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Así usa Instagram tu hija adolescente

La red de la imagen y lo instantáneo se ha instalado poderosamente entre los adolescentes hasta casi ser su único canal de comunicación. Este es un retrato (aproximado) de una usuaria

Miriam Persand

Me hice una cuenta en 2015. Estaba hablando con una amiga y me preguntó que si tenía insta, que me lo hiciese y tal. Así que la abrí”. Marisa tiene 13 años y casi 2.000 followers en Instagram. Es una adolescente normal, vive en una ciudad de provincias, saca buenas notas y tiene buena reputación. Como la mayoría de los chicos de su generación (y de casi todas las demás generaciones), vive pegada a su smartphone, con el que se acuesta y con el que se levanta. Su cuenta en la red social es “normal” y en ella postea “fotos que me gusten, con la mítica frase”. También es una maestra en las stories, los vídeos instantáneos y efímeros que Instagram adoptó de Snapchat, donde publica “lo que me da la gana, desde fotos con mis amigos o lo que estás comiendo, vídeos en los que alguien sale mal y nos reímos todos los amigos…Yo qué sé, comparto lo que me apetezca en cada momento”.

La rutina de Marisa comienza cuando se despierta. “En la cama cojo el móvil, miro si hay alguna historia importante que me perdí mientras dormía, algún direct, etcétera. A la cuenta normal casi nunca subo fotos, en plan cada dos semanas, uso más mi cuenta privada, que es donde solo me siguen mis amigos de confianza y puedo subir lo que quiera. La cuenta normal la uso para hablar y poco más”.

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La red de la imagen y lo instantáneo se ha instalado poderosamente entre los adolescentes hasta casi ser su único canal de comunicación. Instagram tiene 800 millones de usuarios únicos, 500 millones activos cada mes y más de 300 millones activos a diario. En EE UU, el 71% de los negocios tiene una cuenta. La adquisición por Facebook, en 2012, por 715 millones de dólares podría considerarse hoy una ganga, ya que Instagram rozará los 7.000 millones de dólares de facturación este año por publicidad.

¿A qué se debe este éxito de Instagram? El sociólogo experto en TIC [Tecnologías de la Información y la Comunicación] Albert García es miembro del observatorio Cibersomosaguas de la Universidad Complutense. Su grupo trabaja sobre estos temas financiado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Para García, “el diseño de las redes y sus aff ordances [aquello que te permiten o no hacer] condicionan los usos”.

Miriam Persand

Aunque Instagram sigue siendo una red de fotografía que premia la imagen, los vídeos cada vez están más presentes. Marisa sube vídeos una vez a la semana a stories, sabiendo que son efímeros y que se autodestruirán. “Queda por ver si stories ha venido para quedarse o es una moda pasajera, pero es cuanto menos interesante que en la era de lo indeleble, de la huella digital, la gente quiera hacer exposiciones con caducidad”, apunta García.

Marisa borra nueve de cada diez fotos. Su reputación es su propia cuenta. Su mantenimiento y ajuste es constante, limpiando fotos antiguas, eliminando a amigos pasados y dejando solo las fotos con más likes... “Limpiar la cuenta es más importante que limpiar tu cuarto”, asegura. “Aquí sí que entra la gente”. El sociólogo García coincide con ella. “La red social es un escaparate que define tu exposición pública y tu subjetividad. Por eso los adolescentes se preocupan tanto”.

García nos ayudará a analizar la semana que hemos pasado junto a Marisa y su Instagram, donde hemos identificado sus comportamientos más comunes. Veamos.

1. El postureo

“El otro día subí una foto mía mirando a la cámara con actitud y no han parado de llamarme fantasma y creída. ¡Y muchos ni me conocen!”, se queja Marisa.


Nuestro sociólogo señala que parece haber una tendencia hacia el cuestionamiento del llamado postureo. “Parece que el valor que se convierte en dominante en la nueva cultura de la exposición de la imagen es sacudirse el yugo del ‘estar siempre perfecto/a’ y tender hacia la exposición de la naturalidad. Es la recurrente idea de autenticidad basada en la exposición de lo espontáneo como lo más valorado, que transmite trasparencia, que te muestra cómo eres, sin trampas. Es un giro que han percibido en el observatorio en los códigos de comunicación por imagen en entornos como Instagram”, apostilla.


En Instagram aseguran que, como empresa, se están esforzando explícitamente para crear “bondad” en una plataforma con 800 millones de usuarios y presumen de combinar tecnología y ciencias sociales para atajar los problemas. “Sabemos que la línea entre el mundo en línea y el mundo real se está volviendo más borrosa. Los jóvenes, especialmente, no ven ninguna distinción en absoluto: es solo la vida”, señalan desde la plataforma.


Y añaden: “Durante los últimos nueve meses, Instagram ha reevaluado las prioridades, reasignado ingenieros e investigadores, y alineado a los equipos en torno a este objetivo. Hasta ahora, hemos desarrollado una serie de herramientas para hacer que nuestra comunidad sea más segura, como el filtrado de palabras clave, pantallas de sensibilidad y medidas de seguridad como la prevención del suicidio y los flujos de autolesiones”.


La compañía presume de sus campañas de sensibilización con etiquetas como #HereForYou, #PerfectlyMe y #KindComments [#AquíParaTi, #PerfectamenteYo y #ComentariosAmables], en las que celebran las redes de apoyo que están creciendo en Instagram y la fortaleza de las personas en estas comunidades que están construyendo una cultura de positividad.

2. Los 'selfies' con frases lapidarias

En la cuenta de Marisa y de todas sus amigas adolescentes, al igual que en las de muchos adultos, existe la tendencia a enmarcar un autorretrato con frases y máximas que parecen sacadas de libros de autoayuda. 


Una tendencia en la que cierta pseudoliteratura parece edulcorar el post y saca hierro al narcisismo mientras otorga un trasfondo filosófico a la propia exhibición. Marisa tiene su teoría. Dice que “una foto bonita siempre es mejor con una frase” y que, además, en su caso siempre son “frases escritas con intención para otra persona”, mensajes indirectos contados en abierto. Marisa las saca “casi todas” de canciones de grupos que le gustan.


El sociólogo García señala los códigos filosóficos que manejan los adolescentes desde siempre: “En mi época de instituto no había redes y ya la gente se pasaba libros de Paulo Coelho. Alguien incluso ponía tal o cual frase en una carpeta. Hoy se publica en Instagram. Sobre su vinculación con la ocultación del narcisismo o su edulcoración, puede ser interesante. Supongo que tiene que ver con la lógica de exigencia, sobre todo, a las adolescentes: tienes que estar bonita y presentable, pero no ser una carcasa vacía. Por eso tratan de darle un toque ‘intelectual’ a una foto sexy. Para no parecer superficiales. Es curiosa la esquizofrenia en la que se ven forzadas a vivir las adolescentes en estos nuevos universos de hiperexposición: estar siempre perfecta/que parezca natural/que no parezca que solo eres un cuerpo bonito”.

3. Fotos con besos y amor

Marisa conoce cómo funciona Instagram. Ha aprendido bien que una foto amable besando a una amiga es un criadero de likes.


La clave para el éxito, dice, es tratar de parecer lo más natural posible y lanzarla a una hora de mucha actividad. Y si la foto se toma en casa, en pijama, en un entorno tierno, mejor. Nuestro sociólogo cree que estas instantáneas contienen cierta “dimensión erótica” y suponen “la transición del postureo a la autenticidad”, lo que el profesor especialista en cultura digital Lev Manovich llama el modelo “casual”. Además de “la sobredimensión de lo positivo en las redes como efecto de su planteamiento como espacio social”.


“Parece que el propio funcionamiento de las redes (la caza del like, la exposición pública, etcétera) producen cierta tendencia a enfocar la positividad de la vida, la cara happy”. Un buenrollismo como disposición de vida que “tiende a cazar más likes que la posición del cenizo en hashtags como #diademierda o #mequieromorir”. Parece lógico pensar, insiste, que las redes, por su lógica de refuerzo positivo y de escaparate público “imiten a la prensa de societé en el rollo de mostrar siempre la cara bonita de la vida. Besos y amor vs odio o depresión”… Y relaciona esta tendencia como parte de la filosofía que más vende hoy en día, “las lógicas de la autoayuda que fomenta el capitalismo: oculta tus miserias, aunque sean reflejo de situaciones estructurales (soy pobre, estoy en paro…). Si estás deprimido es culpa tuya, no molestes a los demás con tus mierdas”.

4. ¿Soy una 'sexygramer'?

Marisa no tiene ningún problema por mostrar un primer plano de su vientre, una esquina de la boca comiendo fruta o una clavícula al contraluz.


También sabe que estas imágenes ponen de pie a la audiencia. No hay nada de qué escandalizarse si se acompaña de alguna frase que haga pensar y de un buen filtro fotográfico. Ella no se ve como una sexygramer, por supuesto.


El sociólogo Albert García cree que aquí hay demasiada alarma social y mucha exageración. “Mis primas ponen fotos todo el tiempo en Instagram con la menor cantidad posible de ropa”, apostilla. Este experto ve aquí “nuevos códigos de opresión del patriarcado” y apunta que si Marisa fuese un chico, “el efecto sería distinto”.


Además, recuerda el interesante debate dentro del feminismo sobre “la tensión entre empoderamiento femenino vs hipersexualización” que, “lamentablemente, no ha llegado a la mayor parte de las adolescentes que se ven obligadas a vivir esta existencia esquizoide”.

5. Miles de 'followers'

Aunque la cuenta de Marisa es privada, así se lo exigieron sus padres cuando se la abrió, hoy tiene casi 2.000 seguidores. Nada mal para una niña de 13 años con un círculo social reducido.


Sus amigas también tienen un capital de followers parecido. Marisa reconoce que acepta a todo el mundo y que así la popularidad se multiplica. ¿Está fallando algo en la cadena de privacidad o es un mal menor para capitalizar likes?


Marisa dice que sus seguidores, “o son amigos de amigos, o sé quienes son de vista, o porque sí”. Y añade: “El número de seguidores es importante pero no es por eso por lo que se acepta a la gente. Si dan mal rollo o así los bloqueas y ya”. García insiste en que el mecanismo de refuerzo positivo de los likes es un elemento de diseño de las redes que afecta a todos, adultos y adolescentes, y apunta a que los informes de la consultora Cocktail Analysis reflejan que los jóvenes son más conscientes que los adultos de las condiciones de privacidad, y que ese es uno de los motivos de su huida de Facebook y su migración a otras redes como Snapchat, donde no dejan huella: “La mayor parte de gente de más de 50 años que se mete en Facebook no tiene ni idea de las condiciones de privacidad y no las maneja. Creo, y esto no lo he medido, que los adolescentes saben un poco más de esto que los adultos”.

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