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Chanel, reinventando Versalles

La colección crucero 2012/13 de Chanel combate el minimalismo y la austeridad imperantes en Europa con opulencia y frivolidad, en una oda a la exclusividad y al trabajo de cuatro talleres artesanos.

Chanel

Un jardín bucólico, fuentes, cascadas y carpas de madera pintada decoradas con cortinas en trampantojos. Las modelos más cotizadas convertidas en traviesas marquesas de pelo corto, de una corte barrock & roll, con el logo de Chanel tatuado en negro en la mejilla, cual lunar del siglo XXI, y «una precolección con más encajes y puntillas de los que María Antonieta habría guardado en su alcoba», como apuntó en su crónica Suzy Menkes, editora de moda de International Herald Tribune. Al lado del desfile de la colección crucero 2012/13 de Chanel, en el Bosque de las Tres Fuentes del Palacio de Versalles, cualquier otra presentación de una línea resort parece un mero catálogo.

«El apartamento de Coco [decorado por José-María Sert] es como un pequeño Versalles con detalles barrocos. Coco adoraba este estilo. Hay fotos de ella con trajes del siglo XVIII en los bailes de máscaras del conde Etienne Beaumont», recuerda Lagerfeld. Opulencia y frivolidad son las armas de la maison francesa para guillotinar los planes de austeridad de Europa. «Si vendemos una imagen de tristeza, nadie vendrá a comprar nuestros productos», confesó Karl Lagerfeld tras el desfile a Tim Blanks, editor de Style.com

Benoit Peverelli

«Igual que no hay fiesta nacional sin fuegos artificiales, no puede haber vestido sin bordados», cree firmemente el diseñador. «Últimamente la imagen de Francia es demasiado triste. La Ilustración sigue siendo lo mejor que le ha ocurrido a Europa; no los debates en Bruselas», comentó en voz alta en el cóctel posterior al desfile, que se celebró el día antes de que François Hollande se convirtiera en el primer presidente socialista de la República desde 1995. «Quería devolverle a Francia un poco de luz». Y para conseguirlo, el káiser contó con la entrega y dedicación de artesanos anónimos de cuatro talleres franceses: el legendario Lesage –para los bordados de látex–, Causse –para los guantes–, Montex –para los bordados dorados– y Lemarié –para las aplicaciones de flores y plumas–. Casualidad o no, estas últimas representan el súmmum de la fantasía y la frivolidad francesas, desde que María Antonieta decidió incorporar los ejemplares más exóticos a sus tocados en el siglo XVIII.

«Moda es cultura», continúa Lagerfeld; y preservar la excelencia y el savoir-faire del lujo francés se ha convertido en uno de los caballos de batalla de Chanel. En 1984, la firma parisina adquirió la casa Desrues, fabricante de botones y joyas de alta costura. En 1996, tomó las riendas del sombrerero Michel. En 1997, compró la virtuosa casa de plumajeros Lemarié. Y en 2002, asumió la dirección del taller de François Lesage, el gran maestro artesano. En el corazón de ese «obrador de belleza» se almacenan más de 60 toneladas de material de bordado, incluida la mayor colección de cuentas de azabache; así como el más extenso de bordados, con 60.000 muestras registradas de diseños creados desde 1858 para las principales casas de alta costura de París.

Del verde agua al lila, Lagerfeld juega con una paleta irisada de tonalidades empolvadas en tributo a María Antonieta.

Benoit Peverelli

El zapatero Massaro, el orfebre Goossens, el florista Guillet, el bordador Atelier Montex… Uno a uno, Chanel ha ido reuniendo hasta nueve artesanos bajo el programa Paraffection (que en español significa, literalmente, «por amor a»). ¿El último en incorporarse a este privilegiado club? El guantero Causse, el mismo que firma los mitones que lleva Karl, y el último activo de Millau, capital histórica de los guantes de lujo en Francia. «El saber hacer de algunos oficios ancestrales está desapareciendo», comentó a finales de septiembre Bruno Pavlovsky, presidente de la división de moda de Chanel. «A través de la adquisición de la maison Causse [y su equipo de 40 artesanos], queremos preservar la excelencia de los guanteros franceses». En algunos de los talleres, como Lemarié, la incorporación de jóvenes expertos asegura la continuidad del oficio. ¿Lo mejor? «Tienen una visión de la moda muy valiosa a la hora de colaborar con diseñadores», explica Nadine Dufat, directora del atelier.

Resulta curioso que el auge del prêt-à-porter a finales de los años 60 pusiera en grave peligro la supervivencia de los artesanos de la alta costura. Hoy no solo participan en la confección de las piezas más espectaculares de este escaparate, el más sublime de esta industria. También tienen su propia colección anual: Métiers d’Art (oficios de artesanía), que cada año, desde 2002, rinde tributo a uno de los lugares que inspiró a Mademoiselle Coco. La última, París-Edimburgo, se presentó el pasado 4 de diciembre, en un palacio del siglo XV de la capital escocesa. Desde hace años, además, cada vez más talleres colaboran en la realización de accesorios y prendas para las líneas de prêt-à-porter y crucero.

Karl introduce un guiño casual con chalecos de cuello danton, en denim gastado y bordados militares dorados.

Benoit Peverelli

Hace tiempo que las colecciones resort han olvidado su origen elitista. Atrás han quedado las líneas de caftanes y los diseños pensados para satisfacer los requisitos de la maleta perfecta para un supuesto crucero navideño. Las nuevas propuestas resort (que algunas firmas llaman «precolección») incorporan conceptos más pragmáticos, como utilitarismo y atemporalidad. El tweed se mezcla con el denim, el tejido más democrático, e incluso con materiales plásticos. Los vestidos se vuelven más ligeros. Los zapatos comparten protagonismo con zapatillas deportivas con plataforma. Las chaquetas se llevan con pantalones, amplios o cortos, «a la francesa», en palabras del propio Karl. «Es rock, en versión francesa, con la frivolidad del siglo XVIII, actualizada con nuevos tejidos [como el látex] y nuevas proporciones. En definitiva, es una representación teatral con elementos culturales». Poco importa que Coco rechazara los jeans. «Se equivocaba», asegura Karl. «A mí me encantan. ¡Mírenme!». En efecto: él salió a saludar tras el desfile vestido con chaqué y vaqueros negros.

Y, como Chanel, las grandes maisons parisinas llevan décadas presentando colecciones crucero. «Antes las precolecciones de primavera llegaban a las tiendas en noviembre», apunta Ruth Runberg, directora de compras de los almacenes de moda Browns de Londres, «pero la fecha de entrega de los pedidos se ha ido adelantado hasta el 15 de octubre». De manera que, al final, estas líneas permanecen en las tiendas más tiempo que las colecciones principales –desde noviembre hasta mayo–. Lo que significa, según Lisa Armstrong, de The Telegraph, que deben adaptarse a conceptos nuevos como el cambio climático y la funcionalidad». Al fin y al cabo, las colecciones crucero representan ya el 80% de los beneficios de muchas marcas. «Una de las grandes ironías es que mientras los diseñadores y las firmas se gastan miles de euros en organizar impresionantes desfiles durante las semanas de la moda, los compradores de los principales almacenes reservan la mayor parte de su presupuesto para las precolecciones», apunta Nicole Phelps, editora ejecutiva de Style.com.

Vestidos cortos de algodón con bordados de rhodoid.

Benoit Peverelli

Benoit Peverelli

Lagerfeld (en la foto) moderniza la profusión de lazos, volantes, tules y plisados con tejidos técnicos como el vinilo.

Benoit Peverelli

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