El fenómeno de los divorcios silenciosos: “Casi nunca hablamos, salvo para hablar de la cena”
Se trata de un concepto tan antiguo como el propio matrimonio, pero al que las mujeres actuales han identificado con un nombre propio. La renuncia laboral silenciosa, de la que tanto se habló tras la pandemia, llega ahora al ámbito personal


Además de por su carrera en el cine, Gwyneth Paltrow será recordada por sus excentricidades como gurú de estilo de vida y, cómo no, por haber creado del concepto conscious uncoupling (separación consciente), un término habitual al hablar de divorcios amistosos. Sin embargo, frente a esas separaciones made in Hollywood, existe un fenómeno completamente alejado de las rupturas idílicas. En The Guardian lo explican así: “Si estás lista para convertirte en un zombi en tu relación, reducir tus expectativas y forjar tu propia vida mientras sigues casada, eres una de las muchas personas que se está desvinculando inconscientemente”.
“En abril cumplo 50 años de casada. No dormimos juntos y apenas hablamos. Yo hago todo el trabajo. Él lava los platos y echa la gasolina. Le encanta. ¿Por qué querría ir a algún sitio? Intenté confrontarlo, pero me evita. Estoy desesperada. Nuestro dinero está en apuros y yo solo quiero irme”. Este es uno de los desgarradores 25 testimonios que recoge Buzzfeed de personas que se encuentran inmersas en lo que la periodista Monica Corcoran Harel ha bautizado como “divorcio silencioso”. Un concepto tan antiguo como el propio matrimonio, pero al que ahora se le reconoce con un nombre propio. Dos palabras que llevan días generando mucho debate en los medios anglosajones.
Otro de los testimonios recogidos por Buzzfeed explica a la perfección este fenómeno de mujeres que se han rendido ante sus relaciones, pero tampoco van a cambiar nada para remediarlo: “Por desgracia, no soy feliz, pero es la opción más segura dada la situación económica y el estado deprimente en el que se encuentra actualmente Estados Unidos. Es más fácil vivir infeliz con unos ingresos extra. Llevo tanto tiempo sintiéndome ignorada y sola que ya me he vuelto insensible. Siento que si él me engañara, no me importaría, ya que eso me liberaría de tener que acostarme con él. Lo hago para mantener viva la relación. Ya ni siquiera deseo tener relaciones sexuales. Me da igual. Él no me maltrata. Simplemente, estoy atrapada”, dice una de las mujeres que ha querido participar en el reportaje de forma anónima.
Todos estos testimonios apuntan a un fenómeno parecido a la renuncia silenciosa laboral —un término del que también se habló mucho en España— pero en el ámbito personal: gente tirando la toalla, rendidos ante relaciones que saben que no mejorarán, viviendo sin ningún tipo de expectativa romántica, pero quedándose en matrimonios destartalados por razones económicas, de infraestructura o por pereza a enfrentarse a un doloroso y tedioso divorcio. Una situación que podrá darse tanto en hombres como en mujeres, pero en la que han sido las mujeres —más dadas a analizar sus relaciones— las que han identificado con una terminología concreta.
Los riesgos del divorcio silencioso
Gemma Fradera, abogada especialista en derecho matrimonial y de familia, explica a S Moda que, desde su práctica profesional de 25 años, puede asegurar que las consecuencias de mantener la convivencia cuando ya no se desea estar con la otra persona pueden ser perjudiciales para ambos miembros de la pareja. “Permanecer en una relación cuando una o las dos partes ya no quiere estar ahí puede complicar la ruptura y la posterior recuperación tanto personal como económica. Durante este periodo, muchas parejas deciden postergar la decisión de separarse con el objetivo de sufragar las deudas de la reforma de la vivienda familiar o la compra de una segunda residencia”, dice. Comenta que alargar la decisión en el tiempo suele provocar un desgaste en la relación, que puede manifestarse en faltas de respeto, mala convivencia o incluso infidelidades. “Todo ello genera una carga emocional que, llegando el momento de la ruptura, dificulta enormemente alcanzar acuerdos en el momento del divorcio como acuerdos respecto a la crianza de los hijos, el pago de sus necesidades, el uso de la vivienda y el reparto del patrimonio el pago de deudas, entre otros”, asegura. Por eso, concluye que lo que podría haber sido una separación amistosa y pacífica, termina convirtiéndose en una confrontación abierta en la que predomina el resentimiento emocional sobre la racionalidad y la voluntad de decidir lo mejor para los hijos y para el futuro de ambos.
Angie L. Luna, autora de El amor más grande: Divorciarse, sanar y volver a enamorarse (de una misma) (Somos B, 2025), comenta que quedarse en una relación que ya no funciona suele prolongar el sufrimiento para ambos, especialmente si hay hijos de por medio. “Quiero dejar claro que nunca romantizo las separaciones: no es una decisión que se tome a la ligera ni el primer recurso. Siempre enfatizo que antes de llegar a la separación, es importante explorar todas las opciones posibles para intentar salvar la relación, probar nuevas dinámicas, terapias o cambios que puedan funcionar para la pareja”, dice. Añade que solo cuando estas alternativas se agotan y no hay otra salida, la separación se convierte en un paso necesario y, a menudo, en la mejor decisión. “Y aquí está la clave: la gran consecuencia de una separación no es el hecho en sí mismo, sino cómo se lleva, cómo se trata y se desarrolla. Una separación consciente, gestionada con respeto y comunicación, permite reconstruir la vida desde un lugar más saludable, ofreciendo libertad para sanar, crecer y, sobre todo, proteger el bienestar emocional de los hijos y de cada miembro de la familia”, asegura.
Por su parte, Elisa Múgica, codirectora en Centro Vitae Psicología, comenta que en un mundo ideal, lo oportuno sería empezar un trabajo de terapia de pareja en el primer año, donde se detecta un cambio en la relación. “Suele corresponder con etapas como el nacimiento de los hijos, aumento de responsabilidad laboral o cambios de trabajo, crisis de la edad, agotamiento de la relación por convivencia o los conflictos con las familias políticas. Esos suelen ser los más habituales motivos de desgaste de la pareja”, asegura.
Pero por descontado, en el mundo real no es así. “Lo habitual es pensar que el tiempo lo cura todo, que cuando los niños crezcan las cosas se reorganizan, o simplemente, vamos hacia adelante sin percibir consciente o inconscientemente los cambios y deterioros. No se habla “para no echar más leña al fuego”. Hay muchos focos de atención, además de la relación a los que tenemos que dedicar tiempo cada día y esto conlleva que las parejas vayan en un estado de deterioro muy avanzado a una consulta de terapia”, explica.
“Incluso se va antes a una consulta psicológica de forma individual para tratar este tema que en pareja, con lo que a veces encontramos que una de las partes de la pareja lleva más avanzado el proceso de comprensión o duelo de la relación o el proceso de maduración personal que la otra cuando llegan juntos”, asegura. Eso supone una dificultad al no partir del mismo punto, pues es común que una de las partes no se haya dado cuenta de que hay un deterioro tan grande, mientras que la otra parte, ya está casi desconectada. “No tengo dinero. He sido ama de casa durante los últimos 20 años. Antes de eso, cuando mis otros hijos eran pequeños, tuve trabajos mal pagados, y también cuidaba a mis sobrinos y sobrinas. Mi hijo menor tiene 19 años y los hijos de mi hermana están todos en la escuela. No recibiría manutención. No fui a la universidad. Horneaba galletas y veía Mickey Mouse Clubhouse. Necesito su seguro médico por varios asuntos. Casi nunca hablamos, salvo para hablar de la cena y avisar que la luz del aceite del coche está encendida”, dice otra de las mujeres que comparte en Buzzfeed su situación. Y es que, como Fradera señala, una de las mayores preocupaciones de las mujeres, en el momento de tomar la decisión de separarse, es la situación económica que deberá afrontar una vez comiencen su nueva vida en solitario. “Cada vez son más habituales las consultas en nuestro despacho, relacionadas con cómo actuar y qué derechos les corresponden en el ámbito económico, antes de una separación. Un asesoramiento previo a la toma de la decisión es fundamental para proteger tanto el patrimonio como los derechos económicos de cada parte. Antes de tomar la decisión de separarse, es importante conocer exactamente cuánto gana la pareja, qué propiedades se poseen y qué ahorros existen”, dice la abogada. Indica que con toda esta información, lo recomendable es separar las cuentas corrientes, repartir el dinero al 50% y abrir una nueva cuenta a nombre exclusivo de cada uno. “A partir de ese momento, la nómina y cualquier ingreso deben dirigirse a la cuenta individual correspondiente. Desde entonces, también los gastos comunes (suministros, alimentación, ropa, actividades extraescolares, etc.) deben abonarse proporcionalmente a los ingresos de cada miembro de la pareja. Por otro lado, los gastos relacionados con la vivienda (hipoteca, comunidad, tasas, etc.) deben pagarse según el título de propiedad; es decir, si la vivienda pertenece a ambos por mitades, se abonarán al 50%, pero si la propiedad es exclusiva de uno, deberá asumirlos íntegramente”, explica. Y así, con estas decisiones, se evita que en un futuro haya posibles apropiaciones indebidas o situaciones de enriquecimiento injusto y favoreciendo así acuerdos económicos equitativos. “A partir de ese momento, sí es aconsejable contar con el asesoramiento de un profesional del derecho para que, en función del caso concreto, pueda orientar sobre otras medidas necesarias que garanticen un reparto justo conforme a nuestro ordenamiento jurídico y evitar perjuicios económicos derivados de la separación”,
Como dice Rebecca Woolf en All of This: A Memoir of Death and Desire (HarperOne, 2022), un libro en el que detalla cómo abandonó discretamente su infeliz matrimonio, las historias anhelan un final feliz. “Quizás la parte feliz llegue al principio de la siguiente”, escribe. Pero para que haya una siguiente parte, lo imprescindible es haber cerrado la previa.
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