Negocios por delante, fiesta por detrás: vuelve el ‘mullet’, el corte eternamente odiado
El peinado representó en los 70 esa androginia de la que se valió Bowie para apoyar la libertad desde los escenarios: era una fusión de los peinados típicamente masculinos y femeninos, el largo y el corto, lo funcional y lo divertido, todo en un mismo look.
‘Bussines in the front, party in the back‘ (Negocios por delante, fiesta por detrás): así se ha descrito a lo largo de los años el corte de cabello conocido como mullet. El mullet se caracteriza por llevar la parte de delante muy corta (tanto flequillo como los lados) y la parte de detrás larga, incluso greñosa. El peinado tuvo su época de esplendor en los años 70, cuando David Bowie –rey del glam– apareció con ese look para presentar al personaje de Ziggy Stardust, que interpretó durante el año que duró la gira de su album conceptual The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, en 1972.
El peinado representaba esa androginia de la que se valió Bowie para apoyar la libertad desde los escenarios: era una fusión de los peinados típicamente masculinos y femeninos, el largo y el corto, lo funcional y lo divertido, todo en un mismo look. El mullet de la mano de Bowie subvertía las normas habituales establecidas para cada género y jugaba con la identidad hasta el punto de definir al cantante como ‘el dandy diva’: una figura que no es típicamente ni hombre ni mujer, pero que juega con los elementos más característicos y estereotípicos de ambos al mismo tiempo.
A Bowie le siguieron otras estrellas del rock de la talla de Mick Jagger, Rod Stewart o Paul McCartney y en los 80, como todo, el peinado explotó. Si en los 70 Bowie había utilizado el peinado para romper los géneros, resulta curioso que en la década siguiente el peinado se estableciese como icono de la masculinidad. En los 80 no había héroe de acción que se resistiera a ese corte masculino y al mismo tiempo desenfadado: Bruce Willis, Mel Gibson, Jean Claude Van Damm o Chuck Norris lucieron en algún momento de sus carreras el socorrido mullet. Pero también héroes románticos como Patrick Swayze en Dirty Dancing o un seductor George Clooney. El peinado también se hizo popular en el mundo de la música, con Billy Ray Cyrus como ejemplo en el country o James Hetfield de Metallica dentro del metal. El peinado del negocio y la fiesta, serio y rebelde al mismo tiempo, encontraba en la masculinidad tradicional el lugar perfecto para meter la tijera.
Aunque hubo algunos ejemplos femeninos que se atrevieron con el corte (Cher, Patti Smith o Joan de The Runaways, entre otras), el grupo de mujeres que verdaderamente lo hizo suyo fueron las lesbianas. Tal y como explicaban en el documental de 2003 American Mullet, dirigido por Jennifer Arnold, el mullet no era simplemente un peinado, sino una declaración abierta: «Es muy fácil llevarlo y cuidarlo y es al mismo tiempo butch y femme«, explicaba una orgullosa mullera en el documental. «Creo que mi corte de pelo es una expresión no ya solo de mi propia sexualidad, sino de trascender el género. Una de las razones por las que me gusta el mullet es porque es un corte sin género«, expresaba otra mujer, retomando –queriendo o sin querer– el discurso de Bowie. Otras lo definían como declaración política: «Es un corte de bolleras, es toda una declaración política«. E incluso como corte antisistema: «No es un corte que se haya apropiado la máquina del capital, es un corte que realmente ganó la batalla capitalista».
Y es cierto que el mullet se alejó del capital para pasar a ser un asunto de clase. Después de su explosión ochentera, el mullet sufrió una denostación en todas las esferas cuando la gente corriente empezó a peinarse como las personas a las que admiraban: ahora eran los llamados quinquis o canis en España o los red neck en Estados Unidos quienes lucían ese peinado y, con ello, comenzó su mala fama. Llevar un mullet ya no estaba ligado al glamour, sino a lo hortera, lo barriobajero e incluso lo paleto. Cantantes que antes habían lucido mullets decían arrepentirse de haberlo hecho, como si no quisieran parecerse a las personas que lo llevaban ahora. Pero el mullet también encontró su hueco entre lo antisistema y lo outsider: a fin de cuentas, ya era un asunto de clase y si la clase obrera era ridiculizada por un simple corte de pelo, este sería cogido por los hijos de los trabajadores convirtiéndolo en símbolo de lo punk o lo okupa.
Sin embargo, el mullet vuelve a ser tendencia. El capitalismo parece haber ganado la batalla y lo que antes fue un corte antisistema, obrero e incluso lésbico repudiado por la gente con estilo (y, posiblemente, dinero) ahora vuelve a ser considerado cool. Lo advirtieron Teen Vogue, Paper o The Guardian, al tiempo que en Instagram el hashtag #LadyMullet muestra algunas de las versiones más innovadoras de esta tendencia. Y, en España, el estilo también se aleja de lo quinqui y comienza a ganar adeptos: «Realmente para nosotros el mullet volvió hace unos 3 años», cuenta a S Moda Manu Guillén, cofundador y director, junto a Natalia Infantes, de NiM Salón, una de las peluquerías más punteras y modernas de Madrid –además de la más instagrameable–, «veníamos de una larga temporada de melenas rectas y ya estábamos cansados. Al principio a la gente le costaba mucho el cambio y pocas solían pedirlo, pero la verdad que nosotros empezamos a proponerlo para dejar sobre todo la esclavitud de las planchas y potenciar la textura natural de cada cabello, hoy en día las clientas nos lo piden como un corte más, no siempre muy exagerado, pero está claro que la tendencia está».
En Estados Unidos, la peluquería Vacancy en Nueva York o la estilista Bree Ritter en Portland (con reservas cerradas hasta 2020), no solo han recuperado el corte sino que lo han convertido en su emblema. Y es posible que el resurgir nostálgico de los años 80 a través de series como Stranger Things o GLOW haya prendido la mecha: «Por supuesto, sin darnos cuenta estamos rodeados de muchísima información que cogemos de referencia, de las revistas a la música, y con el boom que han tenido estas series la gente se vuelve loca por parecerse a los personajes, aunque sea de forma inconsciente», explica Manu Guillén. Pero también parece que el auge del mullet tiene que ver con la intención original de Bowie de ruptura con las normas de género: el corte sirve tanto para hombres como para mujeres, es un peinado agénero que permite jugar con la identidad. No es de extrañar que en una época donde se pone en valía la libertad individual y las diversas expresiones de género, un corte que con poco dice tantísimo haya vuelto a ser tendencia.
Zendaya, Úrsula Corberó, Scarlett Johanson o Kristen Stewart son algunas de las celebrities que se han atrevido con el corte en los últimos años y como apunta Manu Guillén de NiM Salón, el secreto del auge de este corte también tiene que ver con la comodidad: «A día de hoy representa una radicalidad medida y elegante, frescura. La vuelta del mullet ha sido una liberación para muchas clientas que venían arrastrando años de plancha y de pronto tienen una opción con la que verse bien con la propia forma de su cabello. Eso es un cambio muy grande».
Sea para hacer una declaración política, para destacarse como una de las partes del colectivo LGTB+, para romper con las reglas de género o para terminar con la tiranía de las planchas y otros productos nocivos para el cabello, existen recomendaciones para llevar el corte mullet de la temporada: «Nos encanta con flequillo largo desfilado para un rollo más desenfadado y para un look con mucha más fuerza apostamos por hacerlo con un flequillo más corto recto o mordido. El mullet podemos llevarlo tanto liso como con forma y es perfecto para con producto y dejar que se seque con la forma natural», explica Guillén. Es decir, sin complicaciones.
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