El ilustrador español que nació con un lápiz en la boca y pinta mucho en la prensa estadounidense
Sergio García publica en el suplemento literario del 'NYT' sus dibujos-reflexión sobre los clásicos de la literatura universal
Herman Melville necesitó varios centenares de páginas para contarnos el viaje épico del capitán Ahab en busca de Moby Dick, la ballena a la que le debía haber perdido la pierna. Sergio García Sánchez, a petición de The New York Times, ha resumido esa historia en tres ilustraciones a página completa. García Sánchez es profesor de Ilustración y Cómic en la Facultad de Bellas Artes de Granada y, durante años, autor habitual en las más importantes editoriales de cómic europeas. Su último hito ha sido el de convertirse en colaborador habitual del Book Review –el suplemento literario– del periódico norteamericano.
Desde su primera publicación en enero de 2017, García Sánchez se ha convertido en un habitual de las páginas del Babelia neoyorquino, siempre desde su casa al pie de Sierra Nevada. La tarea de este “profesor de universidad, ante todo”, como a él mismo le gusta definirse, es simple en su concepto, pero muy compleja en su ejecución: reflexionar sobre las grandes obras de la literatura universal en una única ilustración. Es lo que el suplemento literario del NYT denomina Graphic Review (Revisión gráfica) o, últimamente, Sketchbook, (Bloc de dibujo).
García, que cuenta que nació “por cesárea, porque ya venía con un lápiz en la boca”, se recuerda a sí mismo siempre dibujando. Y con frecuencia a toda máquina. Su padre le cronometraba los dibujos: “Sergio, dibuja un vaquero”, le decía mientras ponía en marcha el cronómetro.
Quizá ahí esté la razón por la que a García nunca le ha gustado el camino fácil. Su relación con la ilustración y el cómic empezó en el ámbito comercial, pero inmediatamente se desentendió de esa vía para coger el rumbo difícil, el experimental. “Todas mis obras las concibo como una investigación y por ello hace tiempo que dejé el cómic comercial, con el que empecé”, explica García, mientras recuerda los libros de texto e infantiles que ilustraba en sus inicios. Cansado de esa rutina, el ilustrador nacido en Guadix en 1967 conectó con las grandes editoriales belgas y francesas de cómic. Glénat o Dargaud fueron sus primeras casas editoras. “Son casas muy comerciales que me dejaron experimentar. Cuando me dijeron que dejáramos ese camino, decidí buscar nuevas vías”, concluye García.
Varias editoriales y premios relevantes después, un día llegó la llamada de Françoise Mouly, editora de arte del The New Yorker desde 1993 y, por simplificar, la persona a cargo de la elección de la ilustración de portada de esta prestigiosa revista semanal. La idea por la que se produjo aquella llamada no salió —llevar al mercado norteamericano uno de los cómics experimentales de García—, pero la relación ha sido de lo más fructífera desde entonces. Junto a la hija de Mouly (que también lo es de Art Spiegelman, único ilustrador en posesión de un premio Pulitzer) ha publicado Lost in NYC (Perdido en la ciudad de Nueva York), que la Sociedad de ilustradores nombró Libro juvenil del año 2015. Ese libro o ese premio, quién sabe, sirvió como cuenta García para que le llamara la editora del suplemento literario del NYT.
El primer encargo para el suplemento literario fue “diferente de lo que le pedían a otros autores”, dice García, “a mí me pidieron un libro que me hubiera marcado cuando era pequeño. Y porque lo había leído y porque me parecía un pequeño homenaje a un autor muy relacionado con Granada, me decanté por Rip Van Winkle”. Se trata de un cuento corto escrito por Washington Irving. Era trasladar a una ilustración una historia de algo menos de 7.000 palabras. Lo difícil estaba aún por llegar. Desde entonces, sus dibujos han revisado Moby Dick, Alicia en el País de las Maravillas, Pinocho o La caída de la casa Usher, publicada hace apenas unas semanas.
La decisión de ser experimental en García es casi radical. “Nadie experimenta en el Book Review más que yo”, afirma rotundo. También es radical la lejanía de un ilustrador como García de los lápices y la libreta de dibujo. Profesionalmente, hace años que no los utiliza. Sus dibujos llegan al papel solo a través de la impresora porque nacen, se desarrollan y se concluyen en un iPad y con un Apple Pencil. Quizá esa sea la única contradicción vital de quien dice haber nacido con un lápiz, de grafito, en la boca.
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