión de la canción cuasifeminista No me quiero casar. Demasiado tarde. En la vida real, Pepa Flores ya estaba casada con el hijo de su descubridor, Carlos Goyanes –ni las crónicas más entusiastas pudieron dejar de comentar lo tristísima que lucía la novia en la boda– y en una de las entrevistas, la voz en off pregunta a Marisol: “Alguien dice que por culpa de Goyanes te vas hundiendo”. Y ella responde: “algunos hijos de Satanás” y se pone a cantar El berebito. Al cabo de seis meses, Fotogramas publicó la exclusiva de su divorcio.
Su mundo era aquello
En un país que aun desconfía del pop, se tiende a creer que los discos “buenos” de Marisol llegan tras su liberación del clan Goyanes. Entre 1976 y 1979, Pepa Flores grabó tres álbumes irregulares en los que sí llama la atención la aceptación de su voz grave y cómo Manuel Alejandro se soltó la melena con letras osadas pensadas para ella, como en este tema, precisamente sobre el hastío matrimonial: “Volver pensativo con turbios deseos y hallar a María cansada y durmiendo. Decir buenas noches y apenas y beso y hacer el amor como hacen los perros”. Tampoco así consiguió que se la tomasen en serio. El País escribió sobre ese disco en 1976: “Si utilizásemos la terminología flamenca para definir oco cantante a Marisol habría que calificarla: cantaora mu cortita”, “lo mismo que es más modelo fotográfica que actriz”.
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