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Rifaat el Asad, proscrito en Damasco, encausado en Europa

El tío del presidente de Siria lleva más de tres décadas en el exilio y se ha enfrentado a su sobrino

Juan Carlos Sanz
Rifaat el Asad, en 1984 en Siria.
Rifaat el Asad, en 1984 en Siria.GETTY

El hermano menor de Hafez el Asad, el presidente que estableció la actual dinastía baazista en el poder en Damasco, lleva más de dos décadas sin pisar Siria. Rifaat el Asad, de 82 años, se enfrentó con sectores rivales del Ejército durante una intentona incruenta en la carrera por la sucesión del patriarca del clan. Fue forzado a exiliarse en Europa en 1984, aunque mantuvo durante tres lustros un título honorífico de vicepresidente que le otorgaba protección diplomática. Aunque regresó ocasionalmente a su país, Damasco le considera un proscrito sin retorno desde 1998.

El régimen de Hafez el Asad, aliado de la extinta Unión Soviética, nunca pareció ver con buenos ojos su deriva prooccidental. Sus numerosos detractores le han acusado desde entonces de mantener una supuesta proximidad con los servicios de inteligencia estadounidenses, saudíes e israelíes. En 1999, poco antes del fallecimiento de su hermano, toda su red de influencia fue desarticulada por los servicios de seguridad sirios, que detuvieron a casi todos sus partidarios.

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Nacido en la provincia alauí (rama del islam próxima a los chiíes) de Lataquia, en la costa Mediterránea, Rifaat el Asad escaló posiciones en el Ejército, primero, y el Gobierno, después, a la sombra de su hermano, que había sido encumbrado al poder por un golpe militar de 1971. Como jefe de las denominadas Brigadas de Defensa —un ejército paralelo dotado de 50.000 milicianos apoyados por blindados y helicópteros— estuvo al frente de todo un contrapoder al Gobierno. Sus fuerzas participaron en la matanza de Hama, ordenada por el presidente. Entre 20.000 y 40.000 personas, en su mayoría musulmanes suníes, murieron al ser aplastada la rebelión encabezada por los Hermanos Musulmanes en esa ciudad del centro de Siria.

El control de un gran entramado de empresas comerciales al servicio de las Brigadas de Defensa puede haber estado en el origen de la fortuna que Rifaat el Asad se llevó al exilio junto con sus cuatro esposas, 16 hijos y 40 guardaespaldas. Se afincó primero a orillas del lago Leman, cerca de Ginebra, pero las autoridades suizas le retiraron pronto el permiso de residencia. Se instaló después con gran lujo en París, donde adquirió decenas de inmuebles en zonas exclusivas como la avenida Foch. La justicia francesa fue la primera en encausarlo en 2016 por blanqueo de fondos procedentes del expolio de las arcas públicas sirias, según una investigación de la organización Transparencia Internacional.

La Audiencia Nacional se hace cargo ahora de las acusaciones en su contra por el blanqueo más de 600 millones de euros mediante la adquisición de propiedades en España. Su presencia en la Costa del Sol, que ha alternado con estancias en Francia y el Reino Unido, ha desatado todo tipo de incidentes de seguridad, en particular por la actuación de su guardia pretoriana de escoltas.

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El enfrentamiento con Bachar por el poder en el clan El Asad ya provocó un altercado diplomático entre Damasco y Madrid en 2000, cuando Rifaat se reivindicó desde el destierro en España como único sucesor de su recién fallecido hermano y negó toda legitimidad a su sobrino, a quien consideraba incapacitado para el cargo. Una década más tarde, en pleno estallido de la guerra civil en Siria, pronosticaba a través de la BBC un negro futuro para su sobrino: “No podrá mantenerse en el poder, la violencia es demasiado intensa y sus días están contados”. Después de cerca de nueve años de sangriento conflicto, sus augurios están lejos de haberse cumplido. A pesar de su implicación en la matanza de Hama, Rifaat el Asad intentó acercase en 2013 a la oposición siria, de la mano de diplomáticos rusos, en una de las fallidas rondas de negociaciones de paz auspiciadas por la ONU en Ginebra.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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