Maximizar la eficacia perdiendo el miedo a los rellenos faciales
En pleno auge desbocado de los inyectables, los avances en la vehiculización de activos permiten soñar con obtener resultados similares con cremas.
Perder el miedo a los rellenos ha llevado a que estos se inyecten en procedimientos mínimamente invasivos a un ritmo desenfrenado. Su normalización en redes sociales y los resultados inmediatos han hecho que desaparezcan prejuicios y se amplíe el abanico de consumidores que recurren a ellos. Así lo apuntaba el estudio de 2021 de la consultora McKinsey The future of aesthetics injectables: “El mercado global de inyectables podría crecer entre un 12% y un 14% anual durante los próximos cinco años”, auguraban. “Las actitudes cambiantes sobre el bienestar, la belleza y el envejecimiento saludable han aumentado la conciencia y la aceptación de la medicina estética, generando demanda por parte de nuevos segmentos de población”.
Un público cada vez más joven y también —sin ser consecuencia de ello— irreflexivo que usa la medicina estética como un filtro de Instagram: “Los pacientes vienen con fotografías como el que va a la peluquería pidiendo el corte de Jennifer Aniston. Aquí te piden los labios de Kylie Jenner o los pómulos de Kim Kardashian”, revela la doctora Ana Molina, dermatóloga en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y autora del libro Piel sana, piel bonita.
En este escenario en el que se reclaman resultados rápidos y eficaces, la dermocosmética innova buscando acercarse a los efectos de los pinchazos. Las últimas mejoras llegan en torno a la vehiculización de los activos, concretamente de uno de los favoritos de ambos mundos, el ácido hialurónico. “Es la molécula estrella para la piel, capaz de mantenerla hidratada”, apunta Molina, “tanto en la zona más superficial, en la epidermis, como en la dermis, ayudando al soporte estructural”. Con agujas se accedía a las capas más profundas, mientras que con cosmética había que buscar estratagemas para quedarse mucho más arriba, añade la doctora: “El hialurónico más interesante es el que inyectamos, el de alto peso molecular, porque es capaz de absorber más agua y de retenerla más tiempo. El problema para la cosmética era que las moléculas tan grandes no podían penetrar la epidermis. Lo que se hacía era fragmentarlas en moléculas de hialurónico de bajo peso molecular para que pudiera pasar”.
El sector avanza ahora con una tecnología que se basa en las fuerzas electromagnéticas, MolecuShift Technology, un desarrollo de Shiseido que esconde tres patentes y tres años de investigación: “Las leyes fundamentales de la física”, explican desde la compañía, “establecen que las cargas opuestas se atraen entre sí, mientras que las fuerzas idénticas se repelen. El ácido hialurónico no es una excepción a esta regla, su molécula lleva muchas cargas negativas que se repelen entre sí, lo que explica en parte su estructura expandida naturalmente”. Todo es cuestión de química. Siguiendo estos principios la firma ha buscado un compuesto capaz de compactar a las moléculas más grandes de hialurónico, para que penetren a la epidermis, y otro capaz de hacer que, una vez ahí, recuperen su volumen original. “Es cierto que no penetra más allá de esta capa”, advierte Molina, “pero es más de lo que habíamos conseguido hasta la fecha con un hialurónico de alto peso molecular”.
El futuro seguramente pase por una convivencia de dermocosmética y medicina estética, pero una mejor avenida, que maximice ambas. Eso es lo que buscan los estudios de complementariedad como el que está realizando la doctora Molina, para medir los efectos de combinar el lanzamiento de Shiseido que incorpora esta tecnología, Skin Filler Bio-Performance, con inyectables. “Aún hay poca literatura al respecto, pero estos estudios están muy de moda. Buscamos estudiar sinergias y ver cómo reacciona la piel a una aproximación dual”.
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