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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casado asume la peor tradición del PP

El líder compra una de las mayores falacias de José María Aznar: que no dialogó con ETA

Luis R. Aizpeolea
El presidente del PP, Pablo Casado, pasea por un mercadillo de Mallorca.
El presidente del PP, Pablo Casado, pasea por un mercadillo de Mallorca.CATI CLADERA (EFE)

Tras el relato que el lehendakari Urkullu hizo ante el Tribunal Supremo de su participación en la crisis catalana, entre junio y octubre de 2017, su calificación más correcta sería la de intermediario o mediador. No hay una definición más adecuada —así la califica el propio Urkullu— para quien cruzó mensajes entre el president Puigdemont y el presidente Rajoy, e, incluso, planteó propuestas, como una mesa de partidos.

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Rajoy, la víspera, no quiso calificar a Urkullu de mediador. Tenía a su favor que, aunque hubo mediación, no le eligió formalmente como Puigdemont. Pero, sobre todo, no podía admitirlo porque desairaba a su sucesor, Pablo Casado, que dos semanas atrás había acusado nada menos que de "traicionar a España" al Gobierno socialista por tratar de formar con la Generalitat una mesa de diálogo con mediador, que, además, fue la excusa para convocar la manifestación "patriótica" de la plaza de Colón del 10 de febrero.

Casado, disparado en la sobreactuación, fue subiendo el listón de su denuncia de "traición" al Gobierno socialista hasta confundir deliberadamente diálogo, negociación y cesión. Lo que el Gobierno socialista planteó como una mesa de diálogo con la Generalitat para encauzar la crisis catalana, Casado lo elevó a categoría de negociación y, automáticamente, a cesión de la autodeterminación al aparecer en la propuesta de diálogo de 21 puntos que el president Torra planteó.

La confusión deliberada entre diálogo, negociación y cesión del discurso de Casado tiene antecedentes en la política opositora del PP. Su uso más dramático, por afectar al terrorismo, fue en el proceso dialogado entre el Gobierno de Zapatero y ETA de 2005-07. Gobierno y ETA conversaron sobre la autodeterminación, entre otros muchos asuntos. Pero no la negociaron y es obvio que no hubo cesión. Pero, durante todo el proceso, el PP acusó al Gobierno de negociar y ceder.

El PP nunca ha reconocido su error. Desgraciadamente, Casado, como representante de una nueva generación, no solo ha perdido la oportunidad de hacerlo. Ha ido más lejos. En recientes declaraciones, además de asumir el uso sectario que entonces hizo el PP del terrorismo, ha comprado una de las mayores falacias de José María Aznar: que no dialogó con ETA; que sus delegados preguntaron a ETA si abandonaba las armas y al no obtener una respuesta positiva, rompieron. Esa versión es falsa. Ambas delegaciones, tras conversar en Suiza cuatro horas, con mediador, en mayo de 1999, quedaron en continuar en el verano. A fines de agosto, ETA rompió unilateralmente el diálogo por discrepancias con el PNV; no con Aznar. El propio Aznar leyó la carta de ETA en el acto de inicio del curso político. Lo que Casado denomina "actuación sin complejos" supone asumir la peor tradición del PP.

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