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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un Gobierno de quedada

Moncloa nos enseña esa foto porque no parecen unos ministros, sino una pandilla de amigos que se junta en una casa rural, y quiere transmitir sobre todo una cosa: complicidad

De izquierda a derecha, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; Juan Carlos Campo (Justicia); Margarita Robles (Defensa); Manuel Castells (Universidades); Alberto Garzón (Consumo); Luis Planas (Agricultura); Irene Montero (Igualdad); José Luis Ábalos (Transporte); Nadia Calviño (vicepresidenta, Economía); Arancha González Laya (Exteriores); Carmen Calvo (vicepresidenta primera); Reyes Maroto (Industria); Pedro Sánchez; detrás de Sánchez, medio tapado, José Luis Escrivá (Seguridad Social); Pablo Iglesias (vicepresidente segundo); José Manuel Rodríguez Uribes (Cultura); Teresa Ribera (vicepresidenta, Transición Ecológica); Isabel Celáa (Educación); Fernando Grande-Marlaska (Interior); María Jesús Montero (Hacienda y portavoz del Gobierno); Salvador Illa (Sanidad); Carolina Darias (Política Territorial) y Pedro Duque (Ciencia).
De izquierda a derecha, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; Juan Carlos Campo (Justicia); Margarita Robles (Defensa); Manuel Castells (Universidades); Alberto Garzón (Consumo); Luis Planas (Agricultura); Irene Montero (Igualdad); José Luis Ábalos (Transporte); Nadia Calviño (vicepresidenta, Economía); Arancha González Laya (Exteriores); Carmen Calvo (vicepresidenta primera); Reyes Maroto (Industria); Pedro Sánchez; detrás de Sánchez, medio tapado, José Luis Escrivá (Seguridad Social); Pablo Iglesias (vicepresidente segundo); José Manuel Rodríguez Uribes (Cultura); Teresa Ribera (vicepresidenta, Transición Ecológica); Isabel Celáa (Educación); Fernando Grande-Marlaska (Interior); María Jesús Montero (Hacienda y portavoz del Gobierno); Salvador Illa (Sanidad); Carolina Darias (Política Territorial) y Pedro Duque (Ciencia).La Moncloa
Íñigo Domínguez

La foto de grupo que ha divulgado Moncloa del encuentro del Gobierno en una finca de Toledo dice muchas cosas, y para eso nos la han enseñado, como si toda España fuera un grupo de WhatsApp. No piensas en unos ministros, sino en una pandilla de amigos que se juntan para un cocido o en una casa rural. Quiere denotar sobre todo una cosa: complicidad. No es algo casual, sino la madre del cordero en este incierto primer Ejecutivo de coalición con personas que hace no mucho se han llamado de todo. También transmite un estilo, vienen a decir que son gente normal, aunque sean políticos. El PP quizá habría hecho algo en un parador o en un castillo y hubieran ido todos más iguales, son más de uniforme, con menos margen para la inventiva en el vestuario. Barbour, rollo tirolés, y más aún en el campo, y habría fijo tres o cuatro jerséis anudados al cuello como única concesión a la informalidad. Los de Vox tal vez hubieran montado una cacería o un tiro al pichón, con un polígono aparte para Ortega Smith.

Lo curioso de la imagen es que si a un marciano recién aterrizado se le preguntara quién es ahí el jefe señalaría sin dudar a Pedro Sánchez. Porque es el más alto, el más adelantado, el más sonriente, el más centrado, tiene algo de capitán del equipo. Le falta el balón o el frisbee, y se nota que es el que nada más hacerse la foto dirá a los demás lo que hay que hacer, una pachanga o solteros contra casados. Iglesias, que podría pasar por el guardés, parece a punto de sacar la armónica y el que sabe cómo encender el fuego. Hay un aire de reunión familiar, o de antiguos alumnos, y una satisfacción general de que a todos esto les ha parecido una idea estupenda.

Cualquier español pilla al vuelo la idea, la foto le dice cosas. Las pintas son como en una oficina el sábado, que puedes ir más informal, total ese día no te ve nadie y se hace grupete. Además, estos fines de semana con gente tienen algo especial, evocan las acampadas juveniles y el retorno a la autenticidad perdida. Hay grandes filmes sobre esto, como Reencuentro (1983), de Kasdan, o su versión británica de los noventa, Los amigos de Peter (1992), que podría ser un buen título para hoy si no estuviera mal visto en periodismo tirar de nombres de películas.

La finca también tiene tradición en el subconsciente español, es inevitable pensar en La escopeta nacional (1978) y una vez más echamos de menos a Berlanga, que se estaría ya inventando toda una comedia de enredo entre socialistas y podemitas que transcurre este fin de semana, con Torra por ahí intentando vender unos porteros automáticos. La Constitución, por otro lado, salió con un retiro en el parador de Gredos, y casualidad o no, las fotos interiores del día, del gabinete de Sánchez en torno a una mesa, tienen cierto parecido.

No es la primera vez que Sánchez hace esto. En 2018 ya se llevó a su primer Gobierno a la misma finca, pero la foto fue distinta y es interesante el juego de las diferencias. Además de que entonces era un 31 de agosto y no se enteró nadie, entre las vacaciones o la depresión de volver de ellas, el rincón elegido para la instantánea era otro. Se veía una casa bonita y señorial, daba más sensación de que ahí había dinero, y todo tenía un aire más pijo, con mucha prenda blanca y todos más morenos. Más institucional, con más posado, muy poco mezclados. La foto de hoy es invernal, el edificio del fondo parece de convivencia del colegio y el clima es de un grupo que son más colegas, más desenfadados, y una cosa más improvisada. Con este efecto merienda, a nadie de Unidas Podemos le puede parecer algo de casta, si acaso pequeñoburguesa, pero es un concepto tan trasnochado que ni siquiera ellos lo usan. Con todo, del otro lado el resultado es dudoso, para los de derechas es justo el tipo de ocurrencias de los progres para caer simpáticos, con ese afán enfermizo de naturalidad y sentimentalismo, que les pone de los nervios.

No es un Gobierno, es un grupo de viejos amigos de quedada, o eso nos quieren hacer creer. O una nueva pandilla que desde este día inolvidable quedará unida para siempre, quedándose hasta muy tarde mirando las estrellas y diciéndoselo todo. Quién sabe si hasta se cogerán un pedo juntos, para lograr ese vínculo imborrable que te una a gente con la que una vez caminaste a cuatro patas. La idea, lo comprendemos todos, es volver luego y no discutir nunca más delante de los demás, el resto de españoles en este caso. También conocerse, y qué menos, si no hay ni una redacción donde todos se sepan ya los nombres de los 23 ministros. Es el equivalente de entretiempo a la cena de empresa de Navidad, donde se habla más en una noche con un compañero que en cuatro años, que es con suerte lo que queda por delante. Esta foto se la pondrán en la mesilla cuando tengan ganas de montar un pollo con el socio de Gobierno o tuitear una maldad contra el partido contrario. Cómo te vas a meter con alguien que contaba unos chistes tan buenos y tenía whisky escondido en la habitación. Amigos para siempre, aunque precisamente con esos las traiciones son las más dolorosas.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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