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Todo lo que el poliamor le puede enseñar a una relación monógama

Desde la gestión de los celos hasta la importancia de poner siempre la comunicación como base, tres expertas desgranan las lecciones que pueden aportar este tipo de vínculos.

Una imagen de la película 'Soñadores'.
Una imagen de la película 'Soñadores'.

En el instante en el que salió a la luz el tráiler de la película Rivales, que protagoniza Zendaya, el foco se puso sobre la relación poliamorosa que el personaje al que da vida, la estrella de tenis Tashi, tiene con Patrick (Josh O’Connor) y Mike (Art Donaldson). Aunque cada vez es más habitual que personajes conocidos ocupen los titulares al decir que son poliamorosos (sin ir más lejos, Melanie Olivares habla de ello con absoluta naturalidad en su libro, Momento Re), lo cierto es que el poliamor sigue incomodando a muchos, pese a que las encuestas comienzan a reflejar cierta apertura mental. La tercera nota informativa del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre las relaciones sociales y afectivas pospandemia indica que el 47,6% de los españoles está muy de acuerdo o de acuerdo con que una persona pueda tener múltiples relaciones afectivo-sexuales a la vez y consensuadas. El 41% está de acuerdo con las parejas abiertas, y el 78% piensa que el amor verdadero ha de pasar por la fidelidad.

Según un estudio de Ashley Madison, un 60% de los usuarios de la plataforma ya no cree en la monogamia, frente a un 23% que afirma estar insatisfecho y un 23% que asegura sentirse atrapado en las relaciones monógamas. “Estos estudios demuestran que cada persona tiene sus propias necesidades emocionales y afectivas. Asimismo, no todos tenemos las mismas creencias y formas de entender el mundo. Para una persona puede funcionar una relación monógama tradicional en la que encuentra satisfacción y felicidad, mientras que otra puede encontrar esta satisfacción en el poliamor. Ambos modelos son válidos”, explica Lara Ferreiro, psicóloga experta en relación de pareja y colaboradora de Ashley Madison.

Sandra Bravo, periodista, terapeuta y activista no monógama e impulsora del proyecto Hablemos de poliamor asegura que “la palabra poliamor se ha convertido prácticamente en un término paraguas para designar formas muy diferentes de relación no monógama. Al ser un tipo de relación “armariada” hasta hace nada, la información al respecto aún es escasa y mucha gente tiene una concepción sobre ello que bebe de clichés y estereotipos, por lo que de las definiciones teóricas a la práctica puede haber grandes distancias. Las relaciones no monógamas pueden incluir un mayor o menor grado de apertura, prioridades y acuerdos de todo tipo. Para que puedan denominarse éticas deben incluir en todo caso la transparencia, la honestidad, el consenso y el consentimiento. Algo que, nuevamente, no estaría de más en la monogamia (de manera explícita y hablada, y no solo desde un acuerdo tácito al iniciar una relación con alguien)”, comenta.

“En el poliamor no hay exclusividad sexual ni afectiva, por lo tanto, podemos establecer vínculos románticos y sexo-afectivos, vínculos románticos sin sexo, o solo vínculos sexuales. Se puede tener una relación principal, que sería el poliamor jerárquico, en el que la relación principal es la primaria. Tal clasificación no depende de a quién se quiere más, sino de privilegios, como por ejemplo, con quién se vive y a partir de ahí, existen las otras relaciones dependiendo de la gestión de tiempo, de la implicación emocional y de tu capacidad para crear y cuidar vínculos con responsabilidad afectiva y compromiso. De lo contrario, no sirve de nada, porque no se trata de consumir cuerpos o relaciones románticas. Dentro del poliamor se encuentran las triejas o cuatrejas, en las que tres o cuatro personas se vinculan a la vez en una relación romántica, que puede ser sexual o no. A partir de ahí está el poliamor grupal, que implica a diferentes personas, y la polifidelidad, que en muchos aspectos suele ser un grupo de personas que mantienen relaciones románticas o sexuales, pero fuera de ese grupo, no pueden tener esos vínculos. También está el poliamor no jerárquico, donde no existe una clasificación de las relaciones y todas están por igual. A veces, dentro de la categoría del poliamor, existe la anarquía relacional, por lo que no podemos clasificarlas ni catalogarlas”, asegura Noemí Casquet, autora de Éxtasis, que señala que en ocasiones, la dificultad radica en que hay quien pone en primer lugar el narcisismo emocional, siendo por lo contrario vital evitar el consumo de cuerpos y ahondar en priorizar los cuidados.

Al hablar de qué es lo que las relaciones monógamas pueden aprender del poliamor, Casquet se apresura a matizar algo. “No por ser poliamorosos nos relacionamos de una forma fantástica, somos supercuidadores, somos superresponsables afectivos, tenemos un autoconocimiento emocional superintenso y una gestión emocional y de los celos alucinante. Es importante no romantizar el poliamor”, señala. Uno de los aspectos clave es la comunicación, que en las relaciones no monógamas ha de ser abierta, directa y honesta. “Es algo que trabajamos mucho los no monógamos, porque hemos deconstruido mucho y tenemos mucha conciencia sobre lo que son los cuidados, los vínculos y la responsabilidad afectiva. En muchas ocasiones, esto no se contempla en la monogamia, porque no ha habido una deconstrucción de la misma. Las personas no monógamas hemos tenido que romper con la idea del amor romántico y la hemos reformulado desde otro lugar. La comunicación y los tiempos de calidad son vitales. ¿Qué pueden aprender de ello las relaciones monógamas? La importancia de hacer un acuerdo relacional en el que se establecen una serie de cuestiones que a veces son incómodas, pero hay que hablarlas. Este acuerdo tendrían que hacerlo incluso las relaciones monógamas, pues en ellas se automatizan muchas cosas y no tienen tiempo de calidad. Para tener relaciones sanas, tenemos que tener conversaciones incómodas por la implicación emocional que conllevan”, señala Noemí Casquet.

En la película Rivales, la relación poliamorosa comienza a temblar en el momento en el que entran en juego los secretos y las inseguridades, y por ello es importante examinar siempre, al hablar de celos, las causas de los mismos, qué los ha provocado y de dónde vienen. “Los celos deben ser escuchados, porque bajo este término reside un abanico muy grande de emociones diversas que nos están dando información sobre lo que estamos sintiendo y experimentando en la relación. Es importante diferenciar la emoción de la gestión que hacemos de ella. Sentir celos es algo humano, lícito y comprensible; tratar con desprecio a nuestra pareja por ello, violar su privacidad o entrar en dinámicas violentas no es justificable en ningún caso, por muchos celos que nos atraviesen. Esta diferencia es crucial. Vivimos en una cultura que, por un lado, justifica determinados comportamientos violentos y de control “por amor” y, por otro, nos invita a deconstruirnos a la máxima expresión para ser poco más que personas que no sienten ningún tipo de emoción que pueda generar un mínimo de incomodidad. Ojalá trajéramos más ética, comunicación y respeto mutuo a nuestras relaciones y tuviéramos más empatía con las dificultades de gestión emocional que algunas personas pueden experimentar. Los celos, como cualquier otra emoción, son contextuales y tienen que ver con la relación en sí, con nuestro bagaje personal, con cómo nos trata la otra persona y con todas las herramientas y obstáculos que actúan en nuestro día a día”, asegura Sandra Bravo.

El aspecto sexual

A la hora de adentrarnos en el ámbito de la sexualidad, Casquet vuelve a poner sobre la mesa un importante asunto a tener en cuenta: “Las personas poliamorosas, pese a lo que muchos piensan, no estamos todo el día practicando sexo ni tenemos por norma muchas relaciones. El poliamor te ofrece la oportunidad, pero no la obligación de hacerlo. La no monogamia no es una varita mágica: ni te hace feminista ni automáticamente te convierte en una buena amante. Lo que deberíamos aprender es a comunicarnos y a crear espacios de seguridad, confianza y abandono; a sostener el viaje de la otra persona y a comunicar nuestros deseos e intenciones. Los cuidados son vitales, es un aspecto sistémico y social que no es exclusivo a las relaciones no monógamas”, añade la autora de Éxtasis.

La psicóloga Lara Ferreiro asegura que las relaciones monógamas pueden aprender de las relaciones poliamorosas a adoptar una mentalidad abierta, aunque aclara que esto no implica que abran la relación si no lo desean, sino experimentar en las relaciones sexuales. “Estar abiertos a nuevas experiencias sexuales ayuda a salir de la monotonía, conocer nuevos gustos y fantasías sexuales de la pareja y a crear un ambiente de confianza. Hay parejas que llevan juntas muchos años y están acostumbradas a una serie de dinámicas sexuales que no satisfacen a los dos miembros de la pareja. Por este motivo, las relaciones deben enfocarse en una satisfacción sexual mutua, algo que está muy presente en relaciones poliamorosas. Buscar la satisfacción sexual mutua implica fomentar un aprendizaje sobre los gustos y preferencias sexuales de la pareja, algo que se puede conseguir con la comunicación abierta durante el sexo y dedicando tiempo de calidad a la pareja buscando esos encuentros sexuales íntimos y transmitiendo las necesidades de cada uno”, dice.

Autonomía, celos y libertad

“Las relaciones monógamas pueden aprender mucho del manejo del tiempo de calidad y de los cuidados, así como de la responsabilidad afectiva y de ser conscientes de que estamos creando un vínculo que hay que cuidar. Tenemos que comunicarnos, sincerarnos, estar chequeando constantemente con el otro para saber cuál es nuestro estado emocional y poder compartirlo, así como crear protocolos (de convivencia, de comunicación, de discusiones) e incluso ponerlos por escrito. Las relaciones son un acuerdo entre dos personas, por lo que cuanto más claro pueda estar ese acuerdo, menos problemas tendremos”, señala Naomi Casquet.

Continúa Lara Ferreiro. “Además de los aspectos mencionados con anterioridad, un aspecto importante es la autonomía dentro de la pareja. Los miembros de las relaciones poliamorosas valoran mucho la autonomía y libertad personal. Aunque dentro del poliamor esto está relacionado con tener una libertad sexual y desarrollar conexiones con otras personas, los monógamos pueden practicarlo dentro de la pareja. Esto puede reflejarse en el tiempo de calidad individual de cada uno. Es decir, que cada persona tenga sus pasatiempos y disfrute de su tiempo con amigos y familia fuera de la relación”, asegura. “Por otro lado, las parejas monógamas pueden aprender a superar la posesividad que muchas veces se vincula con este tipo de relaciones. El poliamor destruye esa idea de posesión, control y celos excesivos que muchas veces relacionamos con la pareja tradicional. Una pareja monógama debe basarse en el compromiso y en el respeto mutuo, pero hay que destacar que cada persona es individual por sí misma, no depende de nadie y no somos ni pertenecemos a nadie por estar en pareja”, dice la colaboradora de Ashley Madison.

Sandra Bravo dice que otras lecciones importantes son que las amistades no son un premio de consolación y que la pareja no debería serlo todo. “Este es el gran mensaje del amor romántico monógamo y heteropatriarcal. Relacionarse de manera no monógama no nos quita este lastre de encima por arte de magia, pero nos invita a cuestionarlo y es, sin duda, uno de los puntos más importantes: romper con el aislamiento de la pareja y generar modelos de familia y relación alternativos para vincularnos de manera más comunitaria, donde los cuidados puedan repartirse mejor y no recaer siempre sobre las mismas”, asegura.

Para finalizar, ¿cuáles son los mitos y prejuicios que rodean al poliamor? Sandra Bravo responde. “Se cree que somos personas adictas al sexo, con miedo al compromiso, con problemas psicológicos, con demasiado tiempo libre… Si pensamos el poliamor como la multiplicación de las dinámicas monógamas, hasta cierto punto puede tener sentido caer en estos clichés, pero ya es hora de que ampliemos la mirada y de que seamos conscientes de que muchas personas nos relacionamos de manera no monógama con conciencia crítica, por rechazo a los mandatos impuestos, para vincularnos de manera más colectiva e interdependiente y para acoger nuestra diversidad, porque vemos el amor o la sexualidad como algo que no es exclusivo ni pertenece a nadie… En definitiva, muchas personas lo vivimos como una disolución de la pareja, donde caben formas de relación con compromiso muy enriquecedoras y diversas, en vez de como una multiplicación de la misma».

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