Desalojada por unos okupas después de 94 años
Una anciana de Bizkaia descubre que una familia con una largo historial de okupaciones se ha instalado en su vivienda después de cambiar la cerradura
Se llama Victoria de Castro, tiene 94 años y un enorme disgusto. Cuando esta semana regresó a su casa, después de pasar unos días con los suyos, se encontró dentro una familia que no conocía. Victoria, que se puede decir que nació en esa parcela, en el número 66 del Grupo Progreso, en la parte alta de Portugalete (Bizkaia), no entiende por qué le han quitado su casa. Vitori, como le llaman sus vecinos, no tiene ni idea de cuál es la diferencia entre allanamiento de morada y okupación. Lo que sí sabe es que ahora, en su cama, en su baño, en su sala de estar y en su huerta hay una gente a la que no conoce y a la que la ley, de momento, protege.
Los que sí saben la diferencia entre allanar y okupar son sus inesperados inquilinos. "Son profesionales de esto", explica un vecino que recuerda que es la tercera casa que se okupa en la zona. Lo hacen con niños pequeños para que no les puedan echar y si los propietarios tienen dinero negocian con ellos su salida a cambio de una cantidad. "Son unos profesionales", repite el vecino. Estos okupas profesionales vigilan y cuando ven que el propietario sale de la casa con maletas entran... y empieza el problema. En algunos casos la respuesta a las quejas de los propietarios puede ser violenta: "Cuando varios vecinos increpamos el miércoles pasado a una chica de unos 20 años que salió de la casa, primero simuló que nos hacía un calvo y luego nos amenazó con un cúter", recuerda este vecino.
Victoria, soltera y sin hijos, fue a visitar a su hermana —que padece algunos problemas de salud, tanto de movilidad como de vista y tiene 97 años— durante unos días. Pero la vuelta se le ha complicado, no sabe hasta cuándo, porque la vista para resolver la denuncia interpuesta se ha convocado para el próximo 20 de noviembre. "No me dejan ni coger la ropa", dijo la mujer el miércoles a sus vecinos después de rogar a los okupas que le permitieran entrar. Este jueves, a media tarde, se manifestará juntos con sus amigos y amigas del barrio en protesta por lo que considera un grave error. "A mí no se me ocurre entrar en casa de nadie", explicaba este jueves Joaquín, otro jubilado que vive cinco portales más arriba y que lamenta profundamente lo que está pasando.
Las casas del Grupo Progreso son de dos pisos. De aquellas que en muchas localidades se llamaban las casas baratas y que en otras construyeron los vecinos con el material que proporcionaba en la posguerra el Patronato Francisco Franco. En un aparcamiento próximo, un mercadillo de ropa, comida y paraguas eleva el nivel de decibelios de la zona. Y de vez en cuando un niño asoma por la ventana del piso superior de la casa de Victoria. En la parte alta de Portugalete decenas de personas pasan por el número 66 para mostrar su indignación contra la familia okupa y su solidaridad con la desalojada.
La casa en la que vivía es su vida, su pasado y su presente, y allí están sus recuerdos. Bueno, estaban. La familia que ha ocupado su casa ha acumulado muchos de sus enseres en la pequeña huerta que hay junto a la casa. Están amontonados, de mala manera, dentro de bolsas de basura y de supermercado, a la intemperie. "Dan ganas de romper la puerta y echarles a patadas", asegura María del Carmen Fernández, una amiga de Victoria, con poca movilidad y de edad parecida. Está muy enfadada, como el resto de la gente que desde primera hora de la mañana se reúne ante la puerta y se solidariza con ella, simplemente con su presencia. "Tendríamos que entrar cinco mujeres y echarlos si hace falta a ostias" repite indignada María del Carmen, apoyada en su andador con ruedas que la ayuda a moverse a modo de tacataca.
Victoria fue sincera y contó a los agentes que había salido unos días a visitar a su hermana. Por eso, su denuncia se está tramitando por okupación, lo cual alarga los plazos del posible desalojo de los intrusos. Nadie le aconsejó que, dadas las circunstancias del caso y su edad, diera otra versión de lo sucedido, por ejemplo, que había salido a comprar un rato. Entonces su denuncia se habría tramitado por allanamiento de morada, lo que acelera los plazos para la resolución. Quizá entonces su caso ya estuviera resuelto.
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