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¿Y si el Bikram Yoga no fuera tan bueno?

Un libro pone en entredicho que esta práctica sea beneficiosa para todo el mundo y advierte del riesgo de convertirse en adicto.

Bikram cover
Getty

Los extremos nunca fueron buenos y el ser humano nació para caminar con los pies sobre la tierra y no con las manos sobre la pared. Esa es, grosso modo, la moraleja que se extrae de Hell Bent: Obsession, Pain, and the Search for Something like Transcendence in Competitive Yoga (Totalmente decididos: Obsesión, Dolor y la Búsqueda de Algo como la Trascendencia en el Yoga de Competición), opera prima de Benjamin Lorr y que ha caído como un tsunami en el tórrido y apacible mundo del Bikram Yoga (más conocido como Bikram a secas). Hipsters, místicos, pijos en perpetua lucha contra el michelín y amantes del más difícil todavía están que no se lo creen: esa variedad de yoga creada por Bikram Choudhury, que se practica en sesiones de 90 minutos en una sala a 40 grados, llena de yoguis sudorosos y cuyos incondicionales juran que es buena para todos lo mismo no lo es tanto. O, mejor dicho, sí lo es, pero según y cómo. No todo vale y el Bikram también se abre a adictivo universo de quienes llevan esta modalidad de yoga al extremo de soportar un dolor indecible con tal de doblar sus cuerpos como goma de mascar olvidando que, por muy flexible que se llegue a ser, bajo la piel hay articulaciones y órganos que no siempre pueden plegarse a voluntad. No, al menos, sin ocasionar lesiones o situaciones cuanto menos dolorosas.

“Es cierto que cualquiera puede practicar Bikram Yoga pero esto es como todo: llevado al extremo siempre es perjudicial. Hay que buscar el equilibrio y Lorr precisamente retrata el absurdo al que llegan algunas personas creyendo que pueden doblarse hasta lo imposible”, sentencia Lucia Kelley, directora de Bikram Yoga España, profesora certificada desde 2002 y primera en abrir una escuela de Bikram a este lado de los Pirineos.

Publicado a finales del pasado año el libro ya es lectura de cabecera de yoguis convencidos, que, paradójicamente, lo han acogido como agua de mayo por su prosa fresca y desapasionada. Elizabeth Gilbert, la autora del best seller Come, Reza, Ama, se deshace en elogios hacia un libro cuya lectura la condujo hacia “un viaje inspirador, alocado, complicado, edificante y que me encantó realizar”. Porque Hell Bent no es el libro de un fanático del Bikram ni de un escéptico que mira de reojo a esos yoguis ligeros de ropa capaces de meterse hora y media a contorsionarse y sudar a chorros mientras acometen las 26 posturas o asanas del Bikram (26, ni más ni menos, y registradas por su creador, el gurú Bikram Choudhury) y otras dos de respiración. Escrito a modo de relato autobiográfico su autor, Benjamin Lorr, narra cómo pasó de ser un joven sano pero fofo a un figurín elástico pero dolorido gracias al Bikram yoga.

Un periplo que empieza en 2008 cuando Lorr se mira al espejo y descubre a un hombre de “pectorales masculinos cónicos y una barriga creciente”. Se apunta entonces a un centro de Bikram yoga cerca de su casa y sucede el milagro: pierde 20 kilos con bastante rapidez, recupera firmeza, gana una elasticidad impensable y se siente físicamente tan bien que acaba enganchándose a practicarlo entre seis y siete días a la semana. El autor confiesa que darle al Bikram día sí día también Bikram como si no hubiera un mañana, cada vez más horas y cada vez buscando doblarse más le abrió las puertas al mundo de las competiciones de yoga, un adictivo círculo vicioso donde cuanto más te doblas, más te duele pero más satisfecho estás de lo mucho que te doblas. Un universo donde asegura Lorr que pululan anoréxicas que se alimentan exclusivamente de zumos o los que se matan de hambre con tal de evitar un gramo de grasa que impida bordar tal o cual asana. “Yo he hecho dietas de solo líquidos para depurar, pero hay que hacerlas con cautela y siempre por un período breve de tiempo. Lo mismo con el ayuno: no sirven para perder peso porque los resultados no permanecen y se corre el riesgo de perder magnesio, sodio, potasio u otros minerales esenciales”, aclara Kelley.

Para 2010 Lorr ya estaba enganchado, inmerso más y más a nivel de competición, alejado de su familia y currando de sol a sol en tres trabajos para costearse los 8.000 € de un curso de inmersión de nueve semanas, algo que asegura que era parecido a un campo de entrenamiento de élite donde se practicaba Bikram catorce horas seguidas. Por entonces ya sufría grandes dolores pero fue cuando le propusieron escribir el libro y siguió adelante. Sufrir para documentarse en primera persona, un pecado que no le perdonan los talibanes del Bikram a cualquier precio. Pero que agradecen las muchas mentes sensatas de esta práctica.

Students Practice The Unique Bikram Yoga
Matt Cardy (Getty Images)

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Jennifer Aniston o Gwyneth Paltrow, pero también el tenista Andy Murray, son algunos de los más fieles practicantes del Bikram Yoga. La Asociación de Tenis sobre Hierba del Reino Unido (LTA) da sus bendiciones al Bikram yoga y aconseja practicarlo a sus jugadores. En declaraciones a la BBC la osteópata de la LTA Sophie Scott aseguraba que “el Bikram es extremadamente beneficioso para nuestros jugadores. Proporciona un ambiente cálido para desarrollar rutinas que ayudan a la flexibilidad, movilidad, control y coordinación, todos ellos elementos claves para un tenista”. Si es bueno para un deportista de élite, ¿por qué no para el ciudadano de a pie? Álvaro García-Romero Pérez, profesor de la Universidad Europea de Madrid y antiguo fisioterapeuta de la Selección Española de Natación, manifiesta, en cambio, sus reparos porque “noventa minutos de ejercicio a cuarenta grados no es sano desde un punto de vista fisiológico. Si nadie en su sano juicio sale a correr con esa temperatura, ¿por qué sí el Bikram?”. Sin embargo, el Doctor Santiago Lorenzo sostiene exactamente lo contrario. En un estudio sobre la aclimatación al calor realizado por el Departamento de Fisiología Humana de la Universidad de Oregón (EEUU) observó las reacciones corporales de varios ciclistas entrenando a 38 ºC y concluyó que su rendimiento competitivo aumentaba en un 7%, “un porcentaje muy significativo que podrían aprovechar cuando compitan a temperaturas más frescas”.

En concreto, sostiene que entrenar a altas temperaturas mejora la capacidad del cuerpo para controlar la temperatura corporal y que mejora el riego sanguíneo a todos los niveles. “No me extrañaría que en un futuro se utilice el calor como herramienta de entrenamiento”. García-Romero tampoco cree, como sostienen algunos ultras del Bikram, que el estiramiento sin más pueda curar algunas lesiones. “Por ejemplo, en caso de una hernia discal lumbar si damos más movilidad a una zona que no debería moverse podemos agravar una lesión”.

El Bikram “no cura pero puede aliviar el dolor evitando así tomar analgésicos que a la larga dañan al aparato digestivo. Eso sí, siempre que no haya inflamación”, matiza Kelley. Convencida de los efectos beneficiosos del Bikram lo recomienda incluso durante el embarazo. “Yo misma lo he practicado durante mis dos embarazos y doy clases a gestantes”. Ojo: no se realizan las mismas posturas ni duran hora y media ni se deja que el corazón llegue a latir tan intensamente como en una clase normal. “Pero es excelente para trabajar el suelo pélvico, aliviar gases…”. Ahora bien, hay que buscar un centro con profesorado bien formado porque “últimamente en España se han abierto centros con profesores sin cualificación”. Ella misma ha sido recertificada personalmente por el propio Bikram Choudhury en 2007 y 2009.

Quedarse con un tipazo en tiempo record, y, encima, grácil y flexible, atrae como un imán a personas altamente competitivas y narcisistas que lo mismo se matan por ser los que más pólizas venden de su oficina como por ser los más delgados, más elásticos y los que más se doblan de la clase. “Los profesores debemos estar atentos a ese perfil de personas muy competitivas y vigilarlas para que no lleguen a extremos donde se puedan lesionar. Personalmente cuando me encuentro a alguien así en clase me acerco y le digo ‘¿para qué?’ En yoga hay que buscar el equilibrio, no ir a más, sino encontrar tu propio bienestar, tu propio equilibrio”. Señala en concreto el “back bending” o doblar la espalda hasta poder “caminar” con las manos por la pared y que Lorr confiesa que practicó hasta provocarse una parálisis temporal del hombro izquierdo. “No es una postura que se enseñe en Bikram. Y, desde luego, jamás debe practicarse en una sala calefactada, acaso al terminar la clase cuando la temperatura desciende”, sostiene Lucia cerrando así una de las principales matracas del libro.

Lorr reconoce que llegó a unirse a una especie de grupo secreto de “back bending” que repetían esta postura sesenta veces al día. Con grave peligro para sus espinas dorsales de ahí que fueran como una especie de logia secreta cuyo santo y seña era “lo que pasa en el grupo de back-bending se queda en el grupo de back-bending”. Son casos extremos. Lo más frecuente son nauseas, mareos o incluso, desvanecimientos. Ante cualquier malestar se aconseja parar, respirar y retomar el ejercicio cuando sea posible, pero nunca abandonar la sala para que el cuerpo se aclimate al calor. No todo el mundo lo aguanta. Noelia Montes es una de ellas. “Ya había hecho algo de yoga y me apunté a Bikram. En la segunda clase, durante un ejercicio de pie, sin más me desmayé. Supongo que fue culpa mía, que hice algo mal con las respiraciones pero nunca más he vuelto”. Lucia sonríe como si la historia no fuera aislada. “Suele suceder a personas propensas a los mareos o que no están respirando adecuadamente, que hiperventilan e impiden que el oxígeno llegue a las extremidades. Pero a todo se aprende y pasadas las 2-3 primeras sesiones el cuerpo recuerda cómo ha de respirar”.

Students Practice The Unique Bikram Yoga
Matt Cardy (Getty Images)

Existen ‘campos de entrenamiento de élite’ donde se practica Bikram catorce horas seguidas.

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