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Elecciones generales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Votos y discursos

Las campañas empiezan el mismo día que acaban las elecciones

Pedro Sánchez, con su esposa Begoña Gómez, durante su discurso a los simpatizantes este domingo en Ferraz. En vídeo, las reacciones de los líderes políticos tras los resultados del 28A.Vídeo: ANDREA COMAS (AP) / QUALITY
Antoni Gutiérrez-Rubí

Las noches electorales tienen su ritual. Uno de ellos son los discursos de los rivales y las pistas que podemos deducir de sus palabras, gestos y escenificaciones. Las campañas empiezan el mismo día que acaban las elecciones. Esta noche electoral nos deja varias claves sobre el futuro.

PSOE. Las palabras de Sánchez han sido más un diálogo de rockstar con los militantes y simpatizantes que le vitoreaban y proclamaban consignas, que una intervención dirigida al conjunto de los españoles. Hay cambio de balcón: de Génova a Ferraz. Si decía que había ganado el futuro y perdido el pasado, los militantes le contestaban “con Rivera, ¡no!” o “¡no pasarán!”. Si reivindicaba al PSOE por la victoria (tras once años de no hacerlo) y por dar un mensaje claro a la socialdemocracia europea, le espoleaban con un “sí, se puede” y “no es no”.

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Rodeado de mujeres líderes como la presidenta del PSOE, la vicepresidenta del Gobierno, la vicesecretaria general del partido y acompañado de su esposa, Sánchez ha recordado a la imagen del ganador de las primarias socialistas (camisa blanca arremangada, micrófono en mano). “No vamos a poner cordones sanitarios” ha sido un mensaje encriptado y calculadamente ambiguo en una noche en la que, cautamente, no ha pronunciado la palabra izquierda.

PP. Casado, a pesar de asegurar que este partido está preparado para las “duras y a las maduras” ha mostrado el rostro de la derrota con toda su crudeza. Su cuerpo y su rostro han hablado más que sus breves palabras. Rodeado de hombres tristes —y que parecían más grises de lo que son— ha transmitido una imagen de resignación, buscando la culpa en la fragmentación electoral de las derechas.

El lema de campaña era un contrasentido inoportuno en esta intervención: Valor seguro era el rótulo del atril, en una desangelada sala de prensa. Vaya duro e involuntario sarcasmo. El resultado final es una enmienda a la totalidad de su liderazgo, de su estrategia electoral y de su proyecto de aznarismo renovado. El PP ha perdido 4 millones de votos y 70 escaños, sin representación en Euskadi y casi desparecido en Cataluña.

Ciudadanos. Rivera presenta su candidatura a ser primero líder del centro derecha y luego líder de la oposición. Los debates le han dado un tono competitivo y pugilístico que ha contrastado con el liderazgo bisoño de Casado. “Una mala noticia: el Gobierno de Sánchez e Iglesias con el apoyo de los independentistas. Y una buena: hay un proyecto ganador y de futuro (Ciudadanos) que ha crecido un 80% en escaños”.

Rivera, relajado y optimista, se lanza a por los restos del naufragio del PP y se ofrece como la “casa común del proyecto del centro derecha” y como la “esperanza del futuro”. Rivera ha crecido y se siente legitimado para prometer que “mas pronto que tarde vamos a gobernar”. No ha hablado de ser presidente… quizás calculando opciones a medio plazo.

Unidas Podemos. La intervención de Iglesias ha mantenido el tono moderado, pausado y ordenado que ha mostrado en los debates. Ha reivindicado, con claridad, un “Gobierno de coalición de izquierdas” que responda a las demandas de las mayorías sociales. Ha sido hábil al relativizar los objetivos maximalistas: “No hemos venido a vencer, sino a convencer. No hemos venido a ganar, sino a sumar”. Ha reivindicado la paciencia y la prudencia para que las conversaciones y negociaciones sobre el próximo Gobierno culminen con éxito.

Ha aprendido de los errores de sobreactuación y soberbia anteriores. Hay más humildad, sin demasiada autocrítica, al reconocer que es un resultado “suficiente” para conseguir los objetivos políticos de frenar a las derechas y conseguir un Gobierno de coalición. Iglesias ha perdido brillo y pasión militante, pero ha ganado solvencia e imagen pragmática.

Vox. Abascal ha aprovechado la primera intervención de los grandes líderes electorales para hacer una extensa y calculada exposición. En una intervención más moderada que el tono general de su campaña, ha lanzado su marca política al grito de “la resistencia ya está en el Congreso”. Con una escenografía más azul que verde (en el vestuario, en la iluminación y en la rotulación), Vox ha mostrado su voracidad por el espacio de la derecha sociológica dura y por los restos del naufragio del PP.

Fustigando de nuevo con el concepto de “derechitas cobardes” ha prometido una voz firme “sin caer en la complacencia”. Abascal irrumpe, pero no desborda. Avanza, pero no genera cambios de mayorías. Promete reconquista, pero está lejos de garantizarla. “Tendemos que esperar” ha contestado a sus acólitos cuando le gritaban “¡presidente, presidente!”. Tenía razón el experimentado Sánchez: estas elecciones han sido unas primarias de las derechas.

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