Todo lo que el estrés puede provocar en tu piel
Mientras Dani Martín o Soraya Arnelas hacen ‘pedagogía’ desde sus redes, los expertos apuestan por remedios eficaces ante una dermis que también sufre las sobrecargas emocionales de los tiempos que corren.
Recientemente, varias celebridades han sacado del armario sus problemas dermatológicos. Concretamente, el cantante Dani Martín mostraba en su Instagram uno de sus brotes de rosácea, algo de lo que nunca había hablado, y explicando que esa también era parte de su realidad. Poco después, la también cantante Soraya Arnelas confesaba igualmente desde su cuenta el estrés que ha sufrido en sus primeros meses de maternidad, y cómo este ha derivado en un caso de psoriasis.
En un tiempo en el que la imagen que mostramos de nosotros mismos en las redes sociales lo es todo, sobre todo para ciertos influencers, hablar y mostrar abiertamente defectos en la piel parece un hito, cuando debería ser algo totalmente natural. Más en profesiones en las que el estrés está a la orden del día y eso tiene sus consecuencias.
De hecho, aunque cuando se habla del cuidado de la piel tendemos a pensar en la importancia de la hidratación con ciertos productos o incluso en cuidar la alimentación, nuestros hábitos de vida y el estrés diario también pueden perjudicar la salud de la misma.
Como explica Mayte Truchuelo, dermatóloga del Instituto Dermatológico de Vithas Internacional (Madrid) , “el estrés influye en la piel mediante distintos mecanismos. Fundamentalmente, modifica el sistema inmunológico, bajando las defensas cutáneas a la vez que activa otras vías de inflamación cutánea, y también estimula la producción de adrenalina y de corticoides que, al actuar sobre los receptores de la piel, ejercen cambios en la misma”. Además, “todas las enfermedades inflamatorias de la piel empeoran con el estrés”.
Las patologías más comunes
Centrándonos en cuáles son las patologías dermatológicas que pueden tener el estrés como causa, Mayte Truchuelo cita los casos más comunes:
Dermatitis
Por dermatitis se entiende inflamación de la piel. En este caso “el estrés provoca eczemas, además de piel seca y reactiva, que pueden afectar a diferentes zonas del cuerpo, según la edad”. Igualmente también pueden aparecer casos de dermatitis seborreica, que se manifestarían como “descamación en áreas seborreicas, como la cabeza, cejas, alas nasales, etc.”
Psoriasis
Precisamente este ha sido el caso de Soraya Arnelas. Como explica la dermatóloga “se trata de una enfermedad crónica de la piel que produce inflamación y, en algunos casos, descamación. Cursa en brotes y, una vez aparece, acompañará al paciente durante el resto de su vida”. Así, los brotes son comunes en situaciones de estrés, apareciendo habitualmente “placas hiperqueratósicas en codos, rodillas, cabeza…”.
Vitíligo
Se define como “una enfermedad cutánea autoinmune que se manifiesta a través de manchas sin pigmento, es decir, manchas blancas en la piel en cualquier parte del cuerpo”, y se produce porque “las propias defensas del cuerpo atacan a los melanocitos de la piel, las células que producen la melanina”. De hecho, la experta insiste en que si bien “existe un componente genético que predispone a la misma”, entre los factores ambientales que influye en su desarrollo “el estrés es uno de los más importantes”.
Rosácea
Esta es una afectación de la piel de la cara, de carácter crónico, que cursa en brotes (mejora y empeora). Se caracteriza por la aparición, al inicio, de crisis vasomotoras, es decir, enrojecimientos de la cara, como los que precisamente mostraba Dani Martín. Es común en personas de piel clara, y aparece más entre los 30 a 50 años, siendo el estrés es uno de los factores que la agravan. Y es que el factor psicológico es causa, pero también una de las consecuencias, ya que “muchas personas pueden sentirse tristes por el aspecto que puede dar lugar la rosácea”.
Un tratamiento de mantenimiento
Teniendo en cuenta que el estrés puede ser una causa directa en estos casos, Marta Barrero y Elena Ramos, farmacéuticas, expertas en dermocosmética y fundadoras de la boutique The Secret Lab insisten en que “estos desequilibrios en la piel requieren de un tratamiento especial”.
En este sentido, las expertas señalan que “es complicado evitar los momentos de estrés por lo que, para prevenir que afecte a nuestra piel, esta debe estar fuerte y preparada, manteniendo los niveles adecuados de grasa y de agua”. Para ello la clave está en “hidratarla muy bien y protegerla en la medida de lo posible de agentes externos, como el sol o la contaminación”.
Sin embargo, si ya es tarde, y han aparecido los síntomas, “procuraremos (re)equilibrar la piel, limpiándola en caso de necesidad, hidratándola en profundidad y recomendando cuidados calmantes y regeneradores para la rutina en casa”. Como ejemplo, recomiendan tratamientos de hidratación profunda, “en los que se trabaja de forma intensa la piel, para volver a establecer la sensación de confort al instante”.
Aprender a manejar el estrés
Si bien parte del trabajo será mejorar el cuidado de la piel, el hecho de que estas patologías se relacionen con el estrés, hace que irremediablemente haya que tener en cuenta el factor psicológico.
Como recuerda Pedro Adrados, psicólogo clínico del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, “aunque muy pocos pacientes que acuden al dermatólogo refieren una posible causa psicológica de su afección cutánea, sí son muchos los que señalan la influencia del estrés en la evolución de su enfermedad. Las estadísticas muestran que el 30-40% de los pacientes que acuden a la consulta dermatológica, tienen asociado un componente psicológico a su proceso cutáneo”.
No solo eso, sino que al tratarse de una patología que puede percibirse de forma externa y que afecta también a la propia autoestima, “esta sintomatología física es percibida negativamente por el sujeto, provocándole un estado emocional de preocupación, lo que a su vez agravaría los síntomas”. Algo así como una pescadilla que se muerde la cola, puesto que “otras áreas del sujeto pueden estar afectadas, como sus relaciones sociales, afectivas y laborales; la calidad del sueño y la alimentación, sus relaciones sexuales o el abuso de sustancias como el alcohol”. Todos estos factores, indirectamente, “también tiene unas repercusiones en el sistema endocrino e inmunológico del sujeto estresado, lo que a la vez agravaría los brotes, entrando en un círculo vicioso”
Es por ello que aprender a controlar el estrés y las emociones negativas que surgen en los brotes es fundamental para que no se agrave la situación. Para ello, Pedro Adrados apunta a algunas cuestiones claves como la reorganización y replanteamiento de la situación estresante, potenciando el afrontamiento eficaz y una actitud activa enfocada a realizar cambios en los contextos estresores (ámbito laboral, familiar, etc.). Asimismo, recomienda “la práctica de técnicas de relajación y ejercicio físico, que reduzcan los niveles de activación fisiológica”.
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