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España se juega su gobernabilidad

Los ciudadanos votan sin garantías de lograr la estabilidad perdida hace cuatro años

Anabel Díez

Los españoles convocados este domingo a las urnas componen el mayor número de electores de la historia de la democracia: 37 millones. En juego está salir del parón político e institucional provocado por la ausencia de mayorías parlamentarias —y la incapacidad de los partidos para entenderse— que se arrastra desde 2015. Estas elecciones generales son las cuartas en cuatro años, otro récord. Diversos interlocutores políticos reconocen en privado que el país se enfrenta a una suerte de “emergencia nacional”.

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España sigue creciendo por encima de la media europea. Pero ya nadie cuestiona que la desaceleración ha llegado. Un dato reciente: la Comisión Europea acaba de rebajar las previsiones de crecimiento a un 1,9%. Y la última encuesta de población activa dejó claro que el mercado laboral se enfría: la creación de empleo vuelve a registros de 2012. Mientras, la crisis catalana ha ganado revoluciones con la sentencia del procés en octubre y, hoy por hoy, el diálogo entre Administraciones parece cortocircuitado.

Las encuestas prevén un Congreso de los Diputados más fragmentado incluso que el surgido de las urnas el 28 de abril. Entonces el PSOE obtuvo 123 escaños, el PP, 66, Ciudadanos llegó a los 57, Unidas Podemos se quedó en los 42 y Vox irrumpió con 24. En estos casi seis meses la situación, según todos los sondeos publicados, ha cambiado: la distancia entre el bloque de derechas y el de izquierda parece haberse reducido. Otro factor que repiten las encuestas es el del probable ascenso de la ultraderecha: hoy, a medianoche, con el voto escrutado, se sabrá hasta dónde llega ese anunciado crecimiento, alimentado por su mensaje ultranacionalista y proteccionista.

La participación será clave. Una desmovilización de la izquierda, desmoralizada tras ver fracasar un acuerdo entre PSOE y Podemos, podía hacer subir aún más a PP y Vox. El dato definitivo del voto por correo, que ha caído un 26,73% respecto a abril, parece afianzar ese temor. Sin embargo, los expertos creen que la participación no será mucho menor que hace seis meses, cuando rozó el 76%.

Los mensajes de los partidos en la campaña no invitan precisamente a tener esperanza en el diálogo: las tres fuerzas de la derecha y el PSOE tienen los puentes rotos. En la izquierda, Unidas Podemos aumenta sus exigencias a los socialistas para darles su apoyo. Más País, el partido de Íñigo Errejón, más favorable al pacto, tiene pocas expectativas de influencia. Además, la CUP entrará previsiblemente en el Congreso “para bloquear”.

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ahora sí está dispuesto a poner sus escaños en favor de una solución pactada. El problema es que sus efectivos pueden ser insuficientes, cuando no irrelevantes, siempre según los sondeos. Quedará muy lejos de esos 180 escaños que hubiera sumado con los 123 del PSOE en las elecciones de abril.

De cualquier manera, lo de una mayoría absoluta, holgada y sólida, pasó a la historia. Pablo Casado se enfrenta a un dilema: la idea de Rivera de que Ciudadanos y PP faciliten la investidura de Pedro Sánchez si es el PSOE es el partido más votado le coloca ante el temor de que ese paso dispare aún más a Vox. Solo la distancia que le separe hoy de la formación de Abascal determinará si hay alguna posibilidad de que el PP sea el factor de desbloqueo.

Este es el marco que quiere propiciar el PSOE. Si gana, que le dejen gobernar. Ya está decidido que ese planteamiento lo tendrán los partidos por escrito el mismo martes y con textos diferentes. A cada uno le pedirá el sí o la abstención por razones diferentes. No será fácil. Por ejemplo, si algo se ha puesto de manifiesto en esta campaña es el aumento de la distancia entre los socialistas y Podemos. Los primeros han hecho una apuesta arriesgada al dirigirse mucho más al centro-izquierda que al potencial electorado de la formación de Pablo Iglesias. El convencimiento de Sánchez de que puede obtener mayor ganancia en la franja central le lleva a marcar y remarcar sus diferencias con Podemos. Si esta formación insiste en que su única opción es compartir Gobierno y ya sin exclusiones, con Iglesias en el Consejo de Ministros, no se vislumbra acuerdo alguno.

Tampoco quiere Sánchez la ayuda de los partidos independentistas. El rechazo es mutuo. Otra opción es el apoyo de Cs y de PP mediante la abstención, como hizo el PSOE en 2016. Con ello Sánchez llama a romper los bloques ideológicos.

Donde hay muy pocas dudas es en el otro lado: si PP, Vox y Cs suman mayoría para la investidura, esta se producirá. Tardarán dos o tres semanas, pero el pacto se hará, reconocen en estas formaciones. No es la suma que prevén los estudios preelectorales, pero nada está escrito. Sí lo está el combate identitario que ha envuelto la campaña. Todos los partidos han sucumbido a dar su visión sobre el ser español. A la manera de Miguel de Unamuno, a todos les duele España.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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