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La desafección política de la juventud en las elecciones europeas: “Mi voto no va a suponer un cambio”

Aunque las encuestas esperan una mayor participación, crecen las sensaciones de hastío político y hay hasta quien se cuestiona la legitimidad de la democracia

Ambiente de votación en el colegio electoral de la Escola Grevol del barrio del Poblenou de Barcelona en las elecciones catalanas de 2024. Foto: Massimiliano Minocri | Vídeo: PARLAMENTO EUROPEO

“No voy a votar porque creo que mi voto no va a suponer un cambio”. Habla Xairo Camaño, un vigués de 20 años que se encuentra en mitad de sus prácticas tras haber estudiado FP. No es el único. Entre el 6 y el 9 de junio se celebran las próximas elecciones europeas. Unos reivindican su importancia. Otros ni siquiera saben qué se vota. “No lo sabía hasta hace apenas dos semanas”, cuenta Henar de Torres, una fotógrafa de 26 años que dice sentirse “completamente saturada de información y de noticias”. Los datos reflejan que no es la excepción. Solo 3 de cada 10 entre los jóvenes entre 18 y 30 años sabe que habrá comicios. Según las últimas encuestas del eurobarómetro, un 68% de ellos irá a votar, frente al 77% estimado del total de los españoles. No es un porcentaje bajo respecto al resto de países europeos, pero el no entender cómo funcionan las instituciones de la UE y, sobre todo, que más de la mitad están decepcionados con sus representantes políticos causa que, como Xairo, apenas un 33% de ellos tiene claro que depositará su papeleta, según otra encuesta de Polétika en colaboración con Talento para el futuro.

Frente a estos datos, la Unión Europea es consciente de la necesidad de mover ficha con los votantes más jóvenes. Junto a su campaña #Ustatuvoto, lanzó hace dos semanas un emotivo documental sobre memoria histórica. Durante cuatro minutos en formato horizontal, enfrentan los testimonios de abuelos, supervivientes a la Segunda Guerra Mundial o de dictaduras a la atenta mirada de sus nietos.

“Cuando tienes 11 años y vives una guerra, quieres que la democracia esté viva”, cuenta Monique Maugas-Bauzou a EL PAÍS desde Bruselas el día de la presentación del documental. Su testimonio enmudeció a los medios allí convocados. Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial era solo una niña parisina. Su madre dio su vida por protegerla. “Mi madre se puso encima de mí y de mi hermana. No entendía lo que estaba pasando. Me agarraba muy fuerte y de repente dijo que le habían dado”, relata. “No hay tanta informacion sobre las guerras en Europa”, lamenta. En el vídeo, si bien hay menciones a la caída del muro de Berlín o del bloque soviético, se extraña algún testimonio español que hable de la Guerra Civil o de la dictadura franquista.

“Aun puede ser real que pase otra guerra”, recuerda sentada en su silla de ruedas, acompañada de su nieto. “La democracia no está garantizada. Hay que reforzar la memoria histórica en las escuelas y enseñar a los jóvenes que puede desaparecer”, cuenta Franco Pedercini a EL PAÍS desde Bruselas. Este anciano italiana, también presente en la proteyección del documental, nació en 1944, cuando la guerra estaba acabando. “Viví la posguerra y una Europa destruida. Tuvimos que aprender a sobrevivir”.

Una figura “difusa”

Pero, ¿llega este documental a los jóvenes? Si un 70% no sabe que hay elecciones, la publicidad no funciona como debería. “La UE tiene una fundación de unión que le obliga a legitimarse, pero para los jóvenes el discurso puede quedar corto. La Segunda Guerra Mundial y las posguerras quedan lejanas”, valora Fabio Lupato, profesor de Teoría de la democracia, partidos y sistema de partidos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Para él, el documental está bien hecho en cuanto al sentimiento que transmite, pero critica su narrativa. “Un vídeo de cuatro minutos en horizontal para que lo vean los jóvenes queda, como poco, raro”, y señala que deberían haber apostado por un formato o más largo o, en cambio, “vertical a base de pequeñas píldoras [como el estilo de TikTok o Instagram]”.

Según las encuestas, la mayoría —un 65%— de los jóvenes españoles se sienten europeos y cómodos con la UE. “Soy consciente de la cantidad de beneficios o privilegios que supone pertenecer a la Unión Europea y estar de alguna manera bajo un paraguas”, reconoce Henar de Torres. La cuestión no va de euroescepticismo. “Se da por hecho el moverte libremente por un continente, el factor sociocultural de la misma moneda, el Erasmus o hasta trabajar”, enumera Lupato. “La idea abstracta de Europa seduce a los jóvenes, pero la figura de la Unión Europea les resulta difusa, lejana y con un funcionamiento difícil de entender”, considera Belén Agüero, investigadora a cargo del análisis y miembro de la plataforma Poletika.

La abstención se da más por hastío y desconfianza en la política que por pasotismo de la juventud, indican los expertos consultados. “Siento desconfianza hacia las instituciones europeas y en general”, dice Xairo Caamaño. “Puede ser que tengan un programa para las elecciones, pero se sabe que siempre de una manera u otra no cumplen lo que proponen”. Eso sí, ambos jóvenes son conscientes de la capacidad transformadora que puede tener la política. “Me siento abandonado por la política. Aunque haya partidos de diferentes ideologías, acaban condicionados por las empresas o por diferentes intereses”. El sentimiento de Xairo es común. Hasta un 65% de la juventud de entre 18 y 30 años se siente decepcionada por sus representantes. En las últimas europeas de 2019, solo seis personas menores de 30 años ―de un total de 705 entre los 27 paises― fueron elegidas como representantes ante la Asamblea de la Unión Europea.

¿Por qué esa sensación de desamparo? “Se habla mucho de las pensiones en el debate, pero se legisla poco sobre desempleo juvenil, tardía emancipación o el precio de la vivienda, que son problemas que afectan más a los jóvenes”, explica Lupato por teléfono. La natalidad cae cada año y eso es clave. “Son menos y esto implica menos fuerza electoral”, continúa el experto. “Aunque el voto de la UE se perciba como menos importante’ por no elegir un presidente directo, estas dinámicas trascienden más allá de la UE, pero se ve afectada por ello y es normal que se preocupen”.

Como Caamaño, hasta un 35% de los encuestados en el informe de Poletika creen que su voto es inútil. ¿Lo es? “Aquí soy crítico. Puede servir un poco, pero no mucho. Dependiendo que gobierno tengas. El gobierno nacional es lo que más influye en la UE al fin y al cabo”, opina Lupato, pero alerta: “La extrema derecha en el parlamento europeo puede hacer un viraje hacia tener una institución más ultraderecheizada”

La dictadura: ¿una posibilidad?

En todo lo que envuelve al hastío, hay un dato que destaca sobre el resto. El CIS catalán reveló hace unas semanas que los jóvenes de entre 16 y 24 años son los ciudadanos más dispuestos a renunciar a vivir en un país gobernado democráticamente si a cambio se les garantizase un nivel de vida adecuado a sus intereses. Y los partidos de extrema derecha, que suelen buscar reducir en derechos y libertades, continúan su auge en Europa. ¿Seduce la dictadura?

“Estaría dispuesto a que cambiase la democracia por una dictadura si esto implica una mejora socioeconómica o en cuanto a la facilidad de tener un puesto de trabajo. No una dictadura como la de años atrás, pero si mejorase nuestras condiciones y respetase nuestras libertades no tendría dudas”, responde Caamaño.

Pero todo tiene varios puntos de vista. “Existe la idea de que a los jóvenes les importa menos la democracia. Lo que sí que muestra es que uno puede ser crítico con la democracia, no porque te parezca mal, sino porque quieras una más real o más desarrollada”, puntualiza Lupato en este sentido. Para él, la desafección está más enfocada al partido tradicional que a la política. “Los jóvenes siguen involucrándose políticamente a través de movimientos sociales y ONGs”. Y ejemplifica su afirmación con las acampadas universitarias en defensa de Palestina, que no están organizadas por ningún partido político. Pasa igual con el apoyo a los organismos europeos, señala: “Puedes apoyar la UE como concepto, pero ir en contra de sus políticas concretas. Pasó mucho hace unos 10 años”. Para la parisina Maugas Bauzou, el problema es de la generación del baby boom: “No supieron trasladarle a sus hijos lo que nos costó conseguir la democracia o los derechos”.

Valores básicos y abstención

La juventud tiene cinco valores básicos, según las encuestas ya citadas: igualdad, garantía de derechos y libertades, justicia social, libertad y justicia. Para las mujeres, el más importante es la igualdad y se consideran más progresistas que los hombres. De Torres, aunque no votará en las elecciones europeas, sabe que no quiere una dictadura. “No me puedo ver existiendo en un régimen que no sea democrático. Soy mujer y vivo rodeada de personas del colectivo LGTB, por mucha seguridad que pudieran dar en el lado económico, una dictadura viene ligada a una pérdida de libertades con las que no estoy dispuesta a pagar”, responde al planteárselo. Pero en cómo funciona la democracia, si realmente sirve para empoderar a las personas, tiene sus dudas: “Me parece que confío un poco de manera forzosa por no terminar de perder la esperanza de que hay gente preocupada por intentar hacer las cosas bien”.

El problema, dicen los expertos, es que a veces se dan las cosas por sentadas. “Existe la desafección respecto al sistema democrático. Siempre se había estudiado cómo se consolidan las democracia, pero se estudia menos como se desconsolidan”, opina Lupato. Pero el discurso debe ir más allá de frenar al “monstruo” de la ultraderecha, añade. “Soy consciente de mi hipocresía por no actuar y poner mi grano de arena en pararlo pero también pienso que lo que hace falta es mucho más que bloquear este tipo de ideologías en las urnas y que debería emplearse mucho más tiempo y energía en entender por qué esta pasando esto y arreglar el problema de raíz a través de la educación, dentro y fuera de las aulas”, opina De Torres.

Entre todas las listas que se presentan a las elecciones europeas, el partido más votado será el de la abstención. “Los partidos políticos deben responsabilizarse también de los problemas de la juventud”, dice Lupato, pero subrayando su capacidad organizativa. “En la escuela es esencial enseñar a los jóvenes a conquistar los derechos, no solo hace falta quererlos”, opina Pedercini, levanta su brazo derecho y apunta con el índice hacia arriba con un fuerte acento milanés. Para él, es vital aprender a entenderse y que venza el sentido común para conseguir avances. “La alternativa es autodestruirnos”.

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