¿Por qué es tan difícil saber quién irá a votar?
Hay dos motivos muy humanos para explicarlo: que las personas somos optimistas en exceso y que nos gusta quedar bien
Predecir el resultado de las elecciones seguiría siendo difícil aunque supiésemos con certeza a qué partido quieren votar los 36 millones de electores: aún tendríamos que adivinar quién irá a votar.
Ahora mismo, los encuestadores estiman que el 28 de abril votará alrededor del 69% o 70% del electorado. Sería una participación mayor que en 2016 (66,5%), menor que en 2015 (70%) y parecida a 2011 (69%). Pero no podemos confiar ciegamente en ese pronóstico porque en el pasado no fueron muy buenos. En 2015 muchos encuestadores esperaban una participación cercana al 75%, que no se produjo ni de lejos. En 2016 acertamos al anticipar que iba a bajar, pero nos quedamos cortos.
¿Por qué es tan difícil saber si una persona irá a votar? Hay dos motivos muy humanos para explicarlo.
El primero es que las personas somos optimistas. Es un sesgo arraigado en nuestro cerebro: las personas nos sobrevaloramos. Se ha observado en muchos experimentos que exageramos el control que tenemos sobre las circunstancias. Sentimos que si queremos ir a votar, lo haremos. Pero luego “pasan cosas”: te surge un imprevisto, te proponen algo mejor o tu madre se lleva el coche.
La segunda razón es que las personas preferimos quedar bien. La mayoría de españoles dice que “votar es una obligación cívica” —según datos del CIS— y que “hay que votar siempre”. Así que no es raro que todos inflemos un poco la probabilidad que tenemos de votar, aunque en el fondo no estemos convencidos.
Estas dificultades suceden en todos los países, y por eso los mejores encuestadores usan modelos estadísticos para predecir la participación. En EE UU es habitual preguntar a los votantes si les interesa la campaña e incluso ponerlos a prueba con cuestiones factuales: “¿Estás registrado?” “¿Sabes dónde hay que votar?”. También se usan perfiles sociodemográficos para tener en cuenta, por ejemplo, que los jóvenes votan menos. Pero lo más útil suele ser conocer el pasado de cada entrevistado: la mejor pista de que alguien no votará es saber que no votó hace cuatro años.
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