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Los terapeutas también necesitan ayuda: ¿A qué psicólogo van los psicólogos?

¿Su terapeuta necesita terapia? Es más común de lo que parece y muchísimo más sano. Dos psicólogas nos explican por qué.

Psicólogos de Psicólogos
Getty Images

Procesar las emociones y dificultades de la propia vida no es fácil para nadie, ni siquiera para esas personas que velan por nuestro bienestar emocional. Entre las muchas falsas percepciones que la sociedad tiene de l@s psicólog@s destaca el de su carácter casi divino, por su capacidad impermeable de escuchar y asesorar acerca de dramas humanos, como si a ell@s no les afectaran. «Existe el mito de que si tú eres psicóloga puedes resolver mejor tus problemas y no vas a necesitar a nadie, y esto es falso: de hecho, uno de los principales motores del éxito de un tratamiento es, precisamente, la relación con la terapeuta y la mirada complementaria de otro ser humano. Las psicólogas lo sabemos y por eso no dudamos en hacer psicoterapia si lo necesitamos», explica para S Moda la psicóloga Violeta Alcocer. Coincide con ella la psicóloga Leire Villaumbrales, directora de Alcea: «No es extraño que cualquiera que se forme en psicoterapia o psicología clínica haga terapia, de hecho en mi opinión es fundamental por varios motivos: primero, porque es muy importante ponerse en el lugar de la persona que viene a terapia y experimentarlo en primera persona (saber qué se siente al sentarse delante de un desconocido, enseñar partes vulnerables y exponernos hablando de cosas muy intimas), resulta muy interesante vivir esta experiencia desde el otro lado para comprender mejor a nuestros pacientes; por otro lado, es fundamental tener resueltos nuestros propios conflictos para no proyectarlos en la persona que viene, conseguir un lugar lo más neutro posible y que no interfieran nuestras propias vivencias en el proceso de terapia; y en tercer lugar, porque esta no es una profesión fácil, ya que día a día escuchamos a personas hablando de dificultades que a veces pueden ser experiencias muy dolorosas, muy traumáticas que pueden no ser fáciles de digerir para nosotros y es importante tener un espacio en el que poder hablar de todo esto».

Sanarse uno mismo para sanar a otros

No solo no es señal de debilidad que un terapeuta acuda a terapia, sino que es de lo más habitual y sano. Los motivos más frecuentes por los que un profesional de la salud mental se sienta al otro lado de la mesa los enumera Alcocer: «para supervisar nuestros casos clínicos con un profesional de confianza, que nos conoce, tiene experiencia y nos ayuda enfocar adecuadamente los casos; cuando necesitamos revisar algún aspecto de nuestra historia personal de cara a mantener una mejor higiene respecto a algunos casos (por ejemplo, si yo he sufrido una pérdida reciente y tengo un paciente que acude a consulta por un duelo, es posible que necesite el apoyo de otro psicólogo para que me ayude con todo lo que se va a movilizar en mí en esa psicoterapia y que mis asuntos personales no se mezclen con los de mi paciente); cuando sentimos que nuestro trabajo nos está sobrepasando emocionalmente; cuando necesitamos ayuda personal por diversos motivos (idénticos a los de cualquier persona) y, por último, porque en ocasiones, la psicoterapia personal es requisito para certificarse en algunas escuelas o modelos psicoterapéuticos». En cualquier caso, es más probable que nos pueda ayudar alguien que ha trabajado sus propias heridas que alguien cuyos conflictos están activos. «Siempre es recomendable haber hecho un trabajo personal para poder relacionarse con los pacientes adecuadamente y para poder integrar adecuadamente y de forma experiencia los aprendizajes teóricos (vivir la terapia ‘en nuestras propias carnes’)», prosigue Alcocer, «y cuando tenemos trauma, historias personales complejas, etc.. diría que es fundamental, puesto que el trabajo psicoterapéutico puede reactivar con facilidad aspectos nuestros que, de no haber sido trabajados y sanados, contaminen el proceso terapéutico».

Una sesión entre pares

Aunque compartan inquietudes con el resto de seres humanos, las terapia de un@ picólog@ tiene un tono especial. Al fin y al cabo, se trata de hacer reflexionar a una persona cuyo trabajo es hacer reflexionar a otros. «Como psicóloga, cuando viene otra psicóloga a mi consulta lo que me preocupa es estar a la altura de sus expectativas y su experiencia, pero todas las personas tenemos algo que aportar y la mirada del otro nunca va a ser exactamente igual que la tuya; en ese sentido, lo que funciona por encima de todo es poner esos conocimientos en la relación entre terapeuta y paciente y crecer a partir de ahí», confiesa Violeta Alcocer. Para su colega Leire Villaumbrales es, además de un desafío, un momento de valor excepcional: «Vemos a muchos psicólogos en consulta y, normalmente, son sesiones muy enriquecedoras, porque la persona que viene, al haber estudiado Psicología, ya ha reflexionado mucho sobre las cosas que le pasan, así que es fácil que se dé cierta conexión, cierta complicidad, lo que permite en ocasiones un trabajo muy bonito y profundo», cuenta. «Sin embargo, cuando el psicólogo es paciente tiene que recordar que es paciente, es decir, debe hablar desde sus propias dificultades y vulnerabilidades y ahí no solo (como en cualquier paciente) hay que examinar las propias vivencias y las propias decisiones, sino que también hay que lidiar con las exigencias que se pueda hacer a sí mismo como especialista (del tipo ‘esto lo tendría que tener resuelto porque yo soy psicólogo’)», advierte Villaumbrales.

¿Están «locos» los ‘loqueros’?

Según otro mito relacionado con los profesionales de la salud mental, estos se dedican precisamente a ello porque son quienes más ayuda necesitan y creen que sus estudios se la proporcionarán. Algo que no está del todo desencaminado, si bien en un sentido mucho más positivo y alentador: «Una de las principales motivaciones para estudiar una carrera relacionada con la salud mental es, precisamente, el interés en las personas y sus emociones, cogniciones y conductas. Por lo general, ese interés empieza por una misma, pero no porque necesariamente haya problemas, sino porque hay curiosidad y ganas de comprender cómo funcionamos», apunta Violeta Alcocer. En la misma línea, Leire Villaumbrales nos cuenta que «todas las profesiones vocacionales normalmente cuentan muchos datos sobre quiénes somos, es decir, no es casual que elijamos una profesión u otra (sobre todo si es vocacional), siempre hay un ‘para qué’ y, en el caso de los estudiantes de Psicología, hay un gran porcentaje de interesados en comprender cómo funciona la mente humana y los procesos emocionales, y esto incluye comprenderse a uno mismo».

Predicar con el ejemplo

Muchas investigaciones con niños han demostrado que los seres humanos aprendemos más cuando vemos realizar una acción que cuando se nos insta a realizarla. Por eso es tan positivo el ejemplo de los profesionales de la salud mental que dedican tiempo a su propio bienestar, especialmente en plena y desgastante pandemia. «Los psicólogos en general estamos teniendo más trabajo en esta segunda ola que en la primera, porque entonces se pusieron en marcha muchos mecanismos de supervivencia (por ejemplo, salió la creatividad y todas las herramientas para lidiar con dificultades y ‘emergencias’ de la vida), pero esto es difícil de mantener en el tiempo, y por eso estos meses estamos viendo a más personas que no lo están llevando bien», explica a Smoda Leire Villaumbrales. «Estamos cansados pero los psicólogos tenemos muy interiorizado el concepto de autocuidado y la necesidad de cuidarnos, por eso muchos ya íbamos a terapia antes de esto, algo que no se ha inculcado tanto en otros profesionales sanitarios (médicos y enfermeros, por ejemplo) que están muy sobrecargados y ahora vemos las consecuencias». Los psicoterapeutas nos cuidan y se cuidan, lo que no quiere decir que su esfuerzo se vea recompensado por un sistema que los necesita más que nunca. «Los profesionales de la salud mental, en general, estamos esforzándonos al máximo para mantener nuestra pericia profesional en forma y que no nos ganen la fatiga y el desánimo. Estamos aplicándonos muchas de las herramientas de regulación emocional que trabajamos con nuestros pacientes, con el objetivo de poder ser tanto ejemplo como sostén. El autocuidado está siendo ahora más importante que nunca. En cuanto al cuidado que recibimos de los demás, la salud mental ha sido y sigue siendo algo secundario en nuestro Sistema Nacional de Salud, por lo que no es un labor que esté siendo especialmente reconocida por la población. En cualquier caso, la vocación nunca se ha alimentado del reconocimiento, por lo que seguiremos ahí tanto si se nos valora como si no», concluye Violeta Alcocer.

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