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Erik el Belga y el robo del tesoro que se salvó de Napoleón

De las 86 piezas expoliadas en la catedral de Tarragona en 1980, rescatadas del asedio francés a la ciudad en 1811, se han recuperado solo 38

José Ángel Montañés
Capilla del Corpus Christi de la catedral de Tarragona que robó Erik el Belga en 1980. Al fondo, las ventanas por donde entró, la reja que tuvo que serrar y en primer plano la tabla de Sant Miquel que se llevó y que luego se tuvo que comprar.
Capilla del Corpus Christi de la catedral de Tarragona que robó Erik el Belga en 1980. Al fondo, las ventanas por donde entró, la reja que tuvo que serrar y en primer plano la tabla de Sant Miquel que se llevó y que luego se tuvo que comprar.Josep Lluís Sellart

En la Parte Alta de Tarragona cuando el viento sopla lo hace con una fuerza que llega, incluso, a ser desagradable. Erik el Belga, el mayor ladrón de obras de arte del siglo XX, sabía que, con viento, en esa zona del casco antiguo de la ciudad cualquier otro ruido quedaba amortiguado. Por eso escogió actuar en la noche oscura y ventosa del sábado 8 de marzo de 1980 para perpetrar otro de sus robos, en este caso en el Museo Diocesano de la Catedral de Tarragona.

TRAS LAS HUELLAS DE ERIK EL BELGA
09/07/2020 Estado actual de la Arqueta de Sant Martiria, a falta de cinco figuras por recuperar, en el Monasterio de Sant Esteve de Banyoles, en el Pla de l'Estany (Girona) /Toni Ferragut
Los robos de Erik el Belga dejan una herida abierta en Banyoles

Esa noche, Erik el Belga, acompañado de un compinche, saltaron la tapia del jardín de Santa Tecla la Vella desde la calle Vilamitjana (hoy Les Coques) y uniendo con esparadrapo dos escaleras ascendieron hasta una de las ventanas del ábside de la capilla del Corpus Christi. Tras romper uno de los cristales y descolgar una cuerda de nailon de 10 metros descendieron en busca de su botín: casi un centenar de piezas litúrgicas conservadas en varias vitrinas.

Sabían dónde estaban y cuál era el camino para poder llegar. “Varios días antes Erik el Belga, aprovechando su aspecto de turista, había visitado, como uno más, junto con una mujer y una niña, el museo y había realizado fotos y planos y tomado nota de la ausencia de cámaras de vigilancia”, explica Sofia Mata, directora del Museo Diocesano de la catedral de Tarragona (100.000 visitantes en 2019), que, en marzo, coincidiendo con los 40 años del robo, publicó un artículo recordando estos hechos.

Tras romper los cristales de las vitrinas fueron metiendo en sacos las cruces procesionales de los siglos XII al XVI, cálices, navetas, custodias, relicarios, portapaces, esmaltes, marfiles, arquetas e incluso hojas con letras miniadas de un cantoral del siglo XVI.

Arca del Monumento de Jueves Santo de la catedral de Tarragona, realizada por Gaspar Arandes en 1685. La cruz y los dos soldados los robó Erik el Belga en 1980.
Arca del Monumento de Jueves Santo de la catedral de Tarragona, realizada por Gaspar Arandes en 1685. La cruz y los dos soldados los robó Erik el Belga en 1980. Josep Lluís Sellart

Pero no tuvieron bastante. Para seguir avanzando “cortaron con una radial o con una sierra la reja para poder pasar del ábside al resto de la capilla. Aquí robaron cuatro compartimentos del retablo de Sant Bartomeu de Ulldemolins, del siglo XIV, dejando las partes que estaban en peor estado”, prosigue Mata señalando el enorme cerrojo de hierro fundido que tuvieron que cortar. Y de aquí pasaron, tras reventar la cerradura, a las antesalas de la sala capitular, de donde se llevaron una tabla gótica de Sant Miquel arcángel venciendo al demonio procedente de Alió.

En la sala contigua forzaron una reja más, la de una vitrina donde se conservaba el Arca del Monumento del Jueves Santo de Gaspar Arandes, del siglo XVII. “Quizá tenían prisa, o ya no les cabía nada más en los sacos, el caso es que no pudieron con ella y le arrancaron la cruz que la remata y dos figuras de soldados de plata dorada”, prosigue junto a este enorme mueble cargado de piedras preciosas encastadas. Erik el Belga tenía experiencia en este tipo de robos. Tres meses antes, en enero de 1980, había robado con el mismo sistema, desclavando una a una, las 28 figuras de la arqueta de Sant Martirià de Banyoles dejándola totalmente descarnada.

El Arca del Monumento fue una de las piezas del tesoro catedralicio que, en el cruento sitio de Tarragona en 1811 por las tropas de Napoleón, se salvaron, según demostró Matas en un trabajo anterior, después de que se las llevara a Mallorca (junto a la importante colección de tapices de los siglos XV y XVI) el arzobispo Romualdo Mon y Velarde, que, acabada la ocupación, las retornó, mientras que lo que se fundió para hacer monedas fueron piezas menores que los religiosos sacrificaron para salvar el resto de obras y a ellos mismos.

Cruces procesionales. A la izquierda una de plata procedente de  Gratallops (Priorat) del siglo XV. A la derecha, otra de bronce con esmaltes procedente de Renau, Tarragonès, del siglo XIV. Las dos en paradero desconocido tras el robo de Erik el Belga.
Cruces procesionales. A la izquierda una de plata procedente de Gratallops (Priorat) del siglo XV. A la derecha, otra de bronce con esmaltes procedente de Renau, Tarragonès, del siglo XIV. Las dos en paradero desconocido tras el robo de Erik el Belga.Museu Diocesà de Tarragona

Erik el Belga, para conseguir huir, tuvo que seguir reventando cerraduras: primero, la de la capilla del Corpus Christi que daba acceso al claustro, y luego, la de la puerta que los llevó a la calle de la Mare de Déu del Claustre, por donde salieron con los sacos al hombro rumbo a los marchantes, anticuarios y coleccionistas que los esperaban. “Las tenía vendidas antes robarlas. La tabla de Sant Miquel se había expuesto meses antes en Bruselas y seguro que alguien se la había pedido”, según Mata.

En total, Erik el Belga se llevó esa noche en la que pudo trabajar a sus anchas, sin que nadie viera ni escuchara nada, y tras reventar cinco puertas que le permitían avanzar y escapar, 86 objetos y obras litúrgicas valorados entonces en más de 282.000 euros.

Al día siguiente, tras descubrir el robo, cundió el pánico en la catedral. La policía sí pudo deducir que, por las huellas, habían sido varios los ladrones; personas jóvenes, dijo la policía, capaces de descender por aquella cuerda que había quedado colgada de la ventana rota del ábside. Pese a que el personal de taquilla contó que días antes, como recogió la prensa, varias personas de “aspecto agitanado” habían visitado el museo y habían preguntado “cosas extrañas”, como si en el museo se habían robado piezas, la sombra apuntó directamente a Erik el Belga, que campaba por toda España con robos, antes y después, en localidades como Paredes de Nava, Baltanás, Tordesillas, Medina del Campo, Toro, Frómista, Villamediana, Castrojeriz. Y más cercanas, como Olot, Vall d’Aran, Artesa de Lleida, Martorell, Banyoles y Vilanova.

Confirmó la autoría, dos años después, mosén Salvador Ramon i Vinyes, subdirector del museo por entonces. “En 1982 recibió la visita de un marchante que le dijo que le parecía sospechoso un individuo de Sitges que intentaba colocar unas piezas. La descripción coincidía con Erik el Belga por lo que mosén Ramon avisó a la policía, que comenzó a vigilar al tristemente famoso ladrón que fue detenido el 28 de marzo”, cuenta Mata.

Arqueta litúrgica realizada en Génova en el siglo XVI de madera de ébano con 12 parejas de figuras mitológicas en hueso. Procede de Riudoms (Baix Camp) y no se recuperó tras el robo de 1980 de Erik el Belga.
Arqueta litúrgica realizada en Génova en el siglo XVI de madera de ébano con 12 parejas de figuras mitológicas en hueso. Procede de Riudoms (Baix Camp) y no se recuperó tras el robo de 1980 de Erik el Belga.Museu diocesà de Tarragona

Tras su detención se le atribuyó el robo de Tarragona en compañía de otro ciudadano belga, Gentil Alphonse Pennerwarert, de 28 años, que cuando fue detenido llevaba una documentación falsa que decía que era hermano de Erik el Belga. Este negó ser el autor, alegando que, a sus 40 años, no había podido descender por aquella cuerda. El fiscal, que le pedía diez años por el robo, explicó que parte del botín había salido rumbo a Bélgica mediante un camión de transporte internacional, mientras que otras se fueron a Valencia a casa de un anticuario. “Aquí se localizó la tabla de Sant Miquel, a la que se le había recortado la inscripción Sant Miquel ora pro nobis, para evitar ser identificada”, asegura Mata señalando la parte mutilada de la tabla, que tuvo que ser adquirida “ya que sus dueños la compraron ignorantes de su origen”.

Que mentía Erik el Belga quedó demostrado, cuando, tras alegar problemas de salud, fue llevado a un hospital donde poco después ató unas sábanas y se escapó por la ventana. En la calle, en pijama, paró un taxi para escapar, pero fue detenido a las pocas horas.

Cuando comenzó a colaborar con la justicia española comenzaron a retornar piezas que no había podido vender. De las de Tarragona solo volvieron 36 en marzo de 1984: la cruz y los soldados del Arca del Monumento, dos de las cruces procesionales, un relicario ostensorio de cobre del siglo XI y otro de plata, la custodia de plata del siglo XVI, tres incensarios, dos navetas, un cáliz gótico, dos píxides góticas, 19 portapaces y un plato petitorio.

La capilla del Corpus Christi de la catedral de Tarragona donde entró Erik el Belga. Enfrente la reja de metal que reventó y a la izquierda la segunda puerta que forzó para poder seguir robando.
La capilla del Corpus Christi de la catedral de Tarragona donde entró Erik el Belga. Enfrente la reja de metal que reventó y a la izquierda la segunda puerta que forzó para poder seguir robando.Museu Diocesà de Tarrago

Más tarde se recuperó la tabla de Sant Miquel y el retablo de Sant Bartomeu de Ulldemolins, cuando unos marchantes suizos lo intentaron subastar en Sotheby’s de Londres. “Erik el Belga había recortado y barnizado las tablas y se vendían como de Bohemia. Hubo que acabar comprándolo por un precio alto porque también los suizos lo compraron de buena fe”, explica Mata, que asegura que no ocurrió lo mismo con una cruz de cristal de roca para enterrar a los niños pequeños —albats— localizada en Holanda y que su dueña devolvía a cambio de la cantidad que había pagado por ella. “No quisieron pagarlo, fue un error, porque se le perdió la pista para siempre”.

El robo representó un antes y un después para el museo. “El arzobispo Josep Pont i Gol ya había advertido que instalaran alarmas, porque sabía de los robos de Erik el Belga, pero todas les parecían muy caras. El robo les hizo abrir los ojos y se empezó a tomar conciencia del valor de las piezas y se adoptaron medidas para que no volviera a ocurrir, realizando fichas rigurosas y buenas fotos”.

En cuanto a las piezas no recuperadas Mata, práctica, asegura: “Seguro que forman parte de colecciones privadas, como las cruces procesionales del siglo XIII y la arqueta italiana decorada con placas de marfil. Me consuela pensar que están bien cuidadas y que sus dueños son ajenos a su origen ilícito”. Pero también que “muchas de ellas acaban en museos y si se siguen hablando de ellas, igual suena la campana y se pueden recuperar. Sería fantástico”.

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José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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