Muselinas, el secreto de la limpieza facial de tu abuela que realmente funciona
La solución para una rutina de limpieza facial efectiva y respetuosa, tanto con la piel como con el medioambiente, ya la tenían nuestras abuelas.
Es una verdad incuestionable: una piel sana es una piel limpia. Para ayudar a nuestra genética en la búsqueda del santo grial de la eterna juventud, la limpieza facial supone el gesto cosmético más saludable, el principio y el fin del ritual de cuidados.
Y en este acto no negociable por lo necesario que resulta, si bien unos golpes rápidos con un limpiador superestrella pueden sacarnos de un apuro cuando la prisa o el cansancio acecha, algunos días anhelamos la satisfacción que obtiene la piel al entregarse a una limpieza completa. Avalados por los últimos alardes tecnológicos, los cepillos eléctricos son exhaustivos en su cometido, pero, con la misma efectividad y sin baterías mediante, podemos apostar por gestos sencillos, de toda la vida, a través de elementos de la vieja escuela que aportan delicadeza al proceso. En ese caso, las muselinas se convierten en nuestras mejores compañeras para el satisfactorio proceso de la limpieza cosmética. Se trata de unas suaves y livianas telas de algodón que pueden sacar lo mejor de bálsamos limpiadores y exfoliantes en su misión de eliminar las impurezas, como las células muertas, la suciedad, el aceite y el maquillaje sobrante.
Usarlas no entraña ninguna dificultad. “Para hacerlo hay dos opciones. Bien humedecerlas con agua tibia para retirar el jabón o limpiador que se haya aplicado previamente sobre la piel, o mojarlas con agua micelar. En ambos casos pasaremos la toallita suavemente por el rostro, dando toques ligeros y sin frotar”, explica Lissette Anziani, fundadora de Kóoch Green Cosmetics quien, para retirar el maquillaje, aconseja pasar la muselina al menos dos veces, “incluso tres”, para eliminar los restos de los cosméticos.
Partidaria de su uso es también Carmen Navarro, directora de los centros de belleza que llevan su nombre. “Solo hay que humedecerlas en agua tibia y proceder al proceso de limpieza facial habitual”, cuenta la especialista que en sus más de cuatro décadas de experiencia ha cuidado la piel de personalidades como la reina Letizia, Tamara Falcó o mediáticas actrices como Amaia Salamanca. La experta en belleza se manifiesta defensora de la doble limpieza japonesa para eliminar cualquier residuo de la superficie de la piel. “En el primer paso, ayudándonos con un lado de la muselina mojada en agua tibia se retiran las impurezas oleosas, como el maquillaje y el sebo y se emplea un producto aceitoso que arrastra la grasa que eliminamos por el folículo pilosebáceo. En el siguiente, para erradicar las impurezas acuosas y las células muertas, utilizamos un producto con una fórmula en gel o espuma que quitaremos con el otro lado de la muselina”.
La suave exfoliación de las muselinas también ayuda a estimular el sistema linfático, por lo que la circulación de la sangre aumenta en nuestro rostro y reduce la inflamación. Además, las telas multicapa pueden usarse en todo tipo de pieles. Las usaban nuestras abuelas, siguen la filosofía slow y abogan por el uso de las manos. “Su principal ventaja reside en la suavidad de su material, que permite realizar el mismo trabajo que una toalla de algodón pero con el añadido de que su fricción es más ligera y, por lo tanto, beneficiosa para las pieles especialmente sensibles. Su material no agrede el manto hidrolipídico de la piel y efectúa una exfoliación suave consiguiendo que el proceso de limpieza facial sea no solo eficaz sino placentero por la suavidad del material con el que están elaboradas. De hecho, es el mismo material que se utiliza para arropar a los bebés”, cuenta Navarro sobre estos trozos de tela que ayudan a cuidar a los recién nacidos.
Lavables, y por lo tanto reutilizables, “con las muselinas se fomenta una limpieza facial sin residuos, con una enorme ventaja para el medioambiente y a la larga también para nuestra economía”, detalla Anziani sobre estos trozos de tela que se pueden lavar a mano y en la lavadora. Al igual que con las fundas de almohadas, los cabezales de los cepillos eléctricos y prácticamente cualquier objeto que entre en contacto con la piel del rostro, las telas de muselina deben lavarse regularmente, para eliminar la suciedad y las células de la piel que puedan acumularse en la tela. Como recomienda esta chilena al frente de la marca cosmética: “Nuestro consejo es enjuagarla siempre después de cada limpieza y limpiarla con jabón cada vez que se use maquillaje. Su tela es muy fina y se seca enseguida, así que merece la pena lavarla cada noche porque a la mañana siguiente estará seca. La vida útil de las muselinas depende del maquillaje que usemos, es decir, que si nos maquillamos poco se mancharán menos, pero por duración, el material es muy resistente y el cambio se realiza porque estén muy manchadas, no porque estén rotas. Pueden durar años si no te maquillas”.
Además de proporcionar una alternativa de limpieza más suave y sanitaria a las toallitas y los cepillos (ninguno de los cuales se seca tan fácilmente), los paños de muselina también son excelentes para retirar las mascarillas faciales y pueden reproducir un efecto similar al de un spa, ya que son excelentes para sumergirse en agua tibia, escurrirse y colocarse sobre la cara dando comienzo a una sesión de vapor que abre los poros.
Cuando se utilizan para la limpieza del rostro, ambas especialistas coinciden en escoger modelos con el tamaño de una toalla pequeña, de unos 30 por 30 centímetros. Y, como guinda, Navarro comparte uno de sus trucos de cabina: “Añadir unas gotitas de lavanda en un bol de agua templada y humedecer en ella la muselina antes de usarla. Los beneficios de esta planta son conocidos desde la antigüedad, ya que es capaz de aportar desde hidratación hasta nutrientes, tonificar, estimular y, en general, mejorar el aspecto de nuestra piel”.
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